Las manos son inocentes es una obra de teatro de José López Rubio estrenada en 1958.
El matrimonio formado por Paula y Germán, para afrontar sus penosas condiciones económicas, traza un plan para matar a un inquilino anciano alterando su medicación y sustraerle 60.000 pesetas.
Después, los remuerde la conciencia, y cuando llega el albacea del fallecido, Sr. Ramos, les pregunta por el dinero, y Germán, en un arrebato de arrepentimiento, lo entrega. Ramos lee entonces el testamento, en el que el anciano lega todas sus posesiones a la pareja por el trato amable que le dispensaron en vida.
Se descubre al final que el anciano ha muerto por accidente, pero eso no acaba con los remordimientos, y los esposos se prometen a sí mismos que jamás tocarán el dinero.
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