Juan Francisco Velasco Alvarado (Castilla, Piura, 16 de junio de 1910 Lima, 24 de diciembre de 1977) fue un militar y político peruano quien siendo jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, dirigió y ejecutó el golpe de Estado del 3 de octubre de 1968, con el cual derrocó a Fernando Belaúnde y logró ejercer el poder absoluto hasta 1975 durante el llamado Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada.
Fue hijo de Juan Manuel Velasco Gallo y de Clara Luz Alvarado Zevallos. Nació en Castilla, distrito de la provincia de Piura, en el seno de una familia trabajadora. Su madre vendía chicha para solventar los gastos del hogar, ya que en total eran once hermanos. Cursó estudios escolares primarios en el Centro Escolar N.º 21 (1918-1922) y secundarios en el Colegio San Miguel (1923-1927), ambos en su ciudad natal. Terminados sus estudios escolares, decidió seguir la carrera militar, pero al no contar con recursos para trasladarse a Lima, demoró meses en partir, hasta que se embarcó de polizón en el barco chileno Imperio que se hallaba acoderado en el puerto de Paita.
En 1929, a los 18 años, llegó a Lima cuando ya se había realizado el concurso de admisión a la Escuela de Cadetes de la Escuela Militar de Chorrillos. Decidió entonces incorporarse al ejército como recluta, el 5 de abril de 1929, llegando a ser instructor de la Escuela de Clases. Pudo después asistir a la Escuela Militar, de donde egresó el 1 de febrero de 1934, con el grado de subteniente de infantería, obtuvo el primer puesto de su promoción (llamada Huáscar), pero la espada de honor la ganó su compañero Enrique López Velasco, del arma de ingeniería.
En 1937, ascendió a teniente. En 1939, pasó a ser instructor de la Escuela de Cadetes. En 1940, ascendió a capitán, fue destacado a la División de la Selva, pero retornó a Lima en 1941, para servir como instructor en la Escuela de Oficiales.
Pasó a cursar en la Escuela Superior de Guerra (1944), donde más tarde fue profesor de Infantería, Táctica y Estado Mayor (1946). En 1945, ascendió a mayor y en 1946 fue diplomado como oficial de Estado Mayor. En 1949, ascendió a teniente coronel y en 1952, pasó a dirigir la Escuela Militar donde hizo reformas y adecuó su reglamento acorde a los avances del arte bélico.
En 1953, pasó a comandar un batallón de infantería de la División de la Selva, hasta 1954. Al año siguiente ascendió a coronel. Luego pasó a ser Director de la Escuela de Infantería y Jefe de Estado Mayor de la IV División del Centro de Instrucción Militar del Perú (1955-1958).
En 1959, bajo el segundo gobierno de Manuel Prado Ugarteche, fue ascendido a General de Brigada y nombrado Director General de Tiro y Comandante General de la II División Ligera (1960-1961).
En 1962, pasó a ser Agregado Militar en la Embajada del Perú en París, Francia y, ya de retorno, fue nombrado Jefe de Estado Mayor de la I Región Militar (1964). En 1965, ascendió a General de División. En enero de 1968, bajo el primer gobierno de Fernando Belaúnde Terry, asumió la Comandancia General del Ejército y la presidencia del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas del Perú.
En Chincha, conoció a la que sería su esposa, Consuelo Gonzáles Posada (hermana de Luis Gonzales Posada), que por entonces era una activista aprista. De esta unión nacieron: Teresa Consuelo, María Elena, Francisco Javier y Juan Mario.
Desde el momento en que alcanzara la Comandancia General del Ejército y la presidencia del Comando Conjunto, el general Juan Velasco empezó a complotar contra el gobierno democrático de Belaunde, junto con otros oficiales del Ejército. Entre estos destacaban cuatro coroneles: Rafael Hoyos Rubio, Jorge Fernández-Maldonado, Leonidas Rodríguez Figueroa y Enrique Gallegos Venero. Estos oficiales, formados en el CAEM, se dedicaron previamente a estudiar la situación política, social y económica del Perú y concibieron un plan que, a su juicio, superaría la terrible crisis que agobiaba a la nación.
