El vino fortificado, fortalecido o generoso es aquel vino que, en su proceso de elaboración, incorpora procesos especiales para aumentar su estabilidad y aumentar su graduación alcohólica, sin perder por ello su condición de derivado 100% de la uva.
Los vinos generosos tienen una graduación alcohólica comprendida entre los 15º y los 22º.
Este tipo de vinos surgió en los siglos XVI y XVII, como resultado de la búsqueda de métodos para preservar el vino contra las condiciones perjudiciales que implicaba su transporte, desde los países europeos productores hasta los consumidores.
La técnica más común para fortificar el vino es el "encabezado", consiste en añadir alcohol durante o antes del proceso de fermentación. Esto da como resultado un vino de mayor graduación alcohólica (17 a 25°GL), de mayor textura y sabores más robustos. Generalmente, este tipo de vinos son más dulces debido a los azúcares que no consiguieron fermentarse. También tienen mayor estabilidad: una vez abierta, una botella de vino fortificado puede durar varios meses sin perder sus propiedades al gusto.
Los vinos fortalecidos más conocidos son la Manzanilla (España), Jerez (España), Montilla-Moriles (España), Lebrija (España), el Oporto (Portugal), el Madeira (Portugal), el Marsala (Italia) y el Banyuls (Francia).
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