La Real Fábrica de Paños de Brihuega se localiza en el extremo este del núcleo urbano de esta villa española de la provincia de Guadalajara. Constituye uno de los ejemplos más relevantes de arquitectura industrial del siglo XVIII en el país.
En Brihuega existe una tradición textil importante, que se inicia en los siglos XIII y XIV, como queda demostrado por los numerosos batanes que se localizan en sus inmediaciones. En 1750 se funda la Real Fábrica, que se construirá a lo largo de los primeros años de ese decenio, dentro del recinto amurallado de la ciudad y en el lugar que ocupaba la ermita de Santa Lucía.
A pesar de que durante la segunda mitad del siglo XVIII la Fábrica fue una de las instalaciones industriales más prestigiosas del país, en 1835 cerró sus puertas; si bien su uso continuó en manos privadas hasta la Guerra Civil Española.
Se trata de un edificio del siglo XVIII, con puerta barroca de 1810, que da acceso a un patio con capilla. El zaguán da paso al cuerpo principal o rotonda, donde estaban instalados los ochenta y cuatro telares de paños. La traza del edificio se debe al arquitecto Manuel de Villegas, con reformas posteriores de Ventura Padierne. La Fábrica se entiende como proyecto de una nueva ciudad, a lo que contribuye la concepción del edificio como una construcción a gran escala, con una forma geométricamente cerrada.
Destacan como parte intrínseca de la fábrica sus jardines decimonónicos de influencia versallesca, con parterres y cipreses, adornados con farolas, miradores, cenadores y fuentes; dominando el conjunto de la ciudad los edificios destinados a la administración y residencia de los funcionarios que se ocupaban de su gestión.
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