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Gloria Cortés Aliaga



Universidad Santiago de Chile Universidad Internacional SEK

Gloria Cortés Aliaga (Santiago de Chile, 8 de junio de 1971) es una historiadora del arte, curadora e investigadora chilena. Ha centrado sus estudios en las prácticas artísticas del arte chileno entre los siglo XIX-XX. Su principal línea de investigación ha sido relacionar el campo artístico con el género, los feminismos y las demandas políticas de cada período de la historia, generando lecturas que vinculan la historia del arte y la sociedad. Su publicación más destacada Modernas: Historias de mujeres en el arte chileno (1900-1950)[1]​ ha sido reconocida por el Centro de Recursos del Aprendizaje del Ministerio de Educación y será distribuida a distintas bibliotecas públicas de todo el país.[2]

Actualmente es curadora del Museo Nacional de Bellas Artes

Gloria Cortés nació el 8 de junio de 1971 en Santiago de Chile, es hija de un padre camionero y una mamá dedicada a los cuidados del hogar.[3]​ Cursó sus estudios de enseñanza media en el Liceo Carmela Caravajal, para luego ingresar a estudiar publicidad en la Universidad de Santiago de Chile. Luego continuó especializándose como Historiadora del Arte por la Universidad Internacional SEK y, además, cuenta con el grado de Magíster en Historia del Arte por la Universidad Adolfo Ibáñez.

Entre algunas de sus actividades laborales más relevantes fue, entre 2000 y 2005, Directora Ejecutiva del Centro de Conservación, Restauración y Estudios Artísticos (CREA).[4]​ Desde 2008 se desempeñó como Coordinadora de Archivos del Centro de Documentación de las Artes (CeDoc) del Centro Cultural La Moneda. Posteriormente fue Jefa de Exposiciones y Curadora de esa institución hasta julio del 2014. Desde el año 2014 es curadora del Museo Nacional de Bellas Artes, especialmente del período comprendido entre el siglo XIX y mitad del siglo XX, desarrollando diversas exposiciones, actividades y seminarios que vinculan teorías contemporáneas de la academia con las diversas audiencias del Museo Nacional.

Asimismo su voluntad por reconocer el trabajo de mujeres artistas y minorías que, por prejuicio de clase, sexo o raza han sido discriminadas en el campo del arte, la llevaron a realizar investigaciones y pesquisas que recuperan cartas, fotografías, documentos, obras, dibujos, entre otros, enriqueciendo y complementando las lecturas tradicionales del arte. Su aportación como curadora ha llevado a que el Museo adquiera piezas de Laura Rodig, Las Yeguas del Apocalipsis, Ana Cortés, Antonio Coll y Pi, Raymond Monvoisin, Laureano Guevara, Elsa Bolívar, un retrato de Paula Aldunate[5]​ por Juan Mauricio Rugendas, entre otros y otras.

A su ingreso al Museo Nacional de Bellas Artes, junto a Macarena Goldenberg, la curadora se propuso ampliar las lecturas que el Museo realizaba como institución decimonónica, esto significaba, leer aquellas posturas críticas que estaban por fuera del museo, interpelándolo, en particular se refería a grafitis y frases que acusaban una postura de clase elitista y un circuito muy cerrado de consumo del arte que era propiciado por el Museo.

Denotan esa lejanía que supone un museo y un arte considerado burgués. Estoy pegada con esas frases, porque creo que hay que apuntar también a quienes se sienten desplazados por las políticas culturales[6]​.

Respecto de la exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes llamada "(en)clave Masculino. Colección MNBA", la autora precisó cómo era entendido el concepto de género y cómo este determina un quehacer que trasciende al campo artístico.

No se trata de una exposición sobre hombres y mujeres, sino de cómo los conceptos de la masculinidad han dominado gran parte de las esferas políticas, sociales y económicas de nuestra historia.[7]

Una de las características de su trabajo profesional tiende a visibilizar las estrategias discriminatorias que ocultan, silencian y alejan el trabajo artístico de las mujeres, reconociendo cómo se ha construido desde la Academia de Pintura, los museos y las exposiciones estrategias para apartar y diferenciar su status.

Históricamente, dos son las herramientas más utilizadas para definir el arte producido por mujeres. La primera de ellas, es la llamada ‘estética de la diferencia’, un concepto proveniente de las esferas separadas en donde se afirma que hombres y mujeres, en virtud de diferencias y aptitudes naturales, deben ocupar distintos dominios de la sociedad y, por ende, del arte. Y, en segundo lugar, la ‘tradición de la ruptura’, en el cual el canon es cuestionado a través, por ejemplo, del rescate de valores relativos al orden matriarcal o el rechazo de la tradición académica.[8]



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