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Subcultura del metal



Metalero es el término usado comúnmente para referirse a las personas pertenecientes a la subcultura generada por la música metal.[1]​ Si bien el heavy metal tiene su origen a finales de los sesenta, el movimiento cultural metalero con sus características actuales comenzó a gestarse a finales de los setenta y principios de los ochenta, con la Nueva Ola del Heavy Metal Británico (NWOBHM), cuando el movimiento punk todavía dominaba la escena musical subterránea en Gran Bretaña. A partir de entonces el metal se extendió por todo el mundo y se diversificó tanto musical como culturalmente.[2]

Al metalero también se le conoce como metalhead o headbanger («cabeza de metal» y «agitador de cabeza», respectivamente), en alusión a la imagen típica del metalero con cabello largo que mueve su cabeza al ritmo de la música. Metalier, metálico y heavy-rocker suelen ser denominaciones menos usuales.

Es importante señalar que el metal no es una identidad cultural uniforme, sino que agrupa diversos estilos y tendencias no siempre acordes entre sí. Hasta el momento no existe ninguna definición acreditada de cómo debe ser y actuar un metalero genuino ni de las cosas que debe creer para ser considerado como tal.[3]

Debido a la presencia de diferentes movimientos, subgéneros y estilos dentro del metal, es difícil definir los gustos, actitudes y creencias de un metalero. Si bien hay aficionados que escuchan cualquier subgénero y no se identifican con ninguno en especial, los hay quienes se toman alguno en particular con toda seriedad, incluso hasta llegar al fundamentalismo y a la violencia. Es el caso del black metal, cuyos seguidores más extremistas identifican su música con un anticristianismo militante que busca exterminar el mundo cristiano por cualquier medio.[4]​ No obstante, existen metaleros aficionados al ocultismo, al paganismo y al satanismo (en sus distintas corrientes) que suelen estar en contra de la violencia innecesaria y que no son afines a la discriminación. El ateísmo y el agnosticismo encuentran en el metal muchos partidarios, aunque existen corrientes metaleras cristianas bien definidas, con base en el Nacionalismo Católico[cita requerida] como ejemplo. Pese a ello, muchos grupos sociales conservadores y religiosos suelen acusar falsamente a todos los metaleros de peligrosos, intolerantes e incluso delincuentes.

Las ideologías políticas son fuente de inspiración, es común encontrar metaleros con visiones del mundo nihilistas e individualistas, pero también los hay quienes se sienten atraídos por diferentes ideales sociales y utopías. En el thrash metal, por ejemplo, es común observar la influencia contestataria del punk, reflejada tanto en su sonido como en sus letras, muchas de ellas abiertamente anticapitalistas. Una pequeña pero significativa fracción de blackmetaleros, sobre todo en Europa, se siente identificada con el nazismo y con otras visiones político-religiosas racistas, mientras otros suelen estar a favor de la multiculturalidad y la no discriminación. Por otro lado, buena cantidad de metaleros están atraídos por diversas teorías de conspiraciones, por lo que algunos se definen a sí mismos como anti-judeo-masones-comunistas. No obstante, hay metaleros que no se sienten identificados con ninguna corriente política o que suelen construir sus propias ideas de manera independiente, criticando el borreguismo de cualquier índole.

La cuestión musical también genera desacuerdos importantes. Muchos definen tal o cual sonido como metal verdadero y acusan a otros subgéneros de ser falso metal o producto deliberado de la industria cultural. En la década de los ochenta era frecuente, por ejemplo, que los thrashers acusaran a los glamers de ser posers y a su música e imagen de ser un producto comercial para las masas. En el death metal y en el black metal es común que muchos defiendan un sonido primitivo y crudo frente al sonido más melódico y refinado del metal extremo más comercial. Los fanes del metal progresivo, por su parte, le dan mucha importancia a la técnica instrumental. Quizá como en ningún otro género musical, los metaleros se caracterizan por ser muy exigentes y críticos con el trabajo artístico de las bandas. A mediados de los noventa comenzó a difundirse el apelativo de metalero de la vieja escuela para designar a aquellos que eran fieles a las raíces del metal y que estaban en contra de subgéneros más comerciales y prefabricados.

Los metaleros suelen ser muy estrictos en cuanto a la autenticidad de su cultura, si bien no hay un acuerdo general sobre qué criterios son los que caracterizan al verdadero metalero. Los problemas más comunes a la hora de diferenciar al «auténtico metalero» del posero son: el tipo de subgénero que se escucha, la ideología, el comportamiento social, el atuendo y la pertenencia grupal. En términos estrictamente musicales, los metaleros han hecho una distinción entre lo que consideran true metal (metal verdadero) y el false metal (metal falso). La proliferación de bandas de metal más comerciales y la crisis que sufrió el género en los noventa a partir del éxito del grunge (y que orilló a muchas bandas a cambiar su sonido para adaptarse a las nuevas tendencias) motivó un intenso debate interno sobre lo que debería considerarse «auténtico metal» y lo que no.

