Longaví (del mapudungun lonko filu, "cabeza de culebra", nombre que conserva el territorio desde antes de la llegada de los españoles. Originalmente debió llamarse Lonkovilu o Lonkovilo, y que posiblemente sufrió una alteración fonética en los finales del siglo XVI), es una comuna y ciudad de Chile, ubicada en la provincia de Linares, en la Región del Maule.
Se emplaza en el sector oriente del Valle Central, destacando en ella la presencia de ríos como el Achibueno, Longaví y Liguay.
Hacia la Cordillera de los Andes se observa una gran cantidad de cerros y colinas boscosas que dan paso a montañas nevadas, siendo el principal atractivo el Nevado de Longaví. Debido a su aproximada cercanía a la ciudad de Chillán, desde este sector también son visibles los Nevados de Chillán, cordón montañoso característico de esta zona de la Región del Maule y la Región de Ñuble.
Integra, junto con las comunas de Cauquenes, Chanco, Parral, Pelluhue y Retiro, el Distrito Electoral N° 40 (Diputados), y pertenece a la 11ª Circunscripción Senatorial Sur (Linares).
La comuna de Longaví abarca una superficie de 1.453,83 km² y una población de 28.161 habitantes (Censo INE Año 2002), correspondientes a un 2,82% de la población total de la región y una densidad de 19,37 hab/km². Del total de la población, 13.512 son mujeres (47,98%) y 14.649 son hombres (52,02%). Un 77,96% (21.955 háb.) corresponde a población rural, y un 22,04% (6.206 hábs.) corresponde a población urbana. Uno de los principales pueblos de esta comuna corresponde a Miraflores, ubicado en la zona norte de la comuna, con una población de cerca de 3000 habitantes. La población estimada para el Censo de 2012 supera los 30 000 habitantes
En 2018, la cantidad de empresas registradas en Longaví fue de 373.
El Índice de Complejidad Económica (ECI) en el mismo año fue de 0,0, mientras que las actividades económicas con mayor índice de Ventaja Comparativa Revelada (RCA) fueron Cultivo de Remolacha (187,43), Servicios en Cementerios (124,28) y Venta al por Mayor de Maquinaria Agrícola y Forestal (114,19).La comuna de Longaví se encuentra ubicada en lo que antiguamente era la Hacienda de Longaví, la cual había sido dada a la Compañía de Jesús en 1639. Tras la expulsión de éstos, asume la propiedad el señor Mateo Sotomayor. En 1904 se conforma la Villa de Longaví, la cual sería oficialmente fundada en 1937.
Desde el punto de vista histórico y desde el inicio de la colonización de sus tierras, en la zona de Longaví se formaron dos grandes estancias: primero, la estancia de Catentoa durante el gobierno de Rodrigo de Quiroga (1575-1580), a la cual estuvo íntimamente unida desde su creación la Estancia Real o de Vacas del Rey, fundada por Alonso de Ribera en su primer período de gobierno (1601-1605); y en segundo lugar, la estancia o hacienda LongavÍ propiamente tal, formada por las mercedes de tierras que dieron en diferentes épocas los gobernadores a la Compañía de Jesús, y la que tuvo en su poder como dueños absolutos hasta el año 1767.
El primer gobernador del reino que inició las mercedes de tierras a los Jesuitas en Longaví fue Francisco Laso de la Vega. Efectivamente, por título fechado en 29 de mayo de 1639, les dio una buena porción de tierra longaviana cuyo número de cuadros no se puede precisar por desconocer el título original. Al mes siguiente, la autoridad máxima de la congregación tomó posesión de sus tierras ante el corregidor, capitán Andrés García de Neira, acaudalado terrateniente maulino que tenía el dominio de la gran estancia de San Nicolás de Libún, en la margen derecha del río Maule.
Muy pronto a esta primera merced siguieron otras que fueron incrementando la superficie de las tierras. El gobernador Francisco López de Zúñiga, marqués de Baides, muy afecto a la Compañía de Jesús, les proporcionó en 1641 una extensión de 1500 cuadras contiguas a la merced de Laso de la Vega. La toma de posesión se hizo, en esta ocasión, ante el corregidor de Maule el capitán Cristóbal de Amaya. Posteriormente, durante el Gobierno interino de Alonso de Córdoba y Figueroa, ampliamente vinculado a la tierra maulina por su cónyuge que pertenecía a los Salgado de Ribera, dueños de las tierras de Llollehue, les hizo merced de dos nuevos títulos en la misma zona de dos mil cuadras cada uno, fechados el 9 y 11 de noviembre de 1649. La posesión les fue dada, en esta ocasión, por la primera autoridad regional Pedro de Mier Arce y Fernández Gallardo, que al igual que sus antecesores en el cargo, García de Neira y Amaya, era también terrateniente de Maule. Según los títulos indicados, al mediar el siglo XVII los antiguos jesuitas ya eran dueños de más de 5.500 cuadras de fértiles planos en Longaví, y a las anteriores habría que agregar otros terrenos de demasías de los títulos, de abundante y excelente montaña, situados hacia la parte oriental de los terrenos planos.
