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Acción Católica Argentina



La Acción Católica es una forma de apostolado en la que los laicos se asocian para el anuncio del Evangelio a todas las personas y ambientes, de acuerdo con las necesidades de la Iglesia católica en cada tiempo y lugar. Fundada de acuerdo con las directrices del papa Pío XI, el Concilio Vaticano II, trató expresamente de ella en el decreto Apostolicam Actuositatem, tras la promulgación en 1983 del nuevo Código de Derecho Canónico, y de acuerdo con el marco que establece para la asociaciones de fieles, la Acción Católica quedó organizada en la forma jurídica de asociación pública de fieles.

Las vicisitudes del cambio político, social, cultural y religioso en Europa durante el siglo XIX debilitaron la posición de la Iglesia católica en muchos países donde ésta había venido hasta entonces disfrutando de una posición privilegiada. Los ataques de los movimientos reformadores y las nuevas condiciones de la vida política hacían insuficiente las formas tradicionales de defensa de los intereses y de la libertad de la Iglesia, y la necesidad de respuesta alumbró el surgimiento de asociaciones