Los metaleros más duros enarbolaron el sonido de la vieja escuela y comenzaron a despreciar las mezclas con subgéneros considerados comerciales como el rap, el rock alternativo o la música electrónica. Fusiones controvertidas como el deathcore, el nu metal, el metalcore, el metal industrial, el metal alternativo y de vez en cuando el groove metal fueron criticados duramente, arguyendo que se traicionaba el verdadero espíritu del metal. Los defensores de estas nuevas corrientes alegaron que anteriormente el metal se había fusionado con el punk o con el rock progresivo y que no había razón para censurar estas incipientes mezclas con otros géneros.

La relación de los metaleros con las diferentes tribus urbanas es compleja y depende en buena medida del metalero en particular y de sus propias opiniones y preferencias. En general los rockers (especialmente los fanes del hard rock) y metaleros han tenido siempre buena relación. En cambio, en los ochenta hubo algunos conflictos violentos entre punks y metaleros, si bien los motivos no están del todo claros, menos aún considerando que el punk fue una pieza clave en el desarrollo de la Nueva Ola del Metal Británico y del thrash metal, mientras que el hard rock primitivo supuso una influencia para el nacimiento el este. Actualmente el conflicto está superado y es común encontrar punks y metaleros en un mismo círculo social.

Muchos metaleros se sienten atraídos por la cultura del tatuaje, mientras que otros manifiestan interés en la cultura de las motos chopper. De hecho, la indumentaria de los motociclistas norteamericanos de los años setenta supuso una influencia decisiva sobre la vestimenta metalera actual.

Por otro lado, es frecuente que algunos metaleros rechacen otras expresiones culturales y las acusen de banalidad, de conformidad, de consumismo o de ausencia de ideales, y por lo convencional de sus gustos. Generalmente la ópera, el pop, el rock clásico, el jazz, el reguetón, la música disco, el rap, el trap y la música electrónica son tachados de vacíos por ellos y musicalmente pobres. También suelen despreciar algunos géneros folclóricos como la banda, el vallenato, la cumbia colombiana, el flamenco, las sevillanas o el norteño. Recientemente es común encontrar en internet críticas de grupos de metaleros en contra del reguetón o del emo, aunque la mayoría son carentes de argumentos válidos, llenas de insultos y/o también repiten los mismos argumentos dichos por otros. Miembros de otras subculturas consideran a menudo que los metaleros son peligrosos o violentos, y aluden en parte a la agresividad de sus letras o a acontecimientos de violencia y terrorismo metalero como los ocurridos en la escena de black metal noruego, a partir de los cuales se extendió el tópico del satanismo dentro del heavy metal.

El clásico cliché ochentero en el que se describe a un metalhead como «macarra», «marginal» y «machista» queda casi anticuado a día de hoy con otros miles de tópicos surgidos.

Las instituciones religiosas de algunos países, y ciertas sectas ultra católicas han manifestado desde hace años (con fuerte intensidad en los años 80) una persecución contra el heavy metal, para disminuir su influencia en los jóvenes. Las acusaciones que se han vertido contra este movimiento juvenil, están que es una música que incita al sexo, a las drogas y a la violencia, generando así realmente (antes que el Black Metal) la mala imagen de el género metalero. Esta persecución tuvo bastante importancia en EE. UU. con la administración de Ronald Reagan quien durante todo su mandato llevó a cabo una política conservadora, contribuyó a que este acorralamiento contra el Heavy Metal fuera más intenso.

En mayo de 1985 se formó en EE.UU. la que ha sido una de las instituciones más famosas encargadas de hacer desaparecer al Heavy Metal de la sociedad, la Parents Music Resource Center (PMRC). La asociación fue creada por Tipper Gore, esposa del excandidato a la presidencia de EE.UU. y abanderado de la lucha contra el cambio climático, Al Gore, junto con otras esposas de importantes congresistas y senadores como Peatsy Hollings o Ethelann Stuckey, constituyendo el comité de las «17 esposas de Washington» con el fin de educar a los padres sobre «la tendencia cada vez mayor en la música hacia las letras que son sexualmente explícitas, excesivamente violentas o que glorifican el uso de drogas y alcohol» .

Entre las medidas que propuso la PMRC estaban: imprimir las letras de las canciones en las contraportadas de los discos, sustituir las portadas lascivas, supervisar los programas de radio y televisión, e incluso imponer un impuesto especial para aquellos discos que cumpliesen los requisitos, establecidos por la asociación, para considerarse peligrosos.