Por aquellos años los jesuitas realizaron variadas construcciones en la tierra longaviana, por lo general, sus edificios del siglo XVII se levantaron de empalizadas de barro y techos de paja, con una pequeña resistencia para soportar los vientos del invierno, las prolongadas lluvias y para evitar la ruina de sus construcciones de los movimientos sísmicos que sacudían periódicamente nuestro territorio. En sus diferentes propiedades tenían excelentes talleres en los que enseñaban a sus obreros y a los miembros de la comunidad campesina las primeras nociones de trabajos de artesanía lugareña, y si éstas ya existían, enseñaban a perfeccionar sus métodos. A comienzos del siglo XVIII contaban con buenos maestros albañiles y carpinteros para realizar sus construcciones, para tal objeto aprovechaban las nobles maderas de los bosques vírgenes que se conservaban en todo su esplendor. Poseían también obrajes de adobes y tejas, elementos tan primordiales para construir sus conventos, iglesias y otras dependencias.
En un suave lomaje construyeron una gran iglesia con su sacristía, junto a la misma tenían su convento y clausura de 17 varas de largo por 8 de ancho provisto de su respectivo corredor. Tenían además, una extensa casa de 53 varas de largo por 6 de ancho, también con corredor, y un galpón con su respectiva fragua en el que almacenaban sus productos. A dos cuadras de distancia de estas construcciones, que eran el centro activo de la hacienda, se levantaban dos molinos para la molienda del trigo que no sólo prestaba servicios para la propia hacienda, sino también a todos sus convecinos. Desgraciadamente, hoy ningún vestigio se conserva y es imposible saber detalles de los religiosos de la hacienda, sin embargo, se tiene registro de dos administradores: el padre Lorenzo Barros en 1716, y el padre Pascual Miranda en 1767, año de la expulsión de la orden. Como ya se dijo, no quedan vestigios materiales de la presencia de estos antiguos jesuitas, sin embargo, una gran piedra simbólica ubicada en la actual plaza de la comuna, recuerda el paso de los esforzados y abnegados religiosos por las tierras longavianas.
Por el carácter misionero de los religiosos, desde el primer momento que llegaron a Longaví fueron eficaces colaboradores de los curas doctrineros de Loncomilla o de la Isla de Maule. La evangelización se desparramó por todo el territorio o jurisdicción parroquial, estaba dirigida tanto a los indígenas regionales como a satisfacer las necesidades espirituales de los miembros de la comunidad hispana radicados en la zona a contar del año 1600. En temporadas de verano y otoño los religiosos abandonaban su convento longaviano y marchaban a misionar a lejanos lugares del partido de Maule. Muchas veces aprovechaban las corrientes de los ríos y en frágiles embarcaciones se deslizaban corrientes abajo a determinados lugares maulinos con gran riesgo de sus propias vidas. A los Jesuitas longavianos no les amedrentaban los obstáculos o peligros, y dieron suficientes pruebas de ser hombres valientes en el fiel desempeño de su obra misional. En su iglesia longaviana administraban los sacramentos del bautismo y matrimonio de los habitantes entre los ríos Achibueno y Longaví, hay constancia en el archivo parroquial del Sagrario de Linares, a contar del año 1742. Fue tanta la fraternidad y afecto a los jesuitas en estas tierras, que los comarcanos pedían a sus deudos que a su muerte sus restos mortales fueran sepultados en la iglesia de la Compañía de Jesús de Longaví. Esta perfecta armonía entre religiosos y trabajadores lugareños, también se comprueba cuando estalló en Tomeco la sublevación indígena de 1655, en que los servidores indígenas de la hacienda no se plegaron junto a sus hermanos de raza en la acción devastadora del territorio comprendido entre los ríos Maule y Biobío, por el contrario, los indígenas labradores defendieron la tierra en que trabajaban, sus sembrados, sus animales y a los propios dueños de la hacienda.
Luego de la expulsión de los jesuitas de Chile no se realizó venta de la hacienda debido a que los interesados no contaban con el capital necesario, es así que Agustín Prado y Rojas se adjudica por remate público, el arrendamiento de la hacienda desde los años 1768 a 1771.
