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Antimodernismo en España



Mezclénse sin concierto, a la ventura,
el lago, la neurosis, el delirio,
Titania, el sueño, Satanás, el lirio,
la libélula, el ponche y la escultura;
disuévanse en helénica cintura
palidez auroral y luz de cirio,
dése a Musset y a Baudelaire martirio,
y lengua y rima pónganse en tortura.
Pasa después la mescolanza espesa
por alambique a la sesera vana
de un bardo azul de la última remesa.
y tendréis esa jerga soberana
que es Góngora vestido a la francesa
y pringado en compota americana.

El antimodernismo fue un movimiento surgido en reacción al modernismo.

El antimodernismo literario, entre cuyos lugares comunes estuvo achacar afrancesamiento y frivolidad a la literatura modernista,[2]​ se defendió desde posiciones afines al purismo lingüístico.[3]

Entre los críticos del modernismo en España se contaron nombres como los de Clarín,[4]Ramiro de Maeztu, José Deleito y Piñuela, Juan García Goyena, Federico Urales, Emilio Ferrari,[5]Antonio de Valbuena, Ramón Franquelo y Romero[6]​ y Pablo Parellada.[7]​ Además de artículos en prensa, se llegaron a publicar libros como Los voceros del modernismo (1908) del agustino Martín Blanco García.[6]

Fueron vehículo de expresión de la sátira antimodernista revistas madrileñas como Gente Vieja, Madrid Cómico, La Gran Vía, Gedeón y Blanco y Negro.[2]​ Otra publicación considerada antimodernista es ¡Alegría!.[8]



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