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Templo de San Francisco Javier (Tepotzotlán)



El templo de San Francisco Javier forma parte del actual Museo Nacional del Virreinato y antiguo Colegio Jesuita de San Francisco Javier, ubicado en Tepotzotlán, Estado de México.Esta belleza arquitectónica se le atribuye a los arquitectos Diego de la Sierra y José Durán, salvo la fachada y la torre que son obra del arquitecto Ildefonso de Iniesta Bejarano y Durán.

Ejemplo del Barroco novohispano, la fachada externa consta de dos cuerpos y un remate, tallados en piedra de chiluca gris. En el cuerpo inferior se observan esculturas que representan la gloria del matrimonio cristiano y a los cuatro evangelistas. En el segundo cuerpo se distingue la figura de San Francisco Javier y otros santos de las otras órdenes religiosas evangelizadoras en Nueva España. Y en el remate a San Miguel Arcángel y a la Virgen María.

El interior del templo fue revestido con diez retablos dorados diseñados y elaborados por Higinio de Chávez y Miguel Cabrera a mediados del siglo XVIII, entre los cuales se encuentra uno dedicado a San Francisco Javier, otro a la Virgen de Guadalupe, a San Ignacio de Loyola, a la pasión de Jesucristo, a San Estanislao de Kostka, a San Luis Gonzaga, a San Juan Nepomuceno, entre otros. Esta riqueza en retablos es respaldada por murales y enormes lienzos firmados también por Miguel Cabrera, que representan a Dios Padre, el Espíritu Santo, El Purgatorio, y el Patrocinio de la Virgen a los Jesuitas.

El Antiguo Colegio de San Francisco Javier en Tepotzotlán fue uno de los más de 60 sitios individuales inscritos en 2010 como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, parte del Camino Real de Tierra Adentro (n.º ref. 1351-038).[1]

Su construcción se inició en 1670 gracias a un donativo de la familia Medina Vangogh, ellos fueron los patronos de esta iglesia. Los Medina Picazo fueron cuatro: Francisco Antonio, un capitán de milicias y Tesorero de la Casa de Moneda. Doña Isabel, profesora del convento de Regina de Coeli. Pedro León, miembro de la Compañía de Jesús. Y Buenaventura que fue sacerdote secular. Una opulenta familia de criollos descendientes del doctor Pedro López, médico de Hernán Cortés en la expedición de las Hibueras. Y además de este templo, también los Hospitales de San Juan de Dios y San Lázaro y la antigua Basílica de Guadalupe recibieron el patronazgo de esta familia.

Después de que en 1767 el rey Carlos III de España expulsara a los jesuitas de todos sus dominios, el Colegio y el templo quedaron abandonados por algunos años, y hacia 1774 fueron cedidos al clero secular para convertirlos en un colegio de corrección y retiro voluntario, pero esto solo funcionó por unos años para después ser abandonados nuevamente.

En 1859, con las Leyes de Reforma, fueron declarados propiedad del estado, así como se hizo con otros conventos y seminarios del país que se ocuparon como cárcel; pero esto último, la población no lo permitiría. En 1870 la restituida provincia jesuita solicitó y obtuvo la devolución del colegio y sus anexos, pero tres años más tarde el noviciado se trasladaría a la hacienda de San Simón en Michoacán y los jesuitas abandonarían definitivamente el complejo en 1885.

Después en 1933 fueron declarados monumento nacional, en 1964 quedaron a cargo del Instituto Nacional de Antropología e Historia y en 2010 el templo fue declarado Patrimonio de la Humanidad.

Vista exterior frontal del templo

Retablo principal a San Francisco Javier

Detalle coro

Cúpula del templo de San Francisco Javier

Cúpula interior del camarín de la Virgen en el Templo de San Francisco Javier

“Alegoría de la preciosa Sangre de Cristo” de Miguel Cabrera



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