Después del arrendamiento se efectuó la venta en una subasta pública realizada en Concepción, la hacienda fue adjudicada al talquino Ignacio Javier Zapata y Morales de la Cámara, en la cantidad de 85.000 pesos, y la posesión material se le dio el 14 de diciembre de 1777. El segundo propietario de la hacienda en las postrimerías del siglo XVIII fue José de Urrutia Mendiburu, acaudalado vecino de la ciudad de Concepción.
Hasta mediados del siglo XIX y antes de realizarse su primera gran división territorial, la hacienda Longaví era considerada como una de las pertenencias agrícolas más extensas de todas aquellas existentes en el Valle Central de Chile. En 1767 se estimaba que su superficie era cercana a las cien mil cuadras de terrenos de diferentes calidades, y se precisaba aún, que en vista de sus montañas muy abundantes de vegetales y la distancia y altura de los terrenos de cordillera, era muy difícil verificar su verdadera extensión. La primera gran hijuelación se realizó con anterioridad al año 1851, con ocasión del juicio de partición de bienes de la Comunidad Urrutia Manzano, fue efectuada por Agustín Méndez, agrimensor y exadministrador de la hacienda. De acuerdo al conocimiento que tenía de las tierras, procedió a dividir la hacienda en ocho grandes hijuelas que recibieron el nombre del número a que correspondía en el plano confeccionado con ese fin. Estas primeras subdivisiones y posteriores subdivisiones de la hacienda fueron las siguientes:
La ciudad de Longaví se encuentra ubicada al costado oriente de la Ruta 5 Panamericana, destacándose por ser una ciudad construida bajo la forma clásica de las ciudades coloniales, plano damero, en manzanas. Longaví tiene la particularidad de ser junto a Talca y una parte de Viña del Mar, las únicas ciudades chilenas en tener las calles numeradas según sus puntos cardinales. Habiendo seis manzanas desde poniente (costado de la Ruta 5 Sur) a oriente y alrededor de doce manzanas de norte (ribera sur del río Liguay al sur). En la última década la expansión de la ciudad se ha prolongado hacia el poniente, más allá del eje vial, formándose Villa Longaví. También hacia el suroriente de la ciudad se han construido una serie de conjuntos habitacionales. La Plaza de Armas de Longaví, es el centro de la ciudad, en su lado este, se encuentran las dependencias de la Ilustre Municipalidad de Longaví, el Teatro Municipal de Longaví y también la sucursal del Banco Estado. En su lado sur se encuentra la Parroquia San Lorenzo, dependiente de la Diócesis de San Ambrosio de Linares. Otros sitios importantes de la ciudad son el Complejo Deportivo Municipal, ubicado en la calle 1 Sur, entre 2 y 3 Oriente, que cuenta con una Piscina, Gimnasio, Canchas de Tenis y de Fútbol.
Longaví cuenta con múltiples establecimientos educacionales públicos de educación básica en varios sectores rurales, así como la Escuela Juan de la Cruz Domínguez, que está ubicada en la ciudad. Con respecto a los establecimientos de educación media, en Longaví se cuentan tres.
Luego de que el cargo quedará vacante, después de la renuncia del alcalde Mario Briones Araice, el concejo municipal de Longaví llevó a cabo una votación para elegir a un alcalde provisorio, hasta la nueva elección municipal, entre los integrantes del mismo concejo. Para que un concejal fuese elegido como el nuevo alcalde debía tener una mayoría absoluta de 4 votos entre los candidatos; en el caso de que no hubiese ganador en primera instancia, pasarían a una segunda votación los dos concejales con más votos y en caso de que la segunda votación tampoco diera un ganador, el concejal que asumiría como alcalde provisorio, será quien obtuvo mayor votación en las últimas elecciones municipales.
Luego de que en ambas votaciones los concejales mantuvieran sus votos y no dieran ganador alguno, el concejal que debió asumir como alcalde provisorio, fue quién obtuvo la primera mayoría en votos de las elecciones municipales del año 2012, este es Gonzalo Jara Reyes (PPD).
En las elecciones municipales de 2016 resultó elegido el derechista Cristian Menchaca Pinochet (UDI) con el 53,09% de los votos, derrotando así al candidato de la Nueva Mayoría y alcalde provisorio hasta ese momento, Gonzalo Jara Reyes (PPD), quien obtuvo el 46,91% de los votos.
El actual concejo municipal año 2016-2020 está compuesto por 6 concejales:
La semana miraflorina es una de las principales fiestas de la comuna y se celebra todos los años en el mes de febrero en el pueblo de Miraflores, fiesta organizada por el Centro Cultural Renacer. Esta fiesta se realiza desde 1989 y se disputa campeonatos de baby futbol, tenis de mesa, rayuela entre otras actividades, culminando con una gran fiesta. Este gran evento congrega a cientos de personas quienes disfrutan del verano en Miraflores y sus alrededores.
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