Alberto Fernández Velasco

Alberto Fernández Velasco, Berto Velasco, el gran lutier de la gaita asturiana.

Aunque en su familia no había tradición musical, se aficionó a la música asturiana siendo un chaval, comprando su primera gaita cuando tenía dieciséis años. En 1968 vino a Gijón para trabajar de ebanista, oficio que dejó para dedicarse a la gaita, haciendo la primera en 1979 según el modelo tradicional d’Ántón Álvarez Vega, Cogollu.

Convencido de que el puntero de la gaita tenía falta de mejorar en sonoridad, comenzó a investigar en el campo acústico para construir instrumentos que, manteniendo la sonoridad típica asturiana, seguían criterios académicos en lo relacionado con las afinaciones.

Construyó su primer puntero con escala temperada en 1985, y desde entonces sus gaitas llegaron a ser las favoritas de muchos gaiteros solistas, estando presente en buena parte de las ediciones del Festival Intercéltico de Lorient desde 1986. Su mayor innovación fue el puntero cromático de dos octavas, construido en 1988.

Su labor alcanzó en 1993 el reconocimiento de la Consejería de Educación, Cultura, Deportes y Juventud del Principado de Asturias, a través de una mesa de expertos convocada para valorar sus instrumentos y formada por Leoncio Diéguez Marcos, Miguel Fernández Gutiérrez y Manuel Fernández Avello, en calidad de miembros del Conservatorio Superior de Música Eduardo Martínez Torner de Oviedo.

En su última etapa trabajaba todavía en varias cuestiones técnicas, destacando la gaita de afinación variable, que incluía todas las innovaciones descubiertas en sus investigaciones. Tenía el empeño de que la gaita pudiera tocar con normalidad con otros instrumentos musicales, que quedara incluida como materia de estudio en el conservatorio, que se compusieran obras nuevas para ella y que hubiera una sensibilidad social hacia las personas que le dedican sus esfuerzos.

Es de opinión general que, por estas razones, Alberto Fernández Velasco marcó en los años ochenta un punto y aparte en la historia de la gaita asturiana y, como escribe Ismael González Arias, puede ser considerado “ padre de la gaita asturiana moderna”.

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