Vicente Rodríguez de Arellano nació en Cadreita.
Vicente Rodríguez de Arellano y del Arco (Cadreita, Navarra, 1750 - Madrid, 1815), dramaturgo, poeta y novelista español, conocido también por los pseudónimos y anagramas Alberto de los Ríos, Gil Lorenzo de Arozar y Silvio del Arga.
Hijo del también navarro Vicente Rodríguez de Arellano y de los Ríos, estudió primero en el colegio jesuita de Arga y se graduó luego de bachiller en leyes en la Universidad de Huesca. Inició el ejercicio de la abogacía en Pamplona, pero se trasladó a Madrid, donde participó sin éxito en oposiciones a cátedras de Filosofía en el Real Seminario de Nobles. Trabajó como escribiente de la Real Biblioteca, aunque se le dio de baja en 1809 por ausencia. Consiguió, sin embargo, una gran popularidad como poeta en la prensa de la segunda mitad del siglo XVIII, y también no poca como dramaturgo. Participó en la Guerra de la Independencia como capitán de voluntarios de Navarra y en 1812 se instaló en Palma de Mallorca, donde destacó por su exaltada defensa del absolutismo. Después del regreso de Fernando VII formó parte de su Camarilla.
Suya es alguna colección curiosa, como sus Poesías varias (1806), que incluye el pequeño epilio en octavas "El valor navarro", que narra un episodio de la vida de Carlos II de Navarra, anacreónticas, odas, letrillas satíricas, epigramas, sonetos, fábulas, cuentos en verso, romances, imitaciones de los Argensolas y poemas cortesanos dirigidos a nobles, aunque destaca el autobiográfico "Memorial que en estilo burlesco compuso", en décimas espinelas, que es muy gracioso; pero escribió y estrenó sobre todo piezas teatrales de todo género: comedias, tragedias, dramas, melodramas, piezas jocoserias, comedias sentimentales y lacrimógenas como La mujer de dos maridos, representada en 1804, hasta óperas como El inquilino, traducción de Serwin, o El matrimonio de Fígaro, ópera bufa con la música de Wolfgang Amadeus Mozart, de 1802. Destaca El pintor fingido (1800), elogiada por Ramón Mesonero Romanos y que fue muy reimpresa en Madrid, Valencia y Barcelona; también adaptó comedias del teatro clásico, añadiendo versos de su cosecha, como, de Lope de Vega, Lo cierto por lo dudoso (1803, reimpresa en 1825), o El diablo predicador de Luis Belmonte Bermúdez. Incluso tradujo la novela Estela de Jean-Pierre Claris de Florian (1797). La crítica neoclásica lo trató bastante mal, pero tuvo éxito entre el pueblo.
Pero la que quizá sea su obra más destacable es la novela El negro Juan Latino (1805), adaptación en prosa de una comedia de Diego Jiménez de Enciso. Resulta una narración novedosa por suponer una incursión en el género de la novela histórica previa a la consolidación del Romanticismo español. De igual manera, es un texto también interesante por actualizar un argumento extraído del Barroco a la sensibilidad propia de de Jean-Jacques Rousseau.
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