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Monjas coronadas



Las «monjas coronadas» o «retratos de monjas coronadas» es un género pictórico de retrato que surgió durante el periodo colonial de la Nueva España en el siglo XVII, extendiéndose hasta el siglo XVIII y XIX. En estos cuadros, están representadas distintas monjas, particularmente novicias que han jurado los votos perpetuos, por lo que aparecen con flores y adornos propios de una "reina de un carnaval místico".[1]

Este género pictórico del barroco, significó la representación gráfica de la importancia de la iglesia en el mundo novohispano, además de relatar la vida conventual de las monjas y las características de la misma a través de representaciones iconográficas con elementos que aluden a la vida católica, pasajes bíblicos, votos, etc.

En todos los cuadros de las monjas, se puede observar mujeres que aparentan una edad joven, vestidas y ornamentadas con joyas y flores, con coronas de estos mismos materiales y sosteniendo velas, crucifijos o imágenes del niño Jesús. La gran mayoría son figuras estáticas mirando al suelo o al espectador y con un fondo simple.[2]

Para empezar, aparte de la interpretación teológica clara de estos cuadros, estos están rodeados de un misterio gracias al desconocimiento del personaje: lo cual abre camino a la especulación lo que hace fascinante a las obras. Y es por las mismas similitudes entre los lienzos, que parecieran dar una especie de sucesión a todo el conjunto de las mismas.[1]

Por otro lado, las vestimentas en cada retrato son distintas, por lo que se pueden clasificar en "calzadas" (aquellas que cuentan con atuendos y joyas más lujosas, como perlas y ornamentos de plata) y "descalzas" (aquellas con atuendos más sobrios).[2]​ Y dentro de todos los ornamentos, podemos encontrar la siguiente iconografía cristiana:[3]

La profesión, es la ceremonia que llevan a cabo las novicias que simbolizan su boda mística con Jesús[6]​ y que marca el ingreso definitiva al convento, y de los momentos más importantes están tanto la declaración de los votos perpetuos como la coronación.[7]

Antonio Nuñez de Miranda, confesor de Sor Juana Inés de la Cruz, en la Plática doctrinal [9]​explica como la exhorta a cumplir los votos de castidad, obediencia, pobreza y clausura y relata los pasos que se llevan a cabo en la ceremonia:

En la época del virreinato, y hasta poco después del mismo, la costumbre consistía en hacer retratos al óleo de las monjas coronadas, pero con el paso del tiempo, se empezaron a utilizar otras técnicas como la fotografía (primero a blanco y negro, y después a color) y tanto las pinturas como las fotografías sólo podían realizarlas expertos dominantes en la técnica de cada una. Actualmente, se siguen realizando fotografías en la coronación y defunción de las monjas, pero ya no es necesario un experto para realizar las mismas.[7]



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