Comentario:
Enrique Frieyro (Granada):
Dice Antonio Lobo Antunes que entre los 20 y los 25 años es cuando el lector comprende la diferencia entre la buena literatura y la obra de arte. Por lo que a mí se refiere, así ocurrió exactamente. Debo esta revelación de la obra de arte literaria a mis amigos de la Facultad de Letras de Granada de mis años de postgraduado en Derecho y , sobre todo, al maestro de ellos y mío, el doctor Enrique Carrión Ordóñez. Conocí a Enrique Carrión en Granada hacia 1960, cuando él era un doctorando en la cátedra de Gramática Histórica de la Lengua Española de don Manuel Alvar. A pesar de la corta diferencia de edad que nos separaba (cuatro años él mayor que yo) y sin él pretenderlo, era un maestro. y no sólo de literatura sino, sobre todo, un maestro de vida. En la atmósfera agobiante de la universidad franquista, él nos hablaba de cosas tan extravagantes como laicismo, elecciones libres o libertad de cátedra. Pero sobre todo nos enseñaba a leer y gustar de la alta literatura. Aún lo veo, parado y gesticulante, recitando una tras otra las octavas del Polifemo de Góngora que se sabía de memoria. Paladeaba las palabras con un entusiasmo contagioso. Por él conocí al que sigue siendo hoy el más querido de todos mis poetas, su compatriota César Vallejo de quien, antes de haberlo leído por primera vez, ya conocía su Idilio Muerto, que Enrique nos recitaba en inolvidables veladas:
Qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita
de junco y capulí;
ahora que me asfixia Bizancio y que dormita
la sangre como flojo coñac dentro de mí...
Lloro su muerte como la de un hermano mayor. Haberlo conocido es uno de los privilegios que me ha regalado la vida.
Descanse en paz.
2022-08-29 16:41:12
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