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Carbunculosis



Enfermedad infecciosa dérmica relacionada con el Estafilococo áureo, por lo que se la conoce también como Infección Estafilocócica de la Piel.[1]

Se define como carbunculosis la presencia de dos o más furúnculos que se desarrollan profundamente en la piel y en tejidos blandos y puede resultar en una patología grave si no recibe el tratamiento adecuado ya que puede afectar a otros órganos a través de la sangre.

Furúnculos y carbúnculos son la progresión natural de una foliculitis infecciosa. En muchas ocasiones el agente causal de la infección es el S. aureus.[2]​ Puede aparecer en cualquier zona del cuerpo, pero con mayor frecuencia en las áreas expuestas a fricción de la ropa.

Se han descrito casos relacionados con la fricción que producen los toboganes de agua y la infección por Pseudomonas aeruginosa.[3]

Por lo general el carbúnculo se desarrolla en una masa libre y ocasionalmente abierta al aire, permitiendo el drenaje del contenido purulento, ya sea de manera espontánea o tras practicarle una incisión con tal fin.

La evolución de la infección puede llevar al paciente a sufrir una bacteriemia a raíz de la cual pueden infectarse otros órganos produciendo infecciones locales profundas como la osteomielitis, o la endocarditis.

Además de la evidente lesión en la piel cuyo entorno aparecerá inflamado e hipersensibilizado, pueden presentarse síntomas sistémicos.

Son habituales la fiebre y el malestar general, que pueden ser patognomónicos de la carbunculosis, ya que raramente aparecen a causa de una foliculitis o una furunculosis.[2]​ Esto es debido a que la mayor extensión de la infección y el estado más avanzado de la misma, obligan al organismo crear una respuesta inmunológica más potente y por lo tanto sintomática.

Se recomienda como tratamiento efectuar una incisión ligera y drenar el contenido purulento desde la "punta" de la lesión que aparecerá más brillante. Hay que prestar mucho cuidado para no cortar demasiado de la pseudo cápsula o ampolla en la que se ubica la infección, ya que se podría causar una sepsis de consecuencias fatales. Las loculaciones se deben romper con la ayuda de un hemostato y la herida cubierta con una gasa yodada para posibilitar futuros drenajes.

Los casos más severos requieren tratamiento antibiótico contra el agente causal como cloxaciclina o una cefalosporina de primera generación como la cefazolina.

Si el médico lo considera oportuno, podrá recetar analgésicos, antiinflamatorios o antipiréticos.




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