Los escuadrones de la muerte fueron grupos paramilitares de extrema derecha conformados por militares, policías sin uniforme y civiles que ejecutaron acciones en contra de opositores políticos o sospechosos de ser opositores al gobierno y al sistema político vigente en El Salvador durante la guerra civil salvadoreña.
Las investigaciones sobre las actividades de los Escuadrones de la Muerte hacen pensar que estas estructuras clandestinas comenzaron como apéndices de los servicios de inteligencia de los cuerpos de seguridad y la Fuerza Armada. El fallecido exmayor Roberto D'Aubuisson, fundador del partido político ARENA, fue acusado de liderar las actividad de estos grupos desde su puesto como director de ANSESAL (Agencia Nacional de Seguridad Salvadoreña). Las actividades de estos grupos se iniciaron a fines de la década de los años 1970s y su acción se generalizó durante la guerra civil de ese país centroamericano en la década de los 1980s y principios de los 1990s (1980-1992), cuando finalizó el conflicto militar con unos acuerdos de paz.
La aplicación del método de grupos clandestinos, supuestamente alejados del gobierno y de las fuerzas militares del estado, para no tomar responsabilidad alguna sobre sus acciones, se desarrolló a partir de la estrategia de Estados Unidos para derrotar al movimiento social que era la base de la lucha de la guerrilla en tal período.
Cada unidad militar del ejército y de la policía tenía bajo su cargo al menos un escuadrón que tomaba información de los organismos militares y ejecutaba acciones de asesinato, secuestro, extorsión, amenazas y todo tipo de delitos en contra de personas registradas como guerrilleros, sospechosos de apoyar la lucha contra el gobierno o simplemente denunciadas como tales por terceros interesados en causarles daños.
Eventualmente cada jefe militar autorizaba la existencia de otros escuadrones de la muerte en su jurisdicción, a cargo de civiles con poder económico que asumían por completo su funcionamiento y existencia, siempre en coordinación con las fuerzas militares del territorio bajo control.
Estos grupos "dormían de día y trabajaban de noche" desplazándose en su territorio sin mayor interferencia de las unidades militares o policiales que custodiaban el terreno, pues eran reconocidos como necesarios para hacer ese tipo de trabajo sucio de la guerra civil, a favor del gobiernos sus fuerzas militares y de los grupos sociales ínfimos que se beneficiaban de su existencia y funcionamiento.
En palabras de la época del conflicto se trataba de "quitarle el agua al pez" como expresión que significaba quitarle base social a la guerrilla o a cualquier forma de oposición al gobierno y a sus fuerzas, por medio del terror y de acciones terroristas contra la población en general.
El resultado de todo ello fue una enorme cantidad de asesinatos de opositores o sospechosos de serlo, sin identidad de sus autores o sin que persona alguna fuera llevada a juicio por los mismos.
Se calcula que de esta forma fueron asesinados la mayoría de civiles víctimas de la época del conflicto, que significó unos 75.000 muertos en total. El arzobispo de San Salvador, Óscar Romero se contabiliza como una de sus víctimas.
Se sospecha que algunos miembros de escuadrones de la muerte, eran financiados o sostenidos por contribuciones directas de personas con poder económico que los miraban como su protección personal en contra de sus opositores. Las contribuciones eran económicas, facilidades de transporte, infraestructura, coordinación con otros grupos similares y en general, de la protección e impunidad que les era necesaria para su actuación.
Si bien los escuadrones de la muerte iniciaron sus acciones en términos de ejecución de una política de contra-insurgencia, teniendo como blanco de sus acciones a sectores populares, rápidamente derivaron hacia una serie de acciones de delincuencia pura y llegando inclusive a secuestrar a empresarios del país, exigiendo rescate para liberarlos.
Estas acciones fueron el inicio del desmantelamiento, restricciones o mayor control de los escuadrones de la muerte, pues se habían vuelto un peligro contra sus eventuales financieros de manera directa y ponían en riesgo a aquellos protegidos por el gobierno y sus fuerzas en combate.
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