En la mitología griega, los espartos (en griego antiguo, Σπαρτοί Spartoí, literalmente ‘hombres plantados’, de σπείρω speírō, ‘plantar’) fueron los hombres que nacieron de los dientes de un dragón, sembrados por Cadmo.
El rey Cadmo, queriendo ofrecer un sacrificio a la diosa Atenea, o al dios Zeus, envió a algunos de sus seguidores a coger agua de la fuente de Ares de Tebas o bien a la fuente Castalia de Delfos, pero el dragón que custodiaba la fuente los mató, por lo que, como venganza, Cadmo mató al dragón. Una vez muerto, por consejo de Atenea, sembró sus dientes, de los cuales nacieron innumerables hombres armados, los espartos. Receloso de ellos, Cadmo los apedreó, tras lo cual los espartos se culparon mutuamente y comenzaron a luchar entre ellos. En otra versión, empezaron a luchar entre ellos no por intervención de Cadmo, sino por ignorancia. Tras la batalla, solo sobrevivieron cinco: Ctonio, Equión, Udeo, Peloro y Hiperénor. Estos últimos ayudaron a Cadmo a construir la ciudad de Tebas. Por estas muertes, Cadmo se vio obligado a entrar al servicio de Ares.
Parte de los dientes del dragón los había guardado Atenea y se los había entregado al rey Eetes de Cólquide. Uno de los retos que impuso este rey a Jasón para la obtención del vellocino de oro fue que unciera dos toros de patas de bronce y sembrara los dientes. Así lo hizo Jasón y también en esta ocasión nacieron hombres armados que empezaron a luchar entre sí cuando Jasón les arrojó piedras y luego los exterminó.
Se consideraba que el líder tebano Epaminondas era descendiente de los Espartos.
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