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Memorias de un cortesano de 1815



Memorias de un cortesano de 1815 es la segunda novela de la segunda serie de los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós, iniciada en octubre de 1875,[1]​ y publicada ese mismo año. En ella se narra el ascenso social de Juan Bragas de Pipaón, un arribista que llega a formar parte de la camarilla de Fernando VII de España en Madrid.[2]

Bragas, amigo de Salvador Monsalud –el personaje que focaliza la segunda serie de episodios– fue ya presentado en el episodio anterior como paisano de Monsalud y, como él, instalado en Madrid con la intención de prosperar socialmente, y en el caso de Bragas, a cualquier precio.[3][a]​ Una determinación que le llevará desde su discreta posición de covachuelista hasta el círculo de poder del “Deseado”. Galdós, no sin cierta sorna y ya en el arranque del capítulo I, le concede al personaje el honor de presentarse a sí mismo:

En el aspecto más cercano al análisis histórico desde el prisma galdosiano,[4]​ destaca la entusiasmada glosa que Pipaón hace del momento histórico, glorioso para unos y nefasto para muchos durante siglos, en el que tras la noche del 10 de mayo de 1814 Fernando VII se hizo con el poder absoluto, derogó la Constitución de 1812 y llevó el país a la ruina intelectual en una sucesión de decisiones arbitrarias y a merced de un cambiante círculo íntimo conocido como ‘la camarilla’. El diplomático español y galdosista privilegiado, Ortiz-Armengol, parafrasea estos conceptos expresados por Galdós a sus 30 años de edad, con estas palabras: «...son completamente inadmisibles los pecados de la monarquía absolutista creada al regreso de su cautiverio de Valençay. La crueldad y la ignorancia de aquel régimen no tienen ejemplo en Europa. El tirano y el payaso, en una pieza, aparecen en la irrazonable reacción en 1814...»[5][6]​ La referida glosa que Galdós pone en boca de Juan Bragas y que cierra el primer capítulo de la novela, reza así:

Varios galdosistas remarcan el tono esperpéntico conseguido por Galdós en estas memorias de un cortesano, que en su cómica deformación, y citando a Valle-Inclán por boca de Max Estrella, parecen demostrar que «el sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada».[7][6]

El cervantista Joaquín Casalduero, en su estudio de la vida y obra de Galdós, menciona a Juan Bragas de Pipaón, como «el hombre camaleónico moderno, siempre cambiando de ideas pero siempre el mismo».[8]Pedro Ortiz-Armengol, por su parte, relata la solicitud de ayuda que Galdós le hizo a Ramón de Mesonero Romanos en una carta del 18 de mayo de 1875,[1]​ a fin de documentar y supervisar este episodio. En cuya trama, Galdós además recupera algunos personajes de su obra anterior, como las hermanas Porreño, personajes de La Fontana de Oro (1870), o la familia de la «amojamada condesa de Rumblar», con protagonismo en los episodios titulados Bailén y Cádiz.[b]



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