Obesidad mórbida, obesidad grave u obesidad clase III es el término para designar la obesidad caracterizada por un IMC (índice de masa corporal) de 40 o mayor, o de un IMC de 35 o mayor ante la presencia de al menos una u otra enfermedad significativa o discapacidad grave y minusvalía a causa del exceso de peso.
La obesidad mórbida, además de disminuir la expectativa de vida, causa discapacidad y problemas de exclusión social. Por sus efectos a nivel colectivo es un problema de salud pública en muchos países y que se ha ido incrementando como efecto de los cambios en las costumbres sociales y alimentarias.
La obesidad es un síndrome que se caracteriza por el aumento de la masa corporal al punto que constituye un riesgo para la salud. Es un problema de etiopatogenia compleja y multifactorial, incluyendo un componente genético, aspectos metabólicos, psicológicos y sociales. Su prevalencia en el mundo ha aumentado progresivamente hasta constituir un problema de salud pública (1). El diagnóstico es simple: consiste en relacionar el peso con la estatura del sujeto. En la actualidad se utiliza el Índice de Masa Corporal (IMC), que se calcula dividiendo el peso (en kg) por la talla (en metros al cuadrado). A esta relación simple, se le puede agregar para mayor precisión medición de pliegues cutáneos, y otras determinaciones como la bioimpedanciometría entre otros. Utilizado el IMC, se considera normal un valor de 18.5 a 24.9 kg/ m². Un valor entre 25 a 29.9 se considera actualmente como pre-obesidad; obesidad clase I cuando el IMC va de 30 a 34.9; clase II entre 35 y 39.9, y clase III u obesidad mórbida si el IMC supera los 40. Sujetos que tienen un IMC de 50 o más son considerados como "mega" obesos o "super" obesos.
Dentro de la múltiple etiología de la obesidad, para su variante grave, se considera que una de las causas comunes que lleva a un individuo a esta condición es el consumo exagerado y excesivo de calorías, normalmente en alimentos de alta densidad calórica como los que componen la llamada comida rápida.
El sedentarismo o falta de actividad física también es uno de los factores importantes para llegar a la obesidad mórbida. Los trastornos hormonales y particularmente asociados a las tiroides también pueden provocar esta condición.
El síndrome de Prader-Willi puede conducir a esta condición en ausencia de diagnóstico, o sin un adecuado programa de dieta y ejercicio, al igual que el síndrome de Cushing.
Habitualmente este trastorno se trata con dieta baja en calorías y un programa de ejercicios. Para el paciente este tratamiento es muy difícil, por lo que siempre se necesita todo el apoyo de su familia.
Cabe mencionar que una pérdida saludable de peso, no debería superar los 0.5 kg por semana, debido a la restricción en hidratos de carbono, que podría provocar hipoglicemia con síntomas como sudor frío, visión borrosa, dolor de cabeza, hambre, somnolencia e irritabilidad.
En casos extremos se recurre a la cirugía bariátrica, es decir procedimientos quirúrgicos para disminuir el peso corporal.
Las personas que padecen obesidad mórbida, por la disfunción resultante de su exceso de peso, pueden verse limitadas en sus roles familiares y ser objeto de discriminación o de estigma social. Esta enfermedad lleva a quienes la padecen a vivir una especie de encierro en su propio cuerpo, pues mientras más kilos acumulan, menos pueden desplazarse, respirar, y hacer una vida normal.
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