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La consagración de Napoleón



La consagración (en francés Le Sacre de Napoleón) es una pintura de Jacques-Louis David, pintor oficial de Napoleón Bonaparte realizada entre 1805 y 1808. El cuadro tiene unas dimensiones de 629 x 979 cm y se conserva en el Museo del Louvre de París, Francia, si bien existe una réplica posterior en el Palacio de Versalles. La coronación y la consagración tuvieron lugar en Notre Dame de París, una manera para Napoleón de poner de manifiesto que era un hijo de la Revolución: designaba la capital como el centro político, administrativo y cultural de Francia.[1]

La obra fue encargada oralmente por Napoleón I en septiembre de 1804. David comienza su realización el 21 de diciembre de 1805 en la antigua capilla del colegio de Cluny, cerca de la Sorbona, que le sirve de taller. Asistido por su alumno Georges Rouget, le da el último toque en noviembre de 1807. Del 7 de febrero al 21 de marzo de 1808, se expone la obra en el Salón de pintura anual; en 1810, se presenta al concurso de los premios decenales. El cuadro sigue siendo la propiedad de David hasta 1819, año en que se cede a los museos reales. Estos lo almacenan en reserva hasta 1837. Se instala entonces en la sala de la Consagración del museo histórico del castillo de Versalles por orden del rey Luis-Felipe. En 1889, es enviado al museo del Louvre, y sustituido en Versalles por una réplica tardía autógrafa del pintor.

Napoleón Bonaparte dirige Francia desde 1799 como Primer cónsul. Impuso por etapas un fuerte poder personal. El régimen se hace aceptar por medio de plebiscitos.

El cuadro está recorrido por varias líneas directrices y respeta las normas del neoclasicismo. Una de las principales es la que pasa por la cruz y que tiene una orientación vertical. Todas las miradas parecen converger hacia Napoleón que está en el centro de la composición. Un eje diagonal va del papa a la emperatriz.

La escena se desarrolla el 2 de diciembre de 1804, en la catedral de Notre Dame de París. Napoleón se distancia aquí del protocolo de la monarquía de antiguo régimen y quiere romper con la herencia de la Casa de Borbón. Sin embargo, los distintos objetos recuerdan los símbolos reales: están presentes la corona y el cetro. El emperador es consagrado por la gracia de Dios, pero su coronación por mano propia simboliza su derecho a la corona por la voluntad del pueblo. En efecto, Napoleón nunca "arrebató" la corona de manos del papa, según el mito inventado por Adolfo Thiers y repetido erróneamente desde entonces. Este gesto estaba previsto en los preparativos oficiales y había sido aprobado por el papa.

El decorado arcaizante, el globo crucífero y la corona de laurel indican la fascinación de Napoleón a la vez por el imperio carolingio y el imperio romano. La presencia de altos dignatarios así como de la familia Bonaparte son los apoyos del nuevo régimen. Componen a la nueva nobleza de imperio (oficialmente fundado en 1808), de una nobleza basada en el mérito. Napoleón restablece una corte con una etiqueta y reside en los palacios de la monarquía francesa (Tullerías).

He aquí lo que dice la Sra. de Rémusat (extractos de Memorias de la Sra. de Rémusat, volumen 2, 1881), amiga de Josefina de Beauharnais:

Otro testigo describe la coronación en estos términos: (extractos de Memorias de una mujer de calidad, París, 1830):

El juramento en cuestión fue este:

El arte se puso al servicio de la nueva dinastía napoleónica, preparando la posteridad del emperador. Se trata de una obra de encargo y el cuadro fue expuesto en el museo Napoleón (futuro museo del Louvre).

La obra da prueba en primer lugar del interés de Napoleón en su proceso de creación: este último visitaba regularmente el taller de David para dar seguimiento la ejecución del cuadro. El Papa está representado sentado, más arriba que el emperador. Este último le vuelve la espalda. Se ha dicho que el sumo pontífice solo tiene un papel en segundo plano, pero no es así, puesto que previamente a la coronación llevó a cabo la consagración de Napoleón por medio de la unción de los Santos Óleos, dando personalmente la legitimidad espiritual al Emperador a quien, a pesar de las diferencias ulteriores, calificará más tarde de "héroe" recordando su restablecimiento de la religión católica por medio del Concordato de 1801.

La primera versión de la obra representaba al emperador coronándose a sí mismo, pero Napoleón juzgó la escena demasiado arrogante e irrespetuosa para la figura del Papa.

La convergencia de las miradas puede hacer pensar en la centralización del régimen, factible por la institución de los prefectos.

A continuación, el decorado y la pompa de los ornamentos muestran una voluntad de teatralización de la escena.

El pintor pretende mostrar la unión de los franceses en torno al Emperador. Se sabe realmente que la madre de Napoleón no había querido desplazarse en París para la ceremonia. Aun así, figura en el cuadro, en las tribunas.[1]​ Es necesario recordar también que las hermanas de Napoleón se habían negado a llevar el manto de Josefina. Sin embargo la familia sirve los intereses de la dinastía dirigiendo los territorios regidos por sus miembros: Luis en los Holanda, Jerónimo en Westfalia, José en España ...

Este cuadro es objeto de un capítulo de la obra semi-seria, semi-humorística Rubrique-à-brac Gallery. Paralelamente al documentado comentario de Marie-Ange Guillaume, Gotlib propone una divertida parodia de la obra de David.



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