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Manuel de Landa



Manuel DeLanda (Ciudad de México, 1952) es un escritor, artista y filósofo mexicano radicado en Nueva York, quien cuenta con una muy variada y excepcional obra multidisciplinar. Ha escrito intensamente acerca de dinámicas no lineales, teorías de auto-organización, vida e inteligencia artificial (A.I), teoría del caos, arquitectura e historia de la ciencia. Actualmente, DeLanda es profesor de la Escuela de Graduados de Columbia University en Nueva York en el área de arquitectura y es titular de la Cátedra Gilles Deleuze en la European Graduate School en Saas-Fee, Suiza.[1][2][3][4]​ Se trasladó a New York en 1975 donde se hizo director de cine. En 1980 se interesó por la informática, fue programador pionero y realizó arte digital, volviéndose uno de los más destacados teóricos en el campo de la cibernética.

En 1975, Manuel DeLanda llegó a la Ciudad de Nueva York para estudiar cine. Al tercer año de carrera, logró que sus películas fuesen exhibidas en la Bienal del Museo Whitney y posteriormente, en 1979, uno de sus cortos fue elegido para el Festival de cine de Nueva York. Sin embargo, decidió dejar la carrera por las exigencias de tiempo.

Más tarde, DeLanda decidió reinventarse y adquirió una computadora Cromemco de 64k (la cual debía ser previamente ensamblada para su uso). Al no haber software disponible para la máquina, de Landa comenzó a interesarse en la programación, iniciando en Basic para continuar en Pascal.[5]

Estas dos etapas de su vida, en adición a su interés por las matemáticas y la filosofía francesa (particularmente de Deleuze, Foucault y Guattari), lo impulsaron finalmente a dedicarse a la filosofía. En 1981 escribe un primer ensayo titulado Wittgenstein at the Movies (Wittgenstein en el cine), y entre 1986 y 1989 escribió su libro War in the Age of Intelligent Machines (La guerra en la era de las máquinas inteligentes). Más tarde, en 1997, publica A Thousand Years of Nonlinear History (Mil años de historia no lineal), en donde hace un profundo análisis sobre la historia humana, la cultura y la relación que existe entre ambas, abordando perspectivas de naturaleza geológica, biológica, ecológica, tecnológica y social.

Tras mudarse a Nueva York, DeLanda realizó varias películas experimentales entre 1975 y 1982, algunas como parte de un curso de licenciatura en la Escuela de Artes Visuales. Durante su estancia en ella, DeLanda estudió con la videoartista Joan Braderman, con quien contraería matrimonio en 1980 y colaboraría en varias obras (como Joan Does Dynasty [1986] de Braderman, Raw Nerves [1980] de DeLanda e Ismism [1979]), antes de divorciarse en un momento indeterminado.

Influenciadas por el movimiento No Wave, las películas de Super 8 y 16 mm de DeLanda también sirvieron como aproximaciones metódicas y teóricas a dicho formato.[6]​ Las retiró de la circulación después de que se perdieran los negativos originales. Finalmente, en 2011, Anthology Film Archives las restauró y reeditó.

Citado por el cineasta Nick Zedd en su Manifiesto del Cine de la Transgresión, DeLanda se asoció con muchos de los cineastas experimentales de este movimiento con sede en Nueva York. En 2010, apareció en el documental retrospectivo Blank City de Céline Danhier.[7]​ Gran parte de su obra se inspiró en su incipiente interés por la filosofía continental y la teoría crítica; una de sus películas más conocidas es Raw Nerves: A Lacanian Thriller (1980).[8]

Tras pasar a la síntesis no determinista de la teoría baudrillardiana y deleuziana, a las técnicas de mando y control y a las preocupaciones materialistas de los sistemas complejos y la vida artificial (incluidos los autómatas celulares) que conformarían "Policing the Spectrum" (1986) y War in the Age of Intelligent Machines (1992), DeLanda había abandonado en gran medida, a mediados de la década de 1980, sus intereses por "las ideas postfreudianas del inconsciente... así como cualquier interés por la teoría del cine".[6]

DeLanda está fuertemente influenciado por el pensamiento de Gilles Deleuze y Felix Guattari. Es uno de los representantes del nuevo materialismo, reinterpretando y reelaborando la filosofía y los conceptos de Deleuze. De Landa afirma que la ciencia puede estar al servicio de la filosofía siempre que esta sea materialista, pues la filosofía fenomenológica no lleva a nada más que a una especulación vacua de la realidad.

Para conocer la realidad, primero hay que estar conscientes de nuestra materialidad, haciéndola nuestra y comprendiéndola. La morfogénesis (del griego ‘morphê’, forma y ‘génesis’ creación, literalmente el “origen de la forma”) es, en su filosofía, la producción de estructuras estables surgidas de flujos materiales y representa un concepto fundamental para la comprensión de dicho materialismo.

Este nuevo tipo de materialismo se basa en los tres estados de la materia –que coexisten sin eliminarse mutuamente–, asegurando que el líquido es el más interesante, pues se reinventa, se auto-organiza, cambia y crea su propia forma. Esta idea también la aplica a una teoría sobre la ética, la historia, el caos, complejidad social y el arte.

Pronunciándose en contra del uso y sacralización de un solo método, el científico, De Landa habla de tres tipos de razonamiento o estrategias explicativas que en filosofía deberían usarse conjuntamente para una comprensión más clara y profunda de un sistema o fenómeno.

Surgió con Darwin y Mendel y sus descubrimientos sobre selección natural y herencia genética. Este tipo de razonamiento se basa en el factor evolutivo de organismos o sistemas. La regla general que De Landa utiliza para explicarlo es: “Cualquier población de replicadores variables emparentados con algún filtro conducen a la evolución”.[9]​ Hay cuatro elementos clave dentro de esta forma particular de pensamiento. A saber:

Esta parte del método es utilizado por Deleuze para hablar de los fenómenos, sistemas o cosas en sí, no de sus orígenes, de su funcionamiento, ni comportamiento.

Proviene de la termodinámica, disciplina científica surgida en el siglo XVI que revolucionó la concepción de las máquinas, pues, a diferencia de los mecanismos de cuerda que hasta ese entonces habían existido, la moción y energía provenían de la máquina misma.

Este pensamiento parte del principio de que la energía es necesaria para el funcionamiento de todo. Esta, si es añadida a los factores propios del pensamiento poblacional, propiciará la morfogénesis, la creación de cuerpos biológicos y no biológicos en donde se dan intercambios de energía.

Para explicar lo anterior, De Landa retoma la distinción de las magnitudes en la termodinámica: las extensivas y las intensivas. Las primeras son divisibles (volumen, área, longitud, etc.), mientras que las segundas no (presión, temperatura, velocidad, densidad, concentración, etc.). Lo que las magnitudes intensivas aportan a este estudio, es que, cuando en éstas se producen diferencias, como lo sería el cambio de temperatura, se generan cambios y flujos en los procesos, movimiento. De esta forma, las diferencias intensivas funcionan como combustible no sólo en dichos procesos, sino también en otros de mayor escala, como en la historia, el clima, la economía y la evolución.

Las propiedades o magnitudes intensivas también presentan umbrales o puntos críticos. El agua por ejemplo, presenta dos, al calentarse hasta los 100º C y al enfriarse hasta los 0º C: evaporación y solidificación. Son puntos en los cuales las variaciones en cantidad son también variaciones de cualidad, mismas que se pueden desembocar en eventos morfogénicos.[10]​ La dimensión intensiva del método es utilizada para explicar los orígenes de los entes.

El pensamiento topológico es utilizado para calcular espacios de posibilidad, o sea, todo fin posible de una cosa en términos de cambios. Todo lo material posee capacidades y tendencias. Las capacidades pueden ser reales, en tanto que verdaderamente suceden, o virtuales, que no han sucedido ni en el paso ni el presente, pero tienen el potencial de suceder. Esta estructura del espacio de posibilidades puede ser representada gráficamente, por medio de los avances en la medición de espacios tridimensionales logrados por Friedrich Gauss y Bernhard Riemann. Por medio de un aditamento teórico, lograron deshacerse del plano cartesiano como referencia para la medición de dichos espacios, al utilizar como variable la curvatura inmediata y sus cambios. A este cambio de curvatura, DeLanda le llama “velocidad de devenir”, ya que, si la variedad se utiliza como método de representación, mostrará cómo las los sistemas que con ella se calculan cambian y devienen en algo más.

Los espacios fásicos juegan un importante papel en este modelo, ya que representan los espacios de estados posibles. Para lograr la representación primero se necesita identificar las variables relevantes que repercuten en el sistema. Un péndulo, en este caso, podría variar en velocidad y posición. Posteriormente se debe crear una variedad con tantas dimensiones como grados de libertad (variables) tenga el sistema para después, con puntos distribuidos en este espacio denominados series de estados (trayectorias formadas por “estados del sistema”, que representan puntos en el espacio de posibilidades), trazar el espacio de posibilidad completo; un espacio que dará posible respuesta al comportamiento de sistemas más complejos al acercarse estas trayectorias a los atractores ubicados en un punto de la variedad. Los atractores representan estados estables, de equilibrio o el casi equilibrio del sistema. Sin embargo, si a un sistema se le estudia desde su punto de equilibrio absoluto, no se desplegará su repertorio completo de capacidades virtuales.

Estos tres tipos de razonamiento deben ser utilizados en conjunto para poder aprehender planamente un sistema y su funcionamiento al proporcionar una visión no linear de su desarrollo.

En este libro, DeLanda traza la historia de la guerra y la tecnología a través de la utilización de armas y bombas inteligentes y su relación con la deshumanización de la guerra, la mistificación de tecnologías, la obsesión de la vigilancia y la conversión de un conflicto en entrenamiento.

DeLanda habla de los procesos históricos como cambios de estado. Al hablar del pensamiento intensivo, se refiere a umbrales críticos como el origen del cambio. La historia, pensada bajo esta lógica, obedecería también a transformaciones, específicamente de estado.

Según DeLanda, ha habido dos modelos historiográficos: el basado en la física (específicamente en la termodinámica) y el basado en el evolucionismo. Sin embargo afirma que ambos se han visto limitados, pues el primero responde siempre en términos de equilibrio, y el segundo en términos del “mejor diseño”, dejando así sólo una posible vía para los eventos históricos. De este modo, la propuesta sería alejarse del equilibrio y de la búsqueda del mejor diseño para tener más posibilidades históricas, tomando en cuenta las fluctuaciones menores y propiedades emergentes como determinantes de cambios o bifurcaciones en los sistemas.

DeLanda estructura el libro en tres capítulos, cada uno con una distinta narrativa histórica que abarca el periodo de mil años del siglo XI al XX.

DeLanda habla de los procesos históricos como cambios de estado. Al hablar del pensamiento intensivo, se refiere a umbrales críticos como el origen del cambio. La historia, pensada bajo esta lógica, obedecería también a transformaciones, específicamente de estado.

Según DeLanda, ha habido dos modelos historiográficos: el basado en la física (específicamente en la termodinámica) y el basado en el evolucionismo. Sin embargo afirma que ambos se han visto limitados, pues el primero responde siempre en términos de equilibrio, y el segundo en términos del “mejor diseño”, dejando así sólo una posible vía para los eventos históricos. De este modo, la propuesta sería alejarse del equilibrio y de la búsqueda del mejor diseño para tener más posibilidades históricas, tomando en cuenta las fluctuaciones menores y propiedades emergentes como determinantes de cambios (bifurcaciones) en los sistemas.

En éste, DeLanda habla de las ciudades como ecosistemas simplificados. La narrativa se enfoca en los flujos de materia orgánica como gérmenes, plantas y animales. Se trata a las empresas coloniales como medios que “reorientan los flujos de alimentos hacia los territorio de las ciudades” y como “medios por el cual los genes de múltiples especies no humanas han invadido y conquistado ecosistemas extraños”.[11]

Se habla del flujo de los materiales lingüísticos, del porqué algunas lenguas lograron predominar frente a otras por medio de la fluidez, a diferencia del estado pétreo de, por ejemplo, el latín culto, que se solidificó al estandarizarse.

Obra en la que DeLanda defiende un acercamiento hacia la obra de Deleuze con un interés particular por la filosofía de la ciencia. En él, explora las posibilidades que la matemática contemporánea ofrece para entender el caos existente en todo orden ontológico, así como dedicar espacio para revisar las nociones de espacio, tiempo y causalidad.

Es un intento de DeLanda por desafiar el paradigma sociológico de realizar análisis fructíferos por medio de la reducción del estudio en pequeña y gran escala, o sea, desde las acciones particulares de los individuos hasta el comportamiento de las sociedades como un todo. Utiliza la teoría de ensamblajes de Deleuze para estudiar a las entidades sociales a todas las escalas.

Aquí se revisa pormenorizadamente la Teoría del Ensamblaje como tal, tanto en su justificación teorética como en su aplicación práctica a saberes de primer orden.

Obra en la que DeLanda pretende reconciliar al materialismo con la fenomenología. Mediante la unión entre el campo científico (con saberes de primer orden de diverso tipo), el herencia conceptual de “la mente encarnada”, así como del instrumental teórico de la matemática aplicada (particularmente de la teoría de los sistemas dinámicos); DeLanda busca hacerse cargo de las preocupaciones epistemológicas del realismo de nuevo cuño, siendo su propuesta epistemológica una que pretende estar a la altura de los desarrollos en materia de investigación cognitiva del siglo XXI.



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