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Complejo de Electra



Complejo de Electra es el término propuesto en 1912 por el psiquiatra y psicólogo suizo Carl Gustav Jung para designar la contrapartida femenina del complejo de Edipo.[1]​ Consiste en la atracción afectiva de la niña por la figura del padre. De todos modos, a diferencia del complejo de Edipo freudiano, Jung no realizó una aproximación completamente biológica ni universal al complejo, con lo que no debe definirse en términos taxativos.[2][3]

Según la mitología griega, Electra, hija de Agamenón (rey de Micenas) y Clitemnestra, vengó a su padre, quien fuera asesinado por Egisto, amante de Clitemnestra, o en otros mitos, por la misma Clitemnestra. Electra animó a su hermano Orestes para que diera muerte a su madre y a Egisto, asesinos del padre de ambos.

Según Jung, el complejo de Electra es común en las niñas en algún momento de su infancia aunque, en algunas ocasiones, va más allá. La fijación afectiva o enamoramiento hacia el padre puede generar una situación de rivalidad con la madre. Se supone que es una dinámica normal en el desarrollo de las niñas, que puede observarse a partir de los 3 años y que suele resolverse de forma natural.

Al contrario que en los niños, esta circunstancia es menos clara y pasa más inadvertida puesto que las niñas tienen un vínculo muy estrecho con sus madres, lo que les dificulta mantener la competitividad con esta.

En la mejor resolución del complejo se produce una predilección de la niña hacia su progenitor. Sin embargo, en los casos patológicos puede acontecer lo contrario, que la niña rechace al padre al sentirse defraudada por haberla rechazado.[3]

Desde el punto de vista psicoanalítico, al comparar ambos complejos, resultan diversos entre sí. A continuación se enuncian tres características diferenciales:[4]

En parte es lógico que la niña llegue a decir que se quiere “casar con papá”, porque es su referencia amorosa al ser el único hombre que conoce y que, por imitación a su madre, desea lo mismo. Por ello, los padres deben hacerle entender la prohibición del incesto y el complejo de castración; solo así se podrán determinar los roles parentales.

Si todo se desarrolla bien, la niña asume su derrota, reconoce que la madre es la preferida, y se dispondrá a buscar otro amor. Por el contrario, si no se rinde a esta evidencia se puede generar una anomalía patológica. De ahí que para poder curarse en el tratamiento psicoterapéutico la afectada debe aceptar su atracción y superarla.[3]



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