El pretexto usado para perpetrar el golpe fue el arreglo que el gobierno de Belaúnde dio al añejo problema de La Brea y Pariñas. Este era el nombre de unos yacimientos petrolíferos situados en el norte y explotados entonces por una compañía estadounidense, la International Petroleum Company (IPC). Durante décadas esta compañía y su antecesora británica se habían negado a pagar al Estado el monto real de los impuestos por explotación, usando a su favor un error inicial de parte del Estado en la medición de las pertenencias que explotaban. Este viejo litigio tuvo su término el 13 de agosto de 1968 con la suscripción del Acta de Talara, por la cual todos los campos petrolíferos que explotaba la IPC retornaban al Estado peruano, mientras que dicha compañía solo conservaba la vieja refinería de Talara. Pronto se habló de manejos ocultos en la operación, que supuestamente beneficiaban a la IPC, y se acusó de “entreguismo” al gobierno de Belaunde. El escándalo estalló cuando se denunció que faltaba una página en el contrato de precios de petróleo crudo entre la estatal Empresa Petrolera Fiscal (EPF) y la IPC (10 de septiembre de 1968). Esa fue la famosa "Página Once", que sirvió de excusa para el golpe de estado que Velasco encabezó en menos de un mes.
Se ha discutido sobre las verdaderas razones del golpe de estado de 1968. Mientras que unos sostienen que a los militares golpistas les inspiraba un sincero deseo de implantar la justicia social en el Perú, otros (como el mismo Belaúnde) han hecho notar que los militares se adelantaron a impedir la realización de las elecciones generales de 1969, en las que se presagiaba el triunfo de Víctor Raúl Haya de la Torre. Y es que los militares, desde la década de 1930, habían hecho cuerpo único para impedir el ascenso al poder de Haya y los apristas, animadversión que se remontaba a la revolución de Trujillo de 1932, en donde fueron masacrados oficiales del Ejército a manos de apristas exaltados, en respuesta de lo cual, un número indeterminado de apristas fueron fusilados.
El 2 de octubre de 1968, el general Velasco acudió por la mañana a Palacio de Gobierno y presentó su saludo al presidente Belaúnde, durante la juramentación del gabinete presidido por Miguel Mujica Gallo. En horas de la madrugada del 3 de octubre, tanques de la división blindada rodearon Palacio de Gobierno, así como el Palacio del Congreso. El presidente Belaúnde fue aprehendido y enviado en avión hacia Buenos Aires. El Congreso fue cerrado. Se consumó así el golpe de estado, que a decir de los golpistas tenía carácter de “institucional”, es decir que contaba con el apoyo de las Fuerzas Armadas en sus tres armas (Ejército, Marina y Aviación). Sin embargo, hoy se sabe que eso no era cierto. Como se ha señalado, el golpe fue planeado por un grupo de oficiales del Ejército encabezados por Velasco y los demás miembros de las Fuerzas Armadas se plegaron después.
En el manifiesto que ese mismo 3 de octubre de 1968 dieron los militares, estos trataron de justificar el golpe arguyendo contra el gobierno depuesto la «pseudo solución entreguista dada al problema de La Brea y Pariñas». Acto seguido, se dio el Estatuto que regiría al autodenominado Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas. Los comandantes generales del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea se constituyeron en Junta Revolucionaria y designaron al general Juan Velasco Alvarado como Presidente de la República. A diferencia de la Junta Militar de 1962, la Junta Revolucionaria instalada en 1968 no puso límite al tiempo en que permanecería en el poder. Se habló de un “proceso” requerido para llevar a cabo las grandes reformas que el país precisaba. En principio, el gobierno revolucionario declaró sujetarse a la Constitución vigente (la de 1933) y a las demás leyes, pero siempre en cuanto estas «sean compatibles con los objetivos del gobierno revolucionario». En otras palabras, la Constitución y las leyes quedaban subordinadas a los objetivos del gobierno.
El 9 de octubre de 1968, el gobierno ordenó la toma de las instalaciones de la IPC en Talara, la misma que la realizaron las fuerzas de la Primera Región Militar con sede en Piura, al mando del general Fermín Málaga. Este hecho tuvo un gran impacto en el país y ayudó al gobierno a consolidarse en el poder. La fecha del 9 de octubre se celebró a lo largo del gobierno militar como el Día de la Dignidad Nacional. Posteriormente, esta efeméride fue eliminada del calendario cívico del país al restaurarse el gobierno democrático. La IPC fue expulsada definitivamente del país, y aunque Velasco anunció reiteradamente que no pagaría ningún centavo a dicha empresa (que era filial de la Standard Oil of New Jersey), más tarde se supo que el gobierno negoció en secreto con la IPC, y que, mediante el Convenio De la Flor-Greene, el Perú pagó una indemnización de 76 millones de dólares. En cuanto a los adeudos que la IPC tenía con el Estado peruano, estos nunca fueron pagados.
Velasco conformó un gabinete compuesto por ministros militares y civiles. Su primer ministro y ministro de Guerra fue el general Ernesto Montagne Sánchez. En líneas generales, su política se enfocó a nacionalizar los sectores claves de la economía por medio de medidas proteccionistas e intervencionistas. Se rodeó de muchos civiles de notoria filiación izquierdista y tanto él como el resto de los militares que integraban la Junta y el Consejo de Ministros, se decían “progresistas”.
Las grandes reformas emprendidas con el propósito de cambiar la fisonomía del país agravaron la situación económica, debido a sus costos enormes. Se multiplicaron las empresas estatales, con un número crecido de empleados, que por corrupción o ineficiencia, produjeron enormes pérdidas. De otro lado, Velasco aplicó políticas económicas demagógicas, como los subsidios a la gasolina. Se empeñó también en no devaluar la moneda, en momentos en que esta medida era necesaria. Cuando finalizó su gobierno en 1975, ya no existían reservas en el Banco Central; más bien, existían las llamadas «reservas negativas».
En 1973, cuando la crisis económica ya era evidente, Velasco sufrió un grave colapso de salud. El 22 de febrero de ese año fue hospitalizado de urgencia. La presencia de aneurisma le provocó la ruptura de la aorta abdominal. Fue sometido a dos intervenciones quirúrgicas. El 10 de marzo se le amputó la pierna derecha. La junta revolucionaria anunció en ese momento que las obligaciones del presidente de la República eran asumidas por el presidente del Consejo de Ministros Edgardo Mercado Jarrín. Pero a fines de ese mismo mes, Velasco reasumió sus funciones, aunque muy disminuido físicamente. Sectores extremistas cercanos a Velasco pedían una radicalización que orientara al país de manera definitiva hacia el socialismo y el marxismo. Influenciado por esos sectores, el gobierno decidió confiscar los medios de comunicación. En la medianoche del 26 al 27 de julio de 1974, fueron ocupadas las sedes de los últimos diarios limeños que aún mantenían su autonomía: La Prensa (de propiedad de Pedro Beltrán), Última Hora (vespertino que se imprimía en los mismos talleres de La Prensa), El Comercio (de propiedad de la familia Miró Quesada), Correo y Ojo (de propiedad del empresario pesquero Luis Banchero Rossi). Nominalmente, estos diarios fueron puestos a manos de los «sectores organizados» de la población, pero en realidad fueron entregados a empleados serviles del gobierno. Las televisoras y las radios ya habían sido afectadas tiempo atrás por diversas formas de control.
Dicho atropello a la libertad de prensa originó que por primera vez surgieran en las calles de Lima manifestaciones populares contra la dictadura. Los días 28 al 30 de julio la juventud del distrito de Miraflores se apoderó de las calles y plazas alzando su voz de protesta. Más de 400 manifestantes fueron detenidos. El aparato propagandístico del gobierno se limitó a ridiculizar la protesta, calificándola de “pituca” u “oligárquica”.
Así, en ese ambiente de descontento, se llegó a 1975. El 1 de febrero de ese año se inició en Lima una huelga de policías, quienes se quejaban de maltratos y exigían aumento de sus sueldos. Los policías se acuartelaron pacíficamente en Radio Patrulla, en la avenida 28 de julio del centro de Lima. En la medianoche del 4 al 5 de febrero, fueron atacados por la tropa y las unidades blindadas del ejército. Muchos policías huyeron; otros se rindieron. Se produjo también un número indeterminado de muertos y heridos.
En la mañana del 5 de febrero estalló la protesta popular, azuzada, según Velasco, por el APRA, la CIA y la extrema izquierda. Grupos de revoltosos, en donde se mezclaron delincuentes, recorrieron la ciudad e incendiaron el Casino Militar de la Plaza San Martín, el local del diario Correo y las oficinas de SINAMOS. El ejército salió a la calle, y en el transcurso de la tarde y la noche de ese mismo día, restableció el orden a sangre y fuego, e hizo un número indeterminado de víctimas. El gobierno suspendió las garantías constitucionales e impuso el toque de queda. El saldo oficial fue de 86 muertos, 155 heridos, 1.012 detenidos y 53 policías enjuiciados. Velasco acusó a la CIA y al Partido Aprista de alentar los disturbios y protestas, pero su autoridad estaba ya herida de muerte.
De otro lado, se habló de implicancias del gobierno en casos de corrupción. Se habría detectado lenidad para juzgar supuestos contrabandos, en que habrían estado comprometidos miembros del gobierno. También habrían sido favorecidos por becas de estudios a países del Este europeo parientes de los altos funcionarios del régimen velasquista como de los del sucesor inmediato.
El 29 de agosto de 1975, el General Francisco Morales Bermúdez, entonces Presidente del Consejo de Ministros, y quien estaba voceado para suceder en el gobierno a Velasco, lideró un golpe de estado desde la ciudad de Tacna y derrocó a Velasco en una acción que se conoció como el Tacnazo. Para la realización de esta acción, Morales Bermúdez alegó la mala situación económica que atravesaba el país y la deteriorada salud de Velasco, a quien se le debió amputar la pierna derecha el 10 de marzo de 1973 debido a una gangrena devenida de un aneurisma aórtico abdominal que lo puso al borde de la muerte el 23 de febrero.
En la tarde de ese mismo día Velasco abandonó Palacio de Gobierno y se marchó pacíficamente a su residencia de Chaclacayo. Oficialmente, se le consideró “relevado” del alto mando. No hubo manifestación alguna a su favor en el país.
El régimen velasquista tuvo como prioridad cambiar las estructuras de la sociedad peruana que en esa época era desigual y subdesarrollada; en la medida de lo posible lo consiguió aunque cometió errores especialmente a nivel económico. De todos modos, el país empezó a entrar en un proceso de transición con miras a su mejoramiento. En el aspecto político, controló el poder ejecutivo y el legislativo y marginó a los partidos políticos, que no tuvieron la capacidad de enfrentársele. Socialmente, rompió para siempre el espinazo del poder de la oligarquía peruana, a la cual redujo considerablemente. Muchos de los miembros de esta oligarquía abandonaron el país para siempre. Los poderosos “barones” del azúcar y del algodón nunca más recuperaron sus antiguos predios, los cuales mal administrados terminaron en bancarrota y perdieron una gran parte de su capacidad productiva. En el campo económico, el velascato incrementó la participación del Estado en escalas nunca vistas hasta entonces. En 1975 controlaba el 31% de las empresas, el 75% de las exportaciones, el 66% del crédito bancario, el 50% de la inversión fija y el 33% del empleo en el sector empresarial. El modelo estatista destruyó parte de la industria peruana y dejó de herencia gigantes empresas nacionales con masivas cantidades de empleados públicos, notables ineficiencias y niveles de deuda exorbitantes. Dicho modelo se mantendría a lo largo de los años 1980 y sería al final revertido recién en los años noventa. En el plano sociocultural, el discurso velasquista hizo que muchos peruanos dejaran de sentirse inferiores por ser llamados de forma discriminatoria por gente de la oligarquía como cholos o serranos.
En sus últimos años, Velasco vivió una especie de reclusión voluntaria, sin dejar herederos políticos.
En abril de 1976, Velasco viajó a los Estados Unidos para seguir tratamientos en el Centro Médico Militar Nacional Walter Reed de Bethesda, Maryland. El 26 de julio del mismo año sufrió de un derrame cerebral tras una fuerte subida de tensión sanguínea que le dejó parcialmente paralizado el cuerpo. Debido a ello, Velasco fue internado en el Hospital de la Universidad de Georgetown en Washington D.C..
En octubre de 1977 fue operado nuevamente en los Estados Unidos para evitar otro aneurisma en la aorta torácica.
En noviembre de 1977, le fue extirpado un quiste pancreático; sin embargo, el general sufrió de intensas hemorragias que obligaron a una operación de urgencia.
Falleció en el Hospital Militar de la ciudad de Lima, el sábado 24 de diciembre de 1977 tras que los médicos declararan una septicemia incontenible.
El 25 de diciembre, el Gobierno anunció que Velasco sería enterrado con honores de Presidente de la República y que el día 26 sería día de duelo nacional y no laborable.
La misa de Honras fúnebres fue celebrada por el Cardenal Juan Landázuri Ricketts y luego se trasladó el cuerpo por el Centro de Lima hasta el cementerio, con gran cantidad de población acompañando a los altos mandos militares. El Presidente del Consejo de Ministros, General Guillermo Arbulú Galliani fue el encargado de dar un discurso en el cementerio de parte del gobierno.
Durante el desplazamiento, más de veinte organizaciones de sindicatos, encabezadas por la Confederación Nacional Agraria convocaron a obreros, estudiantes y gremios para acompañar el sepelio.
Sus restos reposan en el Cementerio El Ángel de Lima. En 1980, su tumba fue objeto de un atentado dinamitero por Sendero Luminoso (15 de junio), en una de sus primeras acciones en el marco del Terrorismo en el Perú.
La imagen de Velasco se mantendría como un importante referente del reformismo militar peruano de la década de 1970. Algunos de sus principales lugartenientes fundaron el Partido Socialista Revolucionario (PSR), inspirado netamente en el proyecto velasquista. Dos meses después de su conformación sus cabecillas fueron deportados a Panamá y México, permitiéndose su regreso para las elecciones de la Asamblea Constituyente, obtuvo 7% de los votos. PSR fue parte de la Izquierda Unida, que integraba a las diversas organizaciones socialistas peruanas, ubicadas políticamente a la izquierda.
El 18 de diciembre de 2014, el presidente Ollanta Humala clausuró el año de la Promoción Juan Velasco Alvarado en la Escuela Militar de Chorrillos (CIMP).
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