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Consumo sostenible



consumo sustentable es un concepto estrechamente asociado al concepto de producción sostenible y la articulación de ambos es lo que se conoce como desarrollo sostenible. En su definición inicial:

El consumo y la producción sostenibles son indispensables en la lucha mundial contra los desafíos de sustentabilidad como el cambio climático, el hambre o la contaminación ambiental.

El desarrollo sostenible, así como el consumo sostenible se basan en ciertas premisas como:

La definición propuesta por el Simposio de Oslo de 1994 sobre Consumo Sostenible lo define como "El uso de servicios a las necesidades básicas para llevar una mejor calidad de vida y reducir al mínimo el uso de los recursos naturales y materiales tóxicos, así como las emisiones de residuos y contaminantes sobre el ciclo de vida del producto o servicio a fin de no poner en peligro las necesidades de las generaciones futuras"[2]

Para lograr un consumo sostenible, dos acontecimientos tienen que llevarse a cabo: se requiere tanto de un aumento en la eficiencia de consumo, como un cambio en los patrones de consumo y la reducción de los niveles de consumo en los países industrializados. La primera condición no es suficiente por sí misma y puede ser nombrada como debilidad del consumo sostenible. Las mejoras tecnológicas y la ecoeficiencia apoyan una necesaria reducción del consumo de recursos. Una vez que este objetivo se ha cumplido, el segundo requisito es el cambio en los patrones y la indispensable reducción de los niveles de consumo. Enfoques de consumo sostenible fuertes también prestan atención a la dimensión social de bienestar y evalúan la necesidad de cambios basados en una perspectiva de aversión al riesgo.[3]​ Con el fin de lograr lo que se puede llamar un fuerte consumo sostenible, los cambios en las infraestructuras, así como las opciones de los clientes son obligatorios. En el ámbito político, la debilidad del consumo sostenible se ha discutido, mientras que el fuerte consumo sostenible falta en las discusiones de todos los debates.[4]

Teniendo en cuenta estos dos enfoques de consumo sostenible, es evidente que los consumidores individuales juegan un papel clave. Un gran problema es la existencia de una supuesta actitud-comportamiento o brecha de valores-acción, es decir, muchos consumidores son muy conscientes de la importancia de sus decisiones de consumo y se preocupan por los temas ambientales, sin embargo la mayoría de ellos no traducen sus preocupaciones en sus patrones de consumo, como el proceso de toma de decisiones de compra es muy complicado y se basa por ejemplo en factores sociales, políticos y psicológicos. Young et al. Identificó una falta de tiempo para la investigación, los altos precios, la falta de información y el esfuerzo cognitivo necesario como las principales barreras a la hora de las elecciones de consumo verdes.[5]

El Centro de Producción y Consumo Sostenible es una de las principales autoridades independientes, que está explorando las dimensiones de consumo y producción. En 2007, Tesco, el supermercado más grande en el Reino Unido, estableció el Instituto de Consumo Sostenible (SCI) con una donación de £ 25 millones a la Universidad de Mánchester.



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