Pero la idea principal que llevaron a cabo fue llegar a un acuerdo con las compañías discográficas para la utilización de una etiqueta de aviso en la portada de los discos que contuvieran contenido ofensivo. Así nació la famosa pegatina «Parental Advisory».

Puede que todo esto fuese generado por ciertos sucesos en los que algunos jóvenes relacionados con el mundo del heavy metal, protagonizaron varios asesinatos. Como el caso de Jim Hardy, quien fue condenado con sus 20 años de edad a una cadena perpetua. Según cuenta el relato, una noche de 1987 Jim y sus amigos fueron al bosque en un coche, donde se encontraron con su víctima, otro joven al que conocían. Este fue golpeado con bates de béisbol hasta morir. Meses después los medios de comunicación estadounidenses, presentes en el juicio de Jim, atribuyeron el asesinato a su relación con el heavy metal y las drogas. Él mismo confeso en el juicio, que mientras lo mataban, fueron fuertemente influenciados por la música de Venom.

Este caso y el de algunos suicidios, como en los que se culpó a Judas Priest por el suicidio de dos jóvenes al escuchar los supuestos mensajes subliminales que contenía el tema «Better by you, Better than me» o en el que se juzgó a Ozzy Osbourne por ser culpable del suicidio de un adolescente, tras haber escuchado (según el relato de su padre) el tema de «Suicide Solution». Más tarde los juicios los ganarían los artistas, declarando que ellos solo se preocupaban por hacer música sin ser responsables de lo que su arte pudiese causar en algunas mentes enfermas, y probando ante los tribunales que el supuesto hecho de los mensajes subliminales era completamente falso.

Para más información ver el documental Dancing With The Devil (bailando con el diablo) y Dream Deceivers - The Story Behind James Vance vs Judas Priest (documental sobre el juicio cual se sometió a dicha banda inglesa).

Más adelante término de desarrollarse el subgénero que más polémica ha causado en el mundo del metal, la llamada segunda ola de Black Metal, donde se registraron numerosos actos terroristas. Músicos como Euronymous (Øystein Aarseth) pertenecieron a una sociedad criminal que ellos mismos bautizaron como Black Metal Mafia o Inner Circle. Causaron la quema de más de 20 iglesias y llevaron a cabo varios asesinatos (para más información leer el artículo Movimiento del Black Metal Noruego). Otros casos de violencia se dan en bandas criminales de Bikers, en las que los miembros suelen ser fanes del rock clásico o el heavy metal más tradicional.

También, algunos seguidores del thrash mantienen ciertas tendencias violentas, a veces hacia la policía, o simplemente contra los que consideran oportuno, sin denegar la pelea cuando la ven necesaria. En la década de los 80 eran frecuentes las riñas entre metaleros y punks, ya que hubo cierto conflicto agresivo entre estas dos culturas.

Bandas como Saxon, Motörhead, Accept o Lizzy Borden (en España véase Obus, Bella Bestia, Santa, etc.) entre muchos otros grupos popularizados en los ochenta, muestran en algunas ocasiones una puesta en escena y ciertas letras que sugieren una actitud chulesca y provocativa, al igual que los fanes de mencionada época, pues parecían defender ese aspecto de tipo duro (hoy día, menos, pero también presente) llegando algunos a rechazar, por ejemplo, a los heavys que estudiaban en la universidad. Tal es el caso de los vallisoletanos Crom, que en más de una ocasión se les tachó de poco duros criticando su imagen de buenos chavales solo porque tres de ellos eran estudiantes. Esta actitud género el tópico que describe a los heavys como unos macarras , que en algunos casos es cierto pero en otros muchos no. Hay un clip en el que se puede observar dicha postura.[5]

Pese a los sucesos violentos, y sin dejar a un lado la rebeldía, también podemos mencionar casos en los que se rechaza totalmente la violencia. Como es el ejemplo de la mítica banda española llamada Bruque formada por su fallecido bajista Pedro Bruque, y su tema más conocido: «El heavy no es violencia». Tema que expresa un ansia por eliminar los clichés negativos dentro de el heavy metal. Aquí una estrofa: «Nuestra movida es la solución / para acabar con la marginación / Todos unidos lo podremos conseguir / la violencia en el Heavy no debe existir».

No obstante, dejaremos claro que los metaleros con una ideología propia y bien definida rechazan las conductas violentas o pacifistas, o intentan que no tengan relación con la actitud del metal, preocupándose por lo que realmente creen propio: música, conciertos, vinilos, fiestas, o bien su vida cotidiana, negando (o haciendo caso omiso) a la obsesión que cultivan algunos por establecer un hábito concreto que generalice a las personas.

