María Antonia de Nápoles (14 de diciembre de 1784, Palacio Real de Caserta, Reino de Nápoles - 21 de mayo de 1806, Palacio Real de Aranjuez, España) fue Princesa de Asturias como primera esposa de Fernando, príncipe de Asturias (futuro rey Fernando VII).
María Antonia era la hija menor del rey Fernando IV de Nápoles y de su esposa María Carolina de Austria, (hija de la emperatriz María Teresa). Recibió ese nombre en honor a la hermana favorita de su madre, la desafortunada Reina María Antonieta de Francia. Un testigo la describió con las siguientes palabras: "la princesa de Asturias es una digna nieta de María Teresa de Austria, y parece haber heredado su carácter así como sus virtudes."
María Antonia de Nápoles contrajo matrimonio con Fernando, príncipe de Asturias, el 4 de octubre de 1802 en Barcelona, al mismo tiempo que su hermano mayor, el príncipe heredero Francisco de Nápoles, se casaba con la infanta española María Isabel de Borbón. Según el historiador Emilio La Parra López, «el matrimonio de Fernando con María Antonia fue sugerencia, o más bien exigencia, de la corte napolitana para permitir el otro enlace. (…) Al final, prevaleció la razón dinástica y los monarcas españoles aceptaron la 'imposición' de María Carolina de Nápoles porque aspiraban a formar un sólido bloque con los dos reinos italianos de la familia [el de Nápoles y el de Etruria, cuyo soberano estaba casado con María Luisa de Borbón, hija de Carlos IV. Este bloque podría contar con la ayuda de Inglaterra y de este modo España estaría en disposición de contrarrestar las cada vez más onerosas exigencias de Bonaparte».
Sabemos por las cartas que envió a su madre y a otras personas de su confianza, que el príncipe Fernando le causó una gran decepción tanto por su físico como por su comportamiento. «Aquí no hay nada que me atraiga, pues el príncipe no hace que nada cambie a mejor. Siempre está sin hacer nada, yendo y viniendo por la casa y sin querer oír nada sensato, siempre frío, sin emprender algo agradable, ni una diversión», escribió. Y en seguida apareció el problema de la impotencia sexual del príncipe —provocada por la macrogenitosomía (desarrollo excesivo de los genitales) que padecía—, que la princesa sólo contó a su madre. Casi un año tardó el príncipe en consumar su matrimonio. Por fin «ya es marido», escribió la reina María Carolina. Después de esto, empezó a mejorar la visión que tenía sobre su esposo y sobre su vida en la corte, aunque siguió quejándose del control que ejercía sobre ella y sobre sus actividades la reina María Luisa.
Guiada por su madre desde Nápoles, María Antonia alentó a su esposo a enfrentarse a Manuel Godoy y a la reina María Luisa, con quien la Princesa mantuvo una mala relación personal —la animadversión era mutua; María Luisa le escribió a Godoy: «¿Qué haremos con esa diabólica sierpe de mi nuera y marrajo cobarde de mi hijo?»—. Al mismo tiempo, la Princesa de Asturias buscó apoyo para la causa del príncipe Fernando en la Corte Española. Las razones por las que la reina madre napolitana quería acabar con Godoy eran que lo consideraba un peligro para las monarquías tradicionales y el principal defensor de la alianza de la monarquía española con Francia. Además la caída de Godoy debilitaría la posición de la reina María Luisa, y con ella la de toda la monarquía española, lo que le permitiría al reino de Nápoles incorporar al reino de Etruria, cuya reina consorte era hija de los reyes españoles. Por su parte a María Antonia no le fue muy difícil ganarse la voluntad de su marido, entre otras razones porque tampoco tenía ninguna simpatía por Godoy, ni las relaciones con su madre eran muy buenas. Así fue como surgió en la corte de Madrid el llamado «partido napolitano» en torno a los príncipes de Asturias y en el cual tenía un papel destacado el embajador napolitano conde de San Teodoro y su esposa, además de varios destacados nobles españoles, como el marqués de Valmediano, su cuñado el duque de San Carlos, el conde de Montemar y el marqués de Ayerbe. Este «partido napolitano» comenzó a lanzar todo tipo de insidias contra Godoy y contra la reina María Luisa, que la reina de Nápoles se ocupaba de difundir por toda Europa. La reacción de Godoy fue fulminante: en septiembre de 1805 ordenó la expulsión de la corte de varios nobles del entorno de los príncipes de Asturias, entre los que destacaban el duque del Infantado y la condesa de Montijo. El golpe definitivo lo propinó Godoy meses después cuando entre otras medidas expulsó de España al embajador de Nápoles y su esposa, poco después de que a finales de diciembre de 1805 el reino de Nápoles fuera conquistado por Napoleón y la reina María Carolina destronada, con lo que desaparecía la que había sido el principal referente político de los príncipes de Asturias.
Tras sufrir su segundo aborto en agosto de 1805 la salud de la princesa se deterioró gravemente a causa de la tuberculosis que padecía y que le produjo intensos dolores durante muchos meses. Falleció el 21 de mayo de 1806 a las cuatro de la tarde en el Palacio Real de Aranjuez. Tenía veintiún años de edad. Se estableció luto general en el reino por espacio de 6 meses.
Hubo rumores por aquel entonces que decían que María Antonia murió envenenada por Manuel Godoy y la reina María Luisa. Su madre, la reina María Carolina de Nápoles así lo creía.
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