El vicario fue a partir de Diocleciano el alto cargo de la administración imperial encargado de supervisar el funcionamiento de una diócesis o agrupamiento de provincias del Imperio romano en el siglo IV y el siglo V. Era el lugarteniente que el emperador enviaba a las provincias que no eran regidas por un gobernador.
El vicaro era nombrado directamente por el emperador de entre los senadores que habían alcanzado el rango de cónsul y, por tanto, recibía el tratamiento de eminentissimus vir.
A sus órdenes se encontraban los gobernadores de las nuevas provincias del Bajo Imperio, que podían ser de rango pretorio o consular.
Sus poderes eran exclusivamente civiles, ya que el mando de las tropas estacionadas en su diócesis correspondía desde Constantino I a un dux en el caso de las tropas fronterizas o a un comes si la guarnición formaba parte de un ejército de maniobra.
El emperador Constantino también decidió agrupar varias diócesis en una prefectura del pretorio, creando cinco. Después de Constantino se dio el nombre de vicario a los gobernadores de la mayoría de las diócesis. Ejercían su autoridad en nombre de los prefectos del pretorio cuyo lugar ocupaban y cesaba aquella en cuanto se hallaban en presencia de sus jefes.
En el Imperio de Occidente, la creación de los diferentes reinos germánicos eliminó esta división, mientras que en el Imperio de Oriente esta organización perduró hasta la época de Justiniano I.
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