La comedia erótica mexicana, también conocida como sexicomedia, es un género cinematográfico propio del cine mexicano, que floreció en los años ochenta y principios de los noventa. Se reconoce como un conjunto de obras cinematográficas de relativamente bajo presupuesto y no necesariamente de gran calidad, su tono sexual y pícaro, aunque no particularmente explícito, y por el manejo del lenguaje en doble sentido, conocido en México como el «albur». Tuvo un enorme éxito de taquilla, aunque es considerado como la época de más baja calidad de la cinematografía mexicana.
La comedia erótica mexicana puede ser considerada como una mezcla entre el cine de comedia con el cine erótico convencional.
A partir de la segunda mitad de los años sesenta, el cine mexicano se caracteriza por una decadencia de la producción nacional, sostenida únicamente por los delgados hilos de la denominada serie B, con películas de bajísimo presupuesto, rápida manufactura y una temática sexual. La industria cinematográfica nacional de los años ochenta sufrió una crisis como resultado de la reducción drástica del apoyo estatal. Si bien, las Sexicomedias sostuvieron la poca industria que quedaba, e incluso la desarrollaron muy puntualmente, fueron un arma de doble filo para el cine nacional, ya que provocó una decepcionante caída de la calidad cinematográfica en el país.
Esto, en contraste con las plausibles cintas realizadas durante el período de Echeverría, en el cual el cine de protesta mostraba la penosa situación nacional de la época. A diferencia de otros países que también han tenido producciones masivas de películas serie B, México realizó únicamente este tipo de cine por casi veinte años, lo que demeritó su estatus a nivel nacional e internacional, obteniendo un terrible desprestigio que todavía a la fecha le ha costado recuperar. La credibilidad en el país del cine nacional es resultado, en parte, de toda esta época. Parece entonces casi inaudito que habiendo, en estas décadas, un nivel de censura altísimo en México, y en medio de una sociedad tan pudorosa y represiva -en los aspectos sexuales- se haya dado pie a la producción de películas en donde los desnudos frontales, las dobles sentidos, los títulos sugerentes y los albures fueran los protagonistas de estas historias banales.
Las salas de cine se abarrotaban, quizá por la comedia, o más posiblemente porque por primera vez había producciones explícitas en los teatros nacionales. Curioso que ante el pudor de la audiencia, exista tanto público para estas producciones. A pesar de eso, las sexicomedias han sido casi completamente ignoradas por los historiadores y críticos del Cine Mexicano, descalificadas como demasiado malas para ser tomadas en serio.
El género tiene como su base principal la famosa «picardía mexicana», consistente en crear situaciones graciosas e hilarantes en momentos incómodos, inesperados y mayoritariamente con referencias verbales sexuales (nunca explícitas). Con estas cintas, además se develan ciertas esperanzas, sueños y características de los varones mexicanos: el anhelado triunfo de la clase media y media baja, la astucia como la mejor cualidad de cualquier varón, la belleza femenina mexicana (voluptuosa y sensual) que eventualmente le dará al varón la vida que espera y desea, el deseo como el motivo para seguir adelante en la vida; la sexualidad como el motor para la felicidad —aunque sea efímera y fugaz—; la galantería como la cualidad mejor vista en el varón mexicano.
Esta revolución cinematográfica industrial del país, que realmente fue un parteaguas en lo que a taquilla e ingreso se refiere, tiene ciertas características que lo hacen perfectamente identificable.
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