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Hitlerismo esotérico



En términos generales, la expresión ocultismo nazi se refiere al conjunto de prácticas y creencias religiosas sostenidas real o presuntamente por los nazis. Sin embargo, en un sentido más estricto es usada también para referirse a la influencia directa que tuvieron diversas corrientes ocultistas en el desarrollo del nazismo o, en todo caso, a las creencias e intereses espirituales de los líderes nazis.

Se sabe que altos mandos nazi como Heinrich Himmler, Richard Walther Darré, Rudolf Hess y Alfred Rosenberg, tenían un gran interés en el ocultismo. Las opiniones religiosas de Adolf Hitler han sido objeto de un exhaustivo análisis y debate. Era aficionado a la astrología, la mitología y la mística medieval.[1]

El nazismo era una ideología con gran contenido esotérico entre los círculos más elevados de sus seguidores. La Sociedad Thule fue una organización esotérica fundada por el alemán Rudolf von Sebottendorff. Se considera como la madre espiritual del nazismo, y a dicha organización perteneció como miembro permanente Rudolf Hess, y como miembros visitantes, Dietrich Eckart, Gottfried Feder, Adolf Hitler y Alfred Rosenberg.

Una vez en el poder, el Partido Nazi prohibió todos los grupos esotéricos incluida la Sociedad Thule.[2]​ Prohibió también la masonería y envió a muchos masones a campos de concentración. También cerró la Sociedad Teosófica de Alemania. Persiguió a los grupos neopaganos Ásatrú cuando se negaron a jurar lealtad al nazismo en sus ritos religiosos y prohibió otras muchas organizaciones místicas.

El nazismo respetó al budismo (incluso permitió la realización del primer congreso budista europeo en 1933,[3]​ y había una colonia de monjes budistas en Alemania),[4]​ se cree que esto fue por el interés que despertaba el budismo entre los nazis, especialmente el tibetano, por ejemplo, la Ahnenerbe (o Herencia de los ancestros) organizó por órdenes de Himmler dos expediciones al entonces Tíbet independente en 1931-1932 y en 1934-1936 bajo la dirección del biólogo Ernst Schäfer. El Ahnenerbe también patrocinó una tercera expedición (1938-1939) ante la invitación oficial del gobierno tibetano.[3]

Según el erudito Alexander Berzin:

Al final de la guerra en la batalla de Berlín incluso hubo pequeñas formaciones de monjes budistas que lucharon contra los soviéticos.[cita requerida]

Al respecto de la situación religiosa en el Reich, se llegó a ver a la religión como una fuerza que podía contribuir a repeler al marxismo ateo, y se llegaba incluso al punto de considerarlas como un instrumento de una dictadura antimarxista. En algunas opiniones religiosas de Hitler expresadas en su libro Mi Lucha, pretendió ganarse la simpatía del pueblo religioso alemán al decir que «los más importantes factores del mantenimiento de nuestro carácter nacional». Esta ideología contenía, en sus rasgos fundamentales, elementos de una religión sui generis en competencia con el cristianismo, los cuales se reflejaban con toda claridad en el movimiento iniciado por Mathilde Ludendorff «en pro de un conocimiento alemán de Dios acorde con la raza» y su correspondiente organización Ahnenerbe. La cuestión de la religión, vista como una manera de interpretar el mundo, estaba contemplada desde las ideas que relacionaban el código genético con el comportamiento espiritual de las razas y que sostenían la «adecuación racial» o grado de acomodación a la idiosincrasia de la raza que debía asumirla para la preservación de la identidad y la cultura nacionales. Así, bajo el régimen nazi, el programa de una «religión conforme a la raza» tuvo como una de sus metas despojar al cristianismo de todo rasgo judaico.[5]

Hitler también condenó públicamente este tipo de creencias ocultistas de origen pagano en repetidas ocasiones por considerarlas surrealistas y ajenas al movimiento nacional socialista.

Los conceptos clave incluyen el conocimiento sobre los orígenes de la raza aria (y su «pureza» ligada a los teutónicos o a las tribus germanas), y la superioridad de los arios por encima de todas las demás razas.

En el misticismo nazi, son importantes varios lugares como la Atlántida, Thule, Hiperbórea, Shambhala, Agartha y la estrella de Aldebarán, los cuales se consideran como los hogares originales de la raza aria y el superhombre.

Otra creencia habla sobre la raza maestra (Herrenrasse), la cual fue corrompida y debilitada por medio de la mezcla con otras razas consideradas inferiores.[cita requerida]

Asimismo, uno de los datos centrales que ilustra este conjunto de creencias, y uno de los que más popularidad ha cobrado, fue la búsqueda del Santo Grial por parte de los nazis. Otto Rahn, investigador que no contaba con la simpatía de la mayoría de jefes del NSDAP por su condición homosexual,[7]​ miembro de las SS y autor del libro La corte de Lucifer lo buscó en Montsegur, y el propio Heinrich Himmler acudió a Montserrat (Barcelona, España) el 23 de octubre de 1940, supuestamente en su búsqueda, acompañado de Karl Wolf, su jefe de Estado Mayor y mentor de Rahn, a quien introdujo en las SS. Himmler llevaba consigo la obra de Rahn (que había fallecido el año anterior), La corte de Lucifer, la cual ordenó distribuir gratuitamente entre los oficiales de alta graduación del cuerpo.[cita requerida]

Himmler concedía a ciertos elegidos un anillo (Totenkopfring) que, según algunos autores, indicaba un rango de iniciación en las creencias de tinte esotérico que caracterizaban a la alta cúpula de las SS, creencias que se traducían en rituales mágico-paganos que se practicaban durante los solsticios o equinoccios y propugnaban la exaltación de la raza aria.[cita requerida]

Otras de las prácticas que atraían el interés de algunos nazis eran el Espiritismo, el Mesmerismo-magnetismo, el significado de las runas y la astrología. Si bien el gobierno no exigía pertenecer a algún culto específico, es cierto que dentro de ciertos círculos de líderes influidos por las creencias paganas de Alfred Rosenberg, se propugnara un Neopaganismo como una contraposición al judeocristianismo, con Himmler como uno de sus principales adeptos. Himmler creía ser la reencarnación de Enrique el Cazador, fundador de la estirpe real de Sajonia en el siglo X, y entregado al paganismo, se proclamó adorador del dios Wotan.[cita requerida]

El interés por el Catarismo fue, sin embargo, otra nota dominante; Otto Rahn tenía a los Cátaros por legítimos guardianes del Grial y consideraba el Catarismo como una religión ecuménica y capaz de unificar Europa.[8]​ Rahn falleció el 13 de marzo de 1939, y una de las teorías, a la que en general se le ha concedido bastante verosimilitud, apunta a que habría muerto de frío en las montañas del Wilden Kaiser, cerca de Kufstein, practicando la Endura, una especie de suicidio ritual cátaro.[cita requerida]



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