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Muerto de risa



Morir de risa hace referencia al fallecimiento a causa de un ataque de risa. A diferencia de lo que sucede en otros idiomas (por ejemplo en inglés: fatal hilarity), en español no existe un término específico para referirse al fenómeno.

Probablemente el primero en la historia en morir de un ataque de risa fue Calcante, en el siglo XII a. C. Un adivino sentenció que Calcante nunca llegaría a probar el vino de sus uvas. Llegada la vendimia, Calcante invitó a su rival a beber, pero al repetir éste la profecía, Calcante soltó tal carcajada que murió asfixiado.

Se dice que el pintor griego Zeuxis murió de risa en el año 398 a. C. mientras pintaba una escena cómica. Otra variante de la historia narra que murió de risa cuando una anciana le encargó una pintura de Afrodita, pidiendo al pintor que la usara a ella como modelo.

En el siglo III a. C. el filósofo griego Crisipo murió de risa después de darle de beber vino a su burro, y ver como el animal intentaba alimentarse con unos higos.[1]

Martín I de Aragón murió a consecuencia de una combinación letal de incontrolable indigestión y un ataque de risa en 1410.[2]

De Pietro Aretino "se dice que murió de un sofoco por reírse demasiado."[3]​ Algunos autores afirman que Aretino murió cuando su hermana le contaba un relato erótico. En ese momento, le entró un ataque de risa que hizo que cayera de espaldas preso de una apoplejía.

Según algunas fuentes el rey de Birmania Nandabayin, en 1599 «se rió hasta morir cuando un mercader italiano que estaba de visita en Birmania le explicó que Venecia era un estado libre que no tenía rey».[4]

Se dice que en 1660, el aristócrata escocés Thomas Urquhart, primer traductor de Rabelais al inglés, murió de risa al enterarse de que Carlos II de Inglaterra había ascendido al trono.[5][6]

En 1782, la señorita Fitzherbert sufrió un ataque de risa mientras presenciaba la obra The Beggar's Opera. Cuando Charles Bannister apareció en escena como Peachum, ella tuvo un ataque de risa incontrolable tan fuerte que la tuvieron que sacar del teatro. Continuó riéndose en forma continua durante toda la noche y falleció a la mañana siguiente.

Un ejemplo más reciente, es el caso del cubano Julián del Casal —poeta y escritor del modernismo—. La noche del 21 de octubre de 1893, estando en una cena en casa del doctor Lucas de los Santos Lamadrid, murió súbitamente cuando uno de los comensales contó un chiste que le provocó un severo ataque de risa. El ataque de risa fue acompañado de una hemorragia y la mortal rotura de un aneurisma.[7]



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