La Primera Epístola de Clemente es una de las dos cartas, dirigidas a los cristianos de la ciudad de Corinto. Data de finales del siglo I o comienzos del siglo II. Ninguna de las dos epístolas fue aceptada en el canon del Nuevo Testamento, pero son parte de la colección de los Padres Apostólicos. Aunque tradicionalmente se atribuye a Clemente de Roma, la carta no incluye el nombre de Clemente, y es anónima, aunque los eruditos generalmente la consideran genuina.
La primera epístola no menciona el nombre de Clemente, sino que está dirigida por la Iglesia de Roma a la de Corinto. Sin embargo, se ha datado tradicionalmente en los últimos años del reinado de Domiciano, esto es, alrededor del año 96, ya que se hace referencia a que sobre la iglesia de Roma han caído numerosos infortunios (1:1), lo que suele interpretarse como una referencia a las persecuciones de Domiciano. Confirma esta datación el hecho de que la iglesia de Roma sea denominada "antigua" y que los presbíteros ordenados por los apóstoles hayan muerto (44:2), y haya pasado también una segunda generación eclesiástica (44:3).
En la epístola se menciona la sucesión apostólica y la propagación del Evangelio:
La epístola se escribió a causa de una disputa en Corinto, que había llevado a la destitución de varios presbíteros. Dado que ninguno de los presbíteros destituidos había sido acusado de ofensas a la moral, Clemente opinó que su destitución había sido una medida excesiva e injustificable. La epístola es muy extensa —tiene dos veces la extensión de la Epístola a los Hebreos— 65 capítulos en total, e incluye varias referencias al Antiguo Testamento. La familiaridad de Clemente con el Antiguo Testamento parece indicar que no era un converso reciente, sino que era cristiano desde mucho tiempo atrás. Bruce Metzger, en Canon of the New Testament señala que Clemente se refiere varias veces al Antiguo Testamento como "Escrituras". Aunque cita algunas de las epístolas de Pablo y la Epístola a los Hebreos, y recuerda algunos dichos de Jesús, no se refiere nunca a estos textos como "Escrituras" de autoridad.
La epístola fue leída públicamente en ocasiones en Corinto, y para el siglo IV su empleo se había extendido a otras iglesias. Incluso se encuentra en el famoso Codex Alexandrinus, del siglo V, que contiene el Antiguo y el Nuevo Testamento, aunque eso no implica necesariamente que llegase a ser considerado un texto canónico de las escrituras cristianas. La obra fue traducida al menos a tres idiomas en la Antigüedad: una traducción al latín del siglo II ó III se encontró en un manuscrito del siglo XI, y fue publicada por G. Morin en 1894; un manuscrito siríaco, hoy en la Universidad de Cambridge, fue hallado por R. L. Bensly en 1876, y traducido por él en 1899; y su traducción al copto ha sobrevivido en dos copias en papiro, una publicada por C. Schmidt en 1908 y la otra por F. Rösch en 1910.
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