Santa Irene de Tancor (ca. 635 - 653), fue una religiosa portuguesa nacida, según la tradición, en el área próxima a la actual ciudad de Tomar, Portugal, en el siglo VII. En portugués moderno se la conoce con el nombre de Santa Iria (acentuado Iría).
Una bella (y única) colección de azulejos en el interior de la iglesia de la localidad de Santa Iria de Azóia (municipio de Loures), nos narra con detalle la leyenda de esta santa.
Iria habría nacido de una familia influyente de la localidad de Nabância, tradicionalmente identificada con Tomar, aunque recientes estudios arqueológicos ya lo hayan descartado (la Tomar romana y visogoda se llamaba Selio, y Nabância ha sido situada a unos 2 km). Sus padres desde muy temprana edad decidieron protegerla enviándola a un convento, bajo la tutela de un venerable monje, al que la leyenda da el nombre de Remigio. Como sucede en multitud de historias de mártires, Irene mantuvo durante toda su vida la firme decisión de dedicar su vida solo a Dios.
Sin embargo, al crecer y alcanzar la pubertad, su belleza iba a causarle multitud de problemas, y a llevarla finalmente hacia la muerte. Tuvo que enfrentarse, en primer lugar, a las insinuaciones de su propio maestro el monje Remigio, a quien la joven regañó escandalizada, quedando el anciano resentido por la reacción de su pupila. Después le llegaron las desesperadas tentativas de un joven noble local llamado Britaldo, quien llegó al punto de enfermar por causa de su pasión hacia ella; para ayudarle a sanar, Irene prometió a Britaldo que no sería nunca de ningún hombre por razón de su voto de castidad.
Remigio aprovechó el momento para vengarse de Irene y, simulando pedirle la reconciliación, le dio a beber un brebaje que, al cabo de semanas, provocó una hinchazón en el vientre de la joven, de modo que comenzaron a correr los rumores de que se había quedado embarazada. Furioso Britaldo por sentirse engañado, contrató a un asesino, que apuñaló a Irene y arrojó su cuerpo sin vida al río Nabão, afluente del Zêzere, y este a su vez del Tajo.
Sigue la leyenda diciendo que el tío de Irene, el abad Celio, recibió del propio Jesucristo la revelación de la verdadera historia de lo que le había sucedido a su sobrina, así como de la ubicación de su cuerpo. Sea como sea, el caso es que el cuerpo de la mártir fue hallado y rescatado incorrupto del río Tajo por monjes benedictinos, muy cerca de la ciudad de Scalabis, y le dieron sepultura.
Sea cual sea el trasfondo histórico de esta leyenda, el hecho es que la devoción local por esta doncella, considerada mártir por ser fiel a su voto de virginidad, creció hasta el punto de que la ciudad de Scalabis acabó por verse rebautizada como Santarém (de "Santa Irene").
Cuenta la tradición que la reina Santa Isabel reencontró en el río Tajo la olvidada sepultura de Santa Irene seis siglos más tarde, al pie del promontorio donde se asienta Santarém, en el lugar donde hoy en día hay un monumento dedicado a la santa. En las cercanías de este monumento hay una iglesia dedicada a Santa Iria, situada en una freguesia (parroquia civil) de Santarém que también lleva su nombre.
Santa Iria es la patrona principal de la ciudad de Tomar, y su fiesta se celebra el 20 de octubre. En esta localidad se conserva una iglesia y un antiguo convento que, según la tradición, recuerdan el lugar específico donde la joven fue asesinada.
El asesinato de Iría, litografio de Manuel Macedo y Alfredo Roque Gameiro, 1904.
Iglesia parroquial de Santa Iria de Azóia, donde una colección de azulejos única narra la leyenda de la santa.
Detalle de los azulejos de la iglesia de Santa Iria de Azoia, donde se representa el asesinato de la joven.
Monumento junto al río Tajo, en Santarém, en el lugar donde se encontró el cuerpo de Santa Iria.
Iglesia de Santa Iria en la freguesia de Ribeira de Santarém.
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