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Vero y Prisco



Vero y Prisco fueron dos esclavos de la Antigua Roma que se convirtieron en gladiadores famosos durante los reinados de Vespasiano y Tito, hacia finales del siglo I. El combate que ambos mantuvieron fue el momento culminante del día de apertura de los juegos celebrados por Tito para inaugurar el Anfiteatro Flavio (más tarde conocido como Coliseo) en el año 80.

El combate fue registrado en un poema laudatorio de Marco Valerio Marcial,[1]​ y constituye la única descripción detallada de un combate de gladiadores que ha llegado hasta nuestros días. Ambos gladiadores fueron declarados victoriosos en el combate, y ambos fueron premiados por el emperador con su libertad en un final único.

Marcial, Liber spectaculorum, XXVII (XXIX):[1]

Prisco y Vero eran esclavos que habían ascendido a lo largo de los rangos de gladiadores. Prisco nació esclavo en la Galia, mientras que Vero nació libre y es conocido principalmente por su combate con Prisco.

El combate entre Prisco y Vero tuvo lugar el primer día de los juegos que celebraban la inauguración del Coliseo. Estos juegos ofrecían al público combates de gladiadores, espectáculos con animales y simulaciones de batallas navales.[2]​ Su función esencial era contentar al pueblo e incrementar la popularidad del emperador. Desde tiempos de Julio César, los combates de gladiadores permitían controlar al pueblo de Roma: satisfacían su sed de acción y canalizaban cualquier frustración que el pueblo pudiese tener contra el poder.[3]

El relato de Marcial sobre el combate entre Prisco y Vero muestra un resultado inesperado y extremadamente raro. Normalmente, los combates entre gladiadores sólo terminaban cuando un combatiente elevaba un dedo en señal de derrota. Sin embargo, existían otros modos de terminar un combate: se denominaba missio a una acción mediante la cual un luchador podía ser retirado de un combate. Eso no quiere decir que dejase de ser gladiador, sino que dejaba el combate y volvía a los entrenamientos.

El missio ocurría de dos maneras: la primera era que uno de los participantes se rindiese, pero fuese indultado. La segunda posibilidad era un empate. El empate podía ser solicitado por el público o por los propios luchadores, que hacían un gesto mediante el cual entregaba cada uno su espada al otro oponente. Sin embargo, los empates eran vistos con desdén.[4]

El combate entre Prisco y Vero tuvo un final realmente inusual porque los dos combatientes fueron declarados vencedores. Esto marcaba un inicio triunfante a los juegos inaugurales y daba una imagen muy positiva de Tito. Muestra, según Marcial, la justicia de Tito al mantener la regla de la rendición hasta el final, y también valora justamente la capacidad de los gladiadores.



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