La criptozoología (del griego κρυπτος cryptos ‘oculto’, ζωος zoos ‘animal’ y λογος logos ‘estudio’; literalmente: ‘estudio de los animales ocultos’) es una pseudociencia y subcultura que intenta probar la existencia de animales extintos, mitológicos o folclóricos. Los seres de interés criptozoológico son llamados «críptidos», término acuñado por John Wall en 1983. Esto incluye a especímenes vivos de especies extintas, como dinosaurios no aviares; animales que carecen de evidencia pero aparecen en mitos, leyendas o reportes oculares, como Pie Grande, el Chupacabras o el Monstruo del lago Ness; y animales salvajes lejos de sus zonas geográficas, como gatos fantasma (también llamados grandes felinos alienígenas).
La criptozoología no es una rama de la zoología. Tampoco sus investigaciones forman parte de la antropología o los estudios sobre el folklore: es una pseudociencia. Desde su fundación en los años 1950 por los zoólogos Bernard Heuvelmans e Ivan T. Sanderson, ha rechazado los enfoques científicos, y sus adherentes son afines al creacionismo de la Tierra Joven. Así mismo, son evidentes sus influencias recíprocas con los que se ocupan de otras pseudociencias, como la caza de fantasmas y la ufología.
La invención de este término suele atribuirse al zoólogo Bernard Heuvelmans, quien definió la criptozoología como el estudio de los animales sobre cuya existencia solo poseemos evidencia circunstancial y testimonial, o bien evidencia material considerada insuficiente por la mayoría. Su libro de 1955, Tras la pista de animales desconocidos, es a menudo visto como la génesis de esta disciplina, pero el mismo Heuvelmans remontó dichos orígenes a Anthonid Cornelis Oudemans y su estudio de 1892 La gran serpiente marina. Tuvo una gran influencia entre un nutrido grupo de autores, Willy Ley, que en 1941, 1945 y 1948 publicó en Viking Press, en Estados Unidos, The Lungfish, the Dodo and the Unicorn, traducido a varios idiomas y publicado en español por Espasa-Calpe en 1963.
Heuvelmans argumentó que la criptozoología debía ser practicada con rigor científico, pero también con una actitud abierta e interdisciplinaria, dando a estos términos un sentido ajeno al de «rigor científico». Además, según Heuvelmans, se debe también prestar especial atención a las tradiciones y creencias populares sobre estas criaturas. Aunque suelen estar cubiertas de elementos fantásticos e inverosímiles, las leyendas populares pueden contener alguna parte de verdad que pudiera ayudar a guiar la investigación de los informes sobre «animales inusuales». En España existe una obra temprana sobre el tema, de José Luis Barceló, editada por Telstar en 1967 y titulada «Animales desconocidos sobre la tierra».
La editorial Espasa-Calpe, publicó en 1963 «El pez pulmonado, el dodo y el unicornio» traducido del inglés por José Banfi y Alfredo B. Besio, de Willy Ley y publicado originalmente bajo el título de The Lungfish, the dodo, and the Unicorn en 1941, 1945 y 1948 por The Viking Press Inc. En la década de los 80, Vadim Chernobrov escribió varios libros sobre eventos relacionados con animales del centro de Rusia. Entre los criptozoólogos con titulación universitaria en Zoología se encuentran, además del fundador Bernard Heuvelmans, a Karl Shuker, Loren Coleman, Ben S. Roesch, Anthonie Cornelis Oudemans, y otros.
El okapi, que por años fue conocido solo por los relatos recopilados de los pigmeos, es usado como emblema de la International Society of Cryptozoology, a pesar de no haber sido descubierto por criptozoólogos. Actualmente, la afición a la criptozoología y los animales fantásticos está en auge: hay muchas páginas de internet de aficionados a los misterios y seguidores de temas relacionados, que tienen su reflejo en películas, atracciones temáticas, museos locales, revistas, programas de radio y otros medios y numerosas empresas privadas y organismos públicos promocionan y rentabilizan la criptozoología y la búsqueda de animales legendarios como un medio para vender sus productos o atraer turistas.
Entre las críticas realizadas a la criptozoología destacan:
Una muestra reducida de los criptidos que constituyen la búsqueda de la criptozoología, recoge animales, pero también plantas y seres no adscritos a ningún reino. Los pertenecientes al reino animal, pueden estar relacionados con animales, o ser humanoides. Son seres voladores, terrestres o acuáticos. Dentro del medio acuático se han descrito para cualquier ambiente: habitantes de ríos y aguas subterráneas, lacustres, marinos, etc.
Entre las criaturas criptozoológicas más abundantes se encuentran las acuáticas: lacustres, como el monstruo del lago Ness o Mokèlé-mbèmbé, y marinas, como la serpiente marina o el pulpo gigante. También hay criaturas terrestres, como el Mokèlé-mbèmbé o el mapinguarí. Algunos son de rasgos humanoides, destacando entre estos: sirenas, chupacabras, Orang Pendek, Pie Grande, y el Yeti. También hay «insectos» voladores, como los rods.
También existe otro grupo de criaturas a las que popularmente aún se identifica como críptidos, pero que la mayoría de los criptozoólogos modernos descartan que pertenezcan a su área de estudio, debido a que:
Entre las criaturas pseudocriptozoológicas, se encuentran las aladas, como el hombre polilla, y las terrestres, como el gnomo de Gerona.
Igualmente, en la criptozoología con frecuencia existen falsificaciones realizadas a partir de restos animales de supuestas criaturas que en algún momento fueron consideradas como críptidas. Ejemplos de ello son los sirenos y sirenas realizados por artistas chinos o del sudeste asiático y que se vendían a los marineros, estaban fabricados a partir de pequeños monos cosidos a peces, o peces cartilaginosos recortados y manipulados para darles un aspecto de sirénido, de la familia de las rayas y mantas.
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