En lugar de un baile típico, los fanes del metal suelen practicar el mosh. También suelen mover la cabeza de arriba a abajo con la música mientras hacen el ya famoso símbolo metalero «la corna» o mano cornuta. Suele llamarse también el maloik o el puño de metal (the metal fist). Se cree que fue Ronnie James Dio el primero en darle importancia a este atributo, hasta el punto de convertirse en una tradición popular dentro de la cultura metalera. Este símbolo, socialmente visto por otras tribus urbanas y las personas en general, muchas veces lo asocian como un símbolo que hacer referencia al diablo, pero en realidad - según las propias palabras de Ronnie Dio - es un gesto que hacía su abuela cuando él era pequeño para ahuyentar a los malos espíritus, aunque algunos lo usen como referencia hacia el diablo

En cuanto a la actitud, hoy en día varia de cada individuo. No obstante, generalizando se pueden catalogar ciertas actitudes, por ejemplo, un seguidor del heavy metal clásico suele ser de temperamento hedonista y ansioso por la diversión. En mayoría, a parte de consumir ciertos productos tóxicos como la marihuana, son amantes fieles de la cerveza, y algunos consideran a esta bebida esencial dentro de cultura del metal. El tema de la violencia como ya hemos comentado, es relativo, y hay una gran variedad individual.

Otra de las actitudes que ha causado controversia es la aparición de nuevas conductas ideológicas y musicales basadas en géneros que han ido consolidándose a partir de la década de los 90 como son el metal sinfónico y el gothic metal. Han reflejado aspectos no aceptados por algunos fanes del metal más clásico, que tachan esa música como impropia del rock, discriminando a dichos individuos ya que consideran al metal sinfónico como un subgénero que ofende lo «tradicional» del heavy metal y va en contra de la «filosofía callejera» del rock.

La indumentaria metalera ha variado con el tiempo, y actualmente depende en buena medida del subgénero que se escuche. Originalmente los fanáticos del metal vestían pantalón de mezclilla, tenis, chaquetas de mezclilla y playera negra estampada con la imagen de las bandas. Este atuendo ha perdurado hasta hoy, aunque con algunas variantes. En sus inicios, las bandas que oscilaban entre el hard rock y heavy metal como Deep Purple, Led Zeppelin y Black Sabbath solían vestirse con atuendos que tenían elementos comunes con el rock setentero, del cual se heredó sobre todo el cabello largo. Sin embargo, fue la banda Judas Priest la que, fijándose en los motociclistas rebeldes, aportó las chaquetas, las botas negras, los pantalones y los accesorios de cuero negro y las tachas, todo lo cual se convirtió en la vestimenta típica de los metaleros. Las bandas de thrash metal impusieron los cinturones de balas, aunque es bien sabido que fue la banda Motörhead quien inició esta tendencia. Los fanes del glam metal, por su parte, solían imitar a sus artistas maquillándose y estilizándose el cabello. Posteriormente, el black metal importó el corpse paint. Algunos metaleros suelen adoptar el estilo dark y gótico en su vestuario, aunque esto generó la crítica de los metaleros más ortodoxos, llegando a causar incluso agresiones violentas. Los motivos celtas y vikingos también tienen su influencia. Los fanáticos del power metal suelen agregar en algunas ocasiones elementos medievales en su forma de vestir.

Los accesorios son parte importante de la indumentaria metalera. Son usuales los dijes con pentáculos, calaveras, cruces invertidas o símbolos paganos. Los pines y los parches con los logos de las bandas, también. Es común que muchos lleven muñequeras de cuero, anillos y pulseras de metal. Los piercings también son comunes. Son muchos los metaleros que llevan tatuajes y que practican la modificación corporal. En cuanto al calzado, los tenis deportivos, zapatos o botines converse, los zapatos tipo choclo y las botas texanas o borcegos son las opciones más comunes.

La vestimenta para las «metaleras» es una versión adaptada a la fisionomía femenina de la ropa masculina, usando principalmente color negro, pantalones de mezclilla, cinturones anchos con remaches, muñequeras, botas, etc. El maquillaje monocromático del gótico es relativamente popular entre las metaleras, y su uso es opcional. Los accesorios son similares a los de los varones.

En reconocimiento de que el número de fanáticas del heavy metal ha aumentado considerablemente, muchas bandas, especialmente las más conocidas, han comenzado a confeccionar versiones femeninas de sus prendas, o en algunos casos diseños específicamente para el mercado femenino. Las faldas son normalmente negras (a veces de cuero).

El peinado más popular asociado con el metal es el cabello largo natural para poder experimentar el headbanging. Otras tendencias:

En español mexicano metalero significa algo totalmente differente.[6]



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