El cementerio de Ciriego es la principal necrópolis de la ciudad española de Santander (Cantabria). Ubicado en el paraje de Ciriego, en la localidad de San Román de la Llanilla, ocupa 180.000 m² y destaca por su proximidad a la costa del mar Cantábrico.
La necesidad de un nuevo cementerio para la ciudad de Santander data del año 1832. Por aquel entonces se crea el nuevo cementerio de la calle Alta, pero su aceptación fue nula. No obstante, hasta entonces, el cementerio era un extremo de la huerta del Convento de San Francisco, donde hay textos que indican que era tan pequeño «que no permite sepulturas marquedas ni monumentos».
El nuevo cementerio municipal de Ciriego sería proyectado por el arquitecto municipal Casimiro Pérez de la Riva en 1881, e inaugurado tras distintos avatares, el 3 de septiembre de 1893, tras la supervisión del nuevo arquitecto municipal Joaquín Ruiz Sierra.
Durante la Guerra Civil fue escenario de fusilamientos masivos de prisioneros republicanos procedentes de distintas prisiones y campos de concentración franquistas, especialmente del seminario de Monte Corbán. Se calcula que las víctimas mortales, entre 1937 y 1948, fueron al menos 836 personas. De ellas, 778 fueron inscritas en el libro de registro del cementerio como desconocidas por Tomás Soto Pidal, capellán mayor y administrador del mismo, a pesar de que los jefes de los piquetes portaban el oficio con los nombres de todos los que iban a ser fusilados. En memoria de los allí asesinados y enterrados en diversas fosas comunes, se erigieron en 1980 un monumento atribuido al escultor cántabro Jesús Otero (víctima también de la represión franquista) y el 14 de abril de 2001 varios monolitos conmemorativos donde figuran los nombres de los hombres y mujeres allí sepultados.
Actualmente, la ciudad de Santander cuenta con el moderno cementerio de Ciriego, situado en San Román de la Llanilla, en el extrarradio de la ciudad, en su lado oeste, y lindando con la costa, de amplia extensión, que viene prestando sus servicios desde que se eliminó en la ciudad el cementerio situado en la calle Alta (Menéndez Luarca). No obstante, también cumple su función el pequeño cementerio de Cueto. A finales del siglo XX se le dotó con un horno crematorio, el primero que existió en Cantabria.
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