Con la palabra latina foederatus (plural foederati) se denominaba en los primeros tiempos de la historia de la antigua República romana a cualquier otra tribu itálica que, habiendo suscrito un tratado (foedus), no era considerada colonia romana ni se le había concedido la ciudadanía romana, pero de la que se esperaba que proporcionara un contingente de soldados cuando Roma lo necesitara. Se consideraba a los latini aliados de sangre de los romanos, mientras, inicialmente, los demás itálicos eran federados o socii.
Procede pues de la palabra latina foedus, que designa a un tratado solemne y vinculante de asistencia mutua a perpetuidad entre Roma y otra nación. A su vez, la palabra ha pasado a las lenguas romances actuales, en las voces federación y sus derivados, como por ejemplo federalismo.
Durante la República romana, las fricciones originadas por las obligaciones subyacentes a estos tratados sin los correspondientes beneficios de ciudadanía condujeron a una guerra social entre los romanos, con sus aliados itálicos más cercanos, y estos socii, otros aliados itálicos desafectos.
Una ley del año 90 a. C. (la Lex Julia) ofreció la ciudadanía romana a todos los socios itálicos (entre los que ya no tenían tal estatus) cuyas ciudades aceptaran una paz inmediata con Roma, pactando dentro de sus condiciones de convivencia, costumbres y marco legal. Obviamente que no todas las ciudades itálicas (por ejemplo, algunas poderosas polis italiotas de la Magna Grecia como Heraclea, Crotona o Sibari) estuvieron inicialmente preparadas para incorporarse a la res publica en calidad de ciudadanos romanos de pleno derecho; pero esto no impidió, apenas un año después, en el 89 a. C., mediante la Lex Plautia Papiria, de otorgar la ciudadanía romana a todos los habitantes de Italia.
Posteriormente, y fuera de la península itálica, existieron algunos otros foederati, en este caso provinciales, como los de las ciudades de Gades, Ebusus y Massalia.
Posteriormente, ya en la plenitud del Imperio romano, con el Edicto de Caracalla ya publicado, el término foederati se extendió por la costumbre romana de subvencionar y asimilar a las tribus bárbaras -que incluían a los attacotti, francos, vándalos, alanos, y los más conocidos, los visigodos- a cambio de que proporcionasen soldados para luchar en el ejército romano. Así, por ejemplo, Alarico I empezó su carrera liderando una banda de foederati godos.
Al principio, el subsidio romano se concedía en forma de dinero o de alimentos, pero cuando los ingresos por impuestos disminuyeron en los siglos IV y V, los foederati de los pueblos germánicos fueron emplazados en haciendas locales, lo que acabó siendo lo mismo que establecerse en territorio romano. Con el tiempo, los grandes terratenientes locales que vivían en provincias fronterizas distantes (marcas), en villae extensas y prácticamente autosuficientes, vieron su lealtad al poder central comprometida en estas situaciones. Entonces, cuando las lealtades empezaron a fraccionarse y a volverse más locales, el Imperio comenzó a desmenuzarse en territorios cada vez más pequeños.
En el 376 los visigodos solicitaron al emperador Valente instalarse en la zona meridional del río Danubio, y fueron aceptados en el imperio como foederati. Dos años más tarde los visigodos se rebelaron y derrotaron a los romanos en la batalla de Adrianópolis. La elevada pérdida de mano de obra militar forzó al Imperio romano a confiar más en los foederati.
Para el siglo V, la fuerza militar romana se basaba casi totalmente en unidades de foederati. En el 457, el huno Atila solo pudo ser derrotado con la ayuda de los foederati (que incluían a visigodos y alanos). Los foederati dieron el golpe de gracia a la pars occidentalis del Imperio en el 476 cuando su caudillo Odoacro depuso a Rómulo Augústulo, permitiendo la reunificación del Imperio bajo la figura de Zenón.
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