Maqueto (del euskera makito o maketo) es el nombre despectivo que recibieron las personas que emigraron desde otras regiones de España a Vizcaya, y en general al País Vasco, a partir del último tercio del siglo XIX, como consecuencia del intenso proceso de industrialización que experimentaron estos territorios. El término tenía un sentido peyorativo, que fue extendido por Sabino Arana, fundador del nacionalismo vasco, a todos los españoles —España era «Maquetania»— a quienes consideraba los responsables de la «degeneración» de Vizcaya y de «Euzkadi» —un neologismo inventado por él—.
En el último tercio del siglo XIX Vizcaya experimentó un rápido proceso de industrialización basado en la minería del hierro y en la siderurgia. Una de sus consecuencias fue la llegada de miles de emigrantes procedentes de otras provincias. En el censo de 1877 ya se aprecia el peso de la población emigrada que supone el 19,5% del total —mientras que en Guipúzcoa, por ejemplo, sólo representaba el 9%—, pero este porcentaje era muy superior en el área minera y urbana de Bilbao, mientras que se mantenía bajo en las zonas rurales —este contraste se puede apreciar en el porcentaje que presentaban localidades como Guernica, el 5,8%, frente al 38% de Bilbao, el 36% de Baracaldo, el 41% de Santurce o el 65% de San Salvador del Valle—. La emigración es la que explica el gran crecimiento demográfico de Vizcaya en esos años, cuya población pasó de 195.864 habitantes en 1877 a 311.361 en 1900 —Bilbao de 50.000 a 90.000—, alcanzando una densidad de población de 141 habitantes por kilómetro cuadrado, que era similar a la de otras zonas industriales europeas.
La inmensa mayoría de la mano de obra empleada en las minas y en las fábricas era foránea, en tanto que los vizcaínos ocupaban los puestos de capataces y otros cargos intermedios, además de que eran también vizcaínos los dueños de las mismas. Así lo explicaba un informe elaborado por el Instituto de Reformas Sociales en 1904 sobre los trabajadores de las minas:
En el mismo informe se distinguía entre los obreros, foráneos o no, con residencia estable, y los ambulantes, casi siempre por un período inferior a tres años, y que vivían en unas condiciones penosas sometidos a los capataces.Facundo Perezagua —un individuo «magro, enjuto, indómito, posible descendiente de judíos toledanos (por su aspecto físico)..., actúa de fermento revolucionario en el paraíso cristiano de las minas vizcaínas», escribe el socialista Julián Zugazagoitia, que en 1886 constituyó la primera agrupación socialista en Bilbao, cuyos miembros también eran emigrantes, y a la que siguieron las de Ortuella (1887), La Arboleda (1888), Sestao (1888), Las Carreras (1890), San Salvador del Valle (1891), Gallarta, Begoña, Erandio (1896).
En este contexto nacieron las primeras organizaciones obreras hasta entonces inexistentes en Vizcaya —y en el País Vasco—. Fueron obra de los socialistas encabezados por un hombre llegado de fueraLa irrupción del movimiento socialista en la sociedad vizcaína tuvo lugar en mayo de 1890 con la huelga general minera, en la que los obreros recurrieron a la violencia para extenderla y que acabó con la victoria de los mismos al conseguir disminuir la jornada de trabajo. Los conflictos laborales graves y las huelgas eran un fenómeno prácticamente desconocido en Vizcaya —y en el País Vasco—, que hasta entonces había vivido en una especie de «dulce arcadia», en palabras del socialista Zugazagoitia. Como ha señalado Ricardo Miralles, al término de la huelga «adquirieron carta de naturaleza, ante los atónitos y desconcertados ojos de la opinión ciudadana y de los medios oficiales, varios fenómenos encadenados: la cuestión social, como la llamó la prensa burguesa de la época; la hegemonía del socialismo organizado, al que los patronos mineros negaron sistemáticamente su representatividad, y, sobre todo, la práctica de un tipo de presión obrera para obtener el éxito en sus reivindicaciones que rompió bruscamente la estabilidad social tradicional. Desde aquel momento, la historia de Vizcaya dio un giro que la situó en el ámbito del conflicto social contemporáneo por excelencia, el conflicto obrero».
Para designar a los obreros que venían de fuera, los capataces de las minas utilizaron denominaciones despectivas como «nuestros chinos», y las más claramente racistas de «belarri-motxas» («orejas cortas», por referencia a los no vascos) o de azur baltzak («negros o liberales en los huesos», expresión que procede del carlismo). La más usada, sin embargo, fue la de «maquetos», que también era empleada por los patronos y por otros grupos sociales y políticos, tal como lo denunciaron los socialistas, entre los que destacó el joven Miguel de Unamuno que escribió varios artículos sobre el tema en el periódico socialista La Lucha de Clases, y más tarde, en el diario liberal El Heraldo de Madrid. En uno de esos artículos Unamuno decía:
Ainhoa Arozamena recoge la idea de que el apelativo maqueto proviene de la zona minera vizcaína y cita a Sabino Arana para corroborarlo, quien escribió que su uso inicialmente estaba restringido a la zona «desde Galdácano hasta Portugalete y desde Munguía hasta Valmaseda». Así, según Arozamena, «maqueto» derivaría de la palabra o voz vizcaína makutua, que significa envoltorio, ya que los mineros naturales del País Vasco llamaban makutuak a los venidos de fuera, «queriendo significar con la citada palabra «los del envoltorio», o los de la casa a cuestas». Esta misma interpretación es la que hace Juan José Solozábal, que dice que el «vocablo, con intención despectiva, se aplicaba a los obreros inmigrantes que llegaban de otras provincias para trabajar en las minas con su pobre hatillo, o maco, a la espalda"».
Sin embargo, también se ha señalado que la palabra «maqueto» podría derivar de la voz «regional del noroeste de origen desconocido, probablemente prerromano» magüeto, como aparece en el Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, o del meteco ('extranjero') de la antigua Atenas.
El padre del nacionalismo vasco Sabino Arana identificó el «ser» de la «nación vasca» —entendida ésta de forma esencialista, y por tanto, independiente de la voluntad de sus habitantes— con la religión católica y la raza vasca —la lengua, el euskera, aparecía en segundo término, de ahí que escribiera en el opúsculo Errores catalanistas (1894): «si nos dieran a elegir entre una Vizcaya poblada de maquetos que sólo hablasen el euskera y una Vizcaya poblada de vizcaínos que sólo hablasen el castellano, escogeríamos sin dubitar esta segunda porque es preferible la sustancia vizcaína con accidentes exóticos que pueden eliminarse y sustituirse por los naturales, a una sustancia exótica con propiedades vizcaínas que nunca podrían cambiarla»—.
Según Arana los vizcaínos —como el resto de los vascos, definidos todos ellos racialmente, no lingüística ni culturalmente— habían ido «degenerando» en un dilatado proceso que culminaba en el siglo XIX con la subordinación de los Fueros a la Constitución española —«el año 39 cayó Vizcaya definitivamente bajo el poder de España. Nuestra patria Vizcaya, de nación independiente que era, con poder y derecho propios, pasó a ser en esa fecha una provincia española, una parte de la nación más degradada y abyecta de Europa», escribió Arana en 1894— y con la «invasión» de los inmigrantes españoles —los maquetos— que habían traído con ellos las ideas modernas antirreligiosas, como «la impiedad, todo género de inmoralidad, la blasfemia, el crimen, el libre pensamiento, la incredulidad, el socialismo, el anarquismo...»—, además de haber provocado el retroceso de la lengua vasca.Cánovas de Castillo (que, asimismo, era racista) promulga la constitución española de 1876 que socava aún más las instituciones y leyes propias de los vasco-navarros peninsulares.
En un artículo significativamente titulado «Nuestros moros» afirmó: «El maqueto: ¡he ahí al enemigo!». Posteriormente, el 30 de junio de 1876,De esta forma, como ya observó en su tiempo Miguel de Unamuno (quien, como hijo de su época, también era racista) , el «antimaquetismo» se convirtió en el eje sobre el que giraba el nacionalismo sabiniano, expresando con él el rechazo a las consecuencias de la industrialización, entre las que destacaba la «invasión maqueta», por parte de las clases medias y populares apegadas a la cultura tradicional.
Arana identificó a los maquetos con los españoles —«en una palabra, es maqueto todo español, sea católico o ateo; y Maquetania, toda España con sus islas adyacentes», escribió— extendiendo las depravaciones y vicios que se atribuían a los inmigrantes maquetos al conjunto de los españoles. De esta forma Arana convirtió al maqueto en la contrafigura del vizcaíno —y del vasco—, cuya presencia era la responsable de la «degeneración» que estaba experimentando la sociedad vasca.
«La sociedad euskerina, hermanada y confundida con el pueblo español, que malea las inteligencias y los corazones de sus hijos y mata sus almas, está, pues apartada de su fin, está perdiendo a sus hijos, está pecando contra Dios», escribe Arana. Un ejemplo del antimaquetismo es la cruzada que emprende Arana en contra del españolista baile «agarrao» —que para él sintetizaba la «depravación» a la que había llegado la «raza española»— contrapuesto al baile tradicional vizcaíno. Así lo explicó en el artículo ¿Qué somos? publicado en el periódico Bizkaitarra:
La comparación la extiende a la familia:
Las descripciones que hace Arana de los maquetos/españoles van cobrando tintes cada vez más negativos, como en el artículo Un pueblo caracterizado publicado en El Correo Vasco de Bilbao en junio de 1899:
Así que para Arana el primer paso para conseguir detener la «degeneración» de la raza vasca es aislarla, inmunizarla, respecto de los maquetos, de la raza española invasora:
De ahí la oposición radical de Sabino Arana a los matrimonios mixtos. En la obra de teatro que escribió en 1898 De fuera vendrá…, el hermano de la joven protagonista proclama:
La batalla que hay que librar contra los maquetos queda resumida en esta poesía de Arana:
Arana consideraba al socialismo como una ideología «anticristiana» y «antivascongada», pero no combatía a los socialistas en cuanto a tales, sino como maquetos:
Los socialistas respondieron y entre ellos destacó Tomás Meabe, un exnacionalista. En uno de los artículos que publicó en La Lucha de Clases escribió:
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