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Dinora Doudtchitzky



¿Qué día cumple años Dinora Doudtchitzky?

Dinora Doudtchitzky cumple los años el 29 de agosto.


¿Qué día nació Dinora Doudtchitzky?

Dinora Doudtchitzky nació el día 29 de agosto de 1914.


¿Cuántos años tiene Dinora Doudtchitzky?

La edad actual es 110 años. Dinora Doudtchitzky cumplió 110 años el 29 de agosto de este año.


¿De qué signo es Dinora Doudtchitzky?

Dinora Doudtchitzky es del signo de Virgo.


¿Dónde nació Dinora Doudtchitzky?

Dinora Doudtchitzky nació en Odesa.


Dinora Doudtchitzky Abramson (Odesa, 29 de agosto de 1914-Santiago, junio de 2004), fue una artista, pintora y grabadora de origen judío, nacionalizada chilena.

Durante la infancia experimentó graves problemas de salud, que la obligaron a largas convalecencias, durante las cuales puede haberse desarrollado tempranamente su interés por el dibujo[1]​. En 1924, debido a la difícil situación de Ucrania tras la Primera Guerra Mundial, su familia emigró a Argentina, donde realizó sus estudios artísticos en la Academia Nacional de Buenos Aires y, posteriormente, en la Escuela Superior de Bellas Artes[1]​. Llegó a Chile el año 1939, tras ganar un premio otorgado por sus ilustraciones, iniciándose así su participación en los salones oficiales a partir de 1941. En este país, decidió continuar sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile entre los años 1939 y 1942, participando en los talleres de pintura, grabado y mural. Se le otorgó la nacionalidad chilena en el año 1948.

Desde 1957 participó en el Taller 99 —habiéndola invitado a participar en el prestigioso grupo Nemesio Antúnez[1]​—, donde profundizó las técnicas de grabado. Junto con otros artistas del Taller 99, como Roser Bru, Pedro Millar, Jaime Cruz y Delia del Carril, exploró las posibilidades técnicas del grabado en metal. Ese año se integró también al grupo de trabajo docente —en grabado— de la Escuela de Arte de la Universidad Católica de Chile. Allí fue nombrada profesora auxiliar de grabado y, a partir de 1962, profesora titular de la misma escuela. En 1982 dejó su labor docente por problemas de salud. Posteriormente dejó también el grabado y comenzó a explorar la técnica de esmalte sobre metal. En este nuevo formato, siguió desarrollando temáticamente la imagen de la ciudad, tema que marcó significativamente su desarrollo anterior en el grabado y está presente a lo largo de toda su obra.

Durante sus años de máxima producción, Dinora realizó exposiciones individuales en Chile (Santiago y Concepción) Argentina (Buenos Aires) y Uruguay (Montevideo). También participó en exposiciones colectivas en todo América Latina (Argentina, Chile, Bolivia, Brasil, Colombia, México, Perú, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela), así como en Estados Unidos (Nueva York) y Europa (Alemania, Austria, España, Italia, Inglaterra, Suiza, Polonia y Yugoslavia). Participó en gran número de exhibiciones colectivas en Chile y el extranjero, de forma individual o como parte del Taller 99.

Dinora Doudtchitzky fue una artista visual multifacética, abarcando en su producción artística pintura, acuarela, dibujo y grabado. Destacan desde un inicio los retratos (especialmente rostros femeninos y de niños), así como también las vistas de ciudades. Su aproximación al grabado se inició siendo ayudante de Nemesio Antúnez en la cátedra de Grabado, en la Escuela de Artes Aplicadas (1953). Posteriormente, Dinora fue su principal colaboradora en la creación del Taller 99, en 1956. Respecto de ella, Nemesio Antúnez señaló: “Dinora, siempre sonrisa y generosidad, en 1956 formamos el Taller 99, donde ella fue cimiento, muro y ventana, lo hizo funcionar (…)"[2]​. Es en el grabado donde su desarrollo artístico más destaca, exhibiendo creatividad y una búsqueda constante, a través del buril, aguatinta, aguafuerte y la experimentación con el color. Adoptó la manera de entintar y estampar de Stanley William Hayter, que le dio mayor libertad cromática, siendo pionera en la realización de series con esta modalidad. En referencia a esto, ella misma ha señaló: “Con lo mínimo he logrado buscar lo máximo”[2]​, reflejando la síntesis plástica que acompañó su manera de representar y la capacidad creadora que le otorgaron un inconfundible estilo personal. Un hito conmemorativo se realizó en la exposición retrospectiva de Dinora, que llevó por título Imaginario persistente (2012), selección de obras que mostraron la trayectoria de la artista. En este contexto, destaca la insistencia por evocar la memoria del origen, los primeros años en su Odessa natal, la mirada aérea del paisaje, casi onírica, y los Rostros que reiteran un imaginario particular. En la serie Cosmos, por otra parte, cielos, soles y objetos astrales conviven con la selección de sus Ciudades, visiones reticuladas de la urbe, representaciones de su faceta más compleja y elaborada debido a la fuerte carga simbólica que dichos espacios evocan.

La ciudad fue un tema recurrente en su obra, presentándose tanto en sus oleos de la década de 1950 como en sus últimas obras, en las que trabajó el esmalte sobre metal. "Las ciudades de principios de los 50 son acotadas vistas de paisajes reconocibles: Santiago, donde vivía y trabajaba Dinora, o Coquimbo, donde solía pasar las vacaciones con su familia"[1]​. Los paisajes urbanos de este periodo destacan por no tener un afán realista y la sencillez de los colores. Los grabados tardíos, en cambio, "presentan una composición más compleja del paisaje, tanto formal como cromáticamente, y conformados por la recolección de variados elementos extraídos de sus propias observaciones, vivencias y recuerdos[1]​".

Su amigo y colega, Emilio Ellena, comentó sobre su trayectoria:

La primera vez que vi un conjunto numeroso de grabados de Dinora fue al llegar a Chile en 1964. En esa oportunidad me impresionó la diversidad temática del conjunto. Tiempo después se producirá una suerte de fusión de todo este hacer en una serie de obras resueltas en distintos medios que en forma genérica denomina ‘sus ciudades’. Comienza allí la aparición de estructuras ortogonales en lo formal, personalizadas por una gran libertad creativa y enriquecida, por la incorporación de sus ‘memorias’. En algunas es posible identificar imágenes que derivan de su niñez; otras, recuerdos más cercanos. Se pueden presentir Valparaísos filtrados por su capacidad imaginativa. Pero siempre son suerte de ciudades universales, que pueden tener puntos cardinales, un cielo relativamente convencional que a veces encierra en la profusión de su invariante ternura[3]



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