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Gobierno Revolucionario de la Fuerzas Armadas



El Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada[1][2]​ fue un dictadura militar socialista[3]​ instaurada en Perú tras el golpe de Estado del 3 de octubre de 1968.[4]

La Junta Militar, liderada por el general Juan Velasco Alvarado, nombró a Velasco como presidente de la dictadura, promoviendo reformas de carácter nacionalista y de izquierda que dieron un impacto profundo en la sociedad del país, como la promulgación de la reforma agraria, la oficialización del quechua como idioma oficial al nivel nacional, el incremento de los derechos laborales y la empoderación de los sindicatos y de los pueblos indígenas del país. Sin embargo, otras medidas, como la nacionalización de los recursos naturales y la expropiación de empresas y medios de comunicación, generaron una fuerte crisis económica y el aislamiento internacional.

Como respuesta a esta situación, se dio el Tacnazo, un golpe de Estado promovido por el general de división Francisco Morales Bermúdez quien tomó el poder para deshacer las medidas tomadas por Velasco. En 1978, el nuevo gobierno convocó a una Asamblea Constituyente, la cual promulgó una nueva constitución en 1979, así como también fueron convocadas elecciones democráticas en 1980. De esta manera, concluyó el docenio militar, con la segunda llegada de Fernando Belaunde Terry al poder de forma democrática.

En la década de 1950, varios gobiernos de tinte nacionalista en América Latina iniciaron procesos de modernización social y económica, promoviendo la teoría económica del desarrollismo, la cual promovía reformas agrarias, la industrialización por medio de la sustitución de importaciones y el aprovechamiento de los ingresos producto de la explotación de recursos naturales. Tal es el caso del Nuevo Ideario Nacional en Venezuela, la Revolución Boliviana de 1952, el segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo en Chile, el Plan de Desarrollo Nacional de Juscelino Kubitschek en Brasil, entre otros.

En Perú, la victoria electoral en 1962 de Víctor Raúl Haya de la Torre, jefe del Partido Aprista Peruano, fue anulada por un golpe de Estado. El programa de gobierno del aprismo planteaba una transformación del país, apostaba por la reforma agraria para acabar con el régimen de servidumbre sobre los indígenas que todavía existía en las haciendas. La Junta Militar de 1962 convocó a nuevas elecciones para el año siguiente, en las cuales resultó victorioso Fernando Belaunde, quien derrotó a Haya, con un plan de gobierno que también planteaba reformar el país y establecer nuevos contratos sobre la explotación de recursos naturales, sobre todo el petróleo.

A pesar del apoyo decidido de las Fuerzas Armadas a las reformas prometidas por el nuevo gobierno, Belaúnde no pudo cumplir con la promesa de reforma agraria ni la de resolver el conflicto sobre la propiedad del petróleo peruano, entre otras razones, por la férrea oposición parlamentaria del APRA y del partido de derechas UNO, liderado por Manuel Odría, antiguo perseguidor de Haya.

Además, Belaúnde tuvo que hacer frente a la movilización campesina en Cusco liderada por Hugo Blanco y la irrupción de dos fuerzas guerrilleras en el país inspiradas por la victoria de la Revolución Cubana, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) comandado por Héctor Béjar y Javier Heraud y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), liderado por un militante del APRA Luis de la Puente Uceda y Guillermo Lobatón.

Las Fuerzas Armadas, sobre todo el Ejército peruano, derrotaron rápida y contundentemente los focos guerrilleros del ELN y el MIR. Sin embargo, se percataron de la urgencia de reformas sociales y económicas en un país donde todavía existía una élite oligárquica e inmensos grupos marginados de pobres y de indígenas. Frente al fracaso del reformismo belaundista en democracia, los militares decidieron hacer los cambios ellos mismos con la idea de "hacer la revolución desde arriba para evitar que la hagan desde abajo"[5]​.

La primera fase de la dictadura, autodenominada Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, se inició con la presidencia de facto del comandante general del Ejército, general de división Juan Velasco Alvarado, quien derrocó al presidente Fernando Belaúnde Terry tras el escándalo del Acta de Talara y la Página 11 mediante un golpe de Estado, el 3 de octubre de 1968.

De acuerdo con el Estatuto del Gobierno Revolucionario,[6]​ se fijaban los siguientes objetivos:

El gobierno de Juan Velasco Alvarado, a diferencia de otras dictaduras militares de la región, asumió un carácter claramente de izquierda y nacionalista, y realizó una serie de reformas que originaron un gran impacto en el desarrollo social y económico peruano, en todo caso una «revolución desde arriba».

También se creó el SINAMOS, entidad estatal creada «para crear una democracia social de participación plena» pero que sirvió como el partido político del régimen.

Entre las principales acciones de este gobierno estuvieron:

Otro aspecto importante de estas reformas fue la dignificación de la población humilde e indígena, que comenzó a tener mayor participación en la vida política y social mediante las reformas realizadas.

En el campo económico, la dictadura, además de imponer un mayor control estatal sobre las actividades productivas, alentó el desarrollo de la industria nacional mediante la restricción de las importaciones de manufacturas, lo cual produjo que en el país se crearan fábricas y se ensamblaran autos de distintas y prestigiosas marcas.

El 5 de febrero de 1975, se produjo una huelga policial que generó revueltas y saqueos en el centro histórico de Lima, lo que creó malestar y precipitaría la caída de Velasco. Meses después, ocurrió el Tacnazo, un golpe de Estado mediante el cual se convirtió en presidente de facto el general Francisco Morales Bermúdez el 29 de agosto en 1975.

Durante la segunda fase del gobierno militar, el presidente Francisco Morales Bermúdez se dedicó a revertir las reformas velasquistas, sometiéndose a los requisitos del Fondo Monetario Internacional. Aplicó paquetazos y reprimió las protestas sociales que se incrementaron producto de la inflación.

Morales Bermúdez asumió un país en una grave crisis económica tras las reformas velasquistas. La economía no llegó a mejorar en medio de una creciente inflación y recesión, así como el incremento del desempleo. Esta situación indujo a un alto descontento social, donde muchas personas de la clase obrera, particularmente las más cercanas a los gremios obreros, llegaron a ver en cada acción del gobierno una reversión de la revolución militar hacia una sumisión frente a las indicaciones del FMI. Hacia 1977, ya se reportaban poblaciones que recurrieron a alimentos de aves como medio de subsistencia ante la crisis.[cita requerida]

Fruto del descontento social fueron dos paros generales convocados por sindicatos como la CGTP. El primer paro se realizó el 19 de julio de 1977 cuyo objetivo era reclamar una mejora de la situación laboral y salarial, y el segundo en mayo del año siguiente, con un pliego de reclamos más amplio.

Era un programa similar al "Plan Inca",[1]​ pero a diferencia de este, el plan guiaba las medidas contrarreformistas del gobierno de Morales Bermúdez.

Ante esta presión, es convocada una Asamblea Constituyente en 1978, presidida por Víctor Raúl Haya de la Torre, líder histórico del APRA, la cual elaboró la Constitución de 1979, que fue el punto culminante y el reflejo de las reformas y procesos de cambio ocurridos a lo largo de estos años.

La dictadura finalizó con la convocatoria de las elecciones generales de 1980, en las que salió vencedor Fernando Belaúnde Terry, quien asumió el mando el 28 de julio de ese año, con lo que se concretó el regreso de la democracia y el fin de este período.

A fines de la dictadura militar, los crecientes problemas con el pago de la deuda externa y la ineficacia de la administración del Estado llevaron a la aparición de síntomas de crisis económica y a incubar problemas sociales que en años posteriores irían en aumento.

Durante la Primera Fase del Gobierno Revolucionario, se vivió un fuerte impulso del cine y la literatura peruana. En este periodo alcanzaron prestigio internacional jóvenes escritores peruanos como Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique y Julio Ramón Ribeyro, quienes tienen como temática la realidad nacional peruana. Además, aparecieron importantes iniciativas que masificaron la lectura en el Perú como la colección Populibros Peruanos, que publicó más de setenta títulos de literatura universal y peruana, o la Biblioteca Peruana de PEISA, que reeditó libros de historia y análisis de la realidad nacional.

Por otro lado, el cine peruano tuve un auge con temática indigenista gracias al financiamiento del gobierno revolucionario a través del Sistema de Apoyo a la Movilización Nacional (SINAMOS). Destacan películas como Runan Caycu (1973) de Nora de Izcue, que relata la lucha del líder indígena Saturnino Huillca y el docudrama Kuntur Wachana (1977) de Federico García Hurtado.

Las artes plásticas peruanas también fueron influenciadas por la revolución peruana, la Dirección de Promoción y Difusión de la Reforma Agraria auspició el nacimiento del "pop achorado" del artista Jesús Ruiz Durand, que creó afiches, logotipos y hasta cómics donde el campesino, el obrero y el indígena son protagonistas, tomando la estética del pop art y representando al indio peruano "achorado" como sinónimo de desafío e insolencia.[12]

La primera fase del Gobierno Revolucionario transformó profundamente las estructuras sociales del Perú, constituyendo su principal legado. La extensa y radical reforma agraria acabó con el régimen de servidumbre que sufrían muchos indígenas en las haciendas peruanas. Así mismo, se reivindicó la identidad cultural indígena del país, el quechua se convirtió en lengua oficial del Perú y se hizo un esfuerzo para evitar la desaparición de lenguas indígenas.

En el plano económico el gobierno militar acabó en una serie crisis económica, la estatización de las empresas petroleras, mineras, pesqueras, de los bancos y los medios de comunicación, crearon un inmenso aparato estatal que no pudo ser gestionado adecuadamente.

En el plano militar, se priorizó un fuerte gasto armamentístico, el Ejército y la Fuerza Aérea fueron modernizadas con la adquisición de fusiles, aviones, tanques y más material bélico proveniente de la Unión Soviética. Al terminar el gobierno revolucionario, Perú obtuvo una de las fuerzas armadas mejor equipadas de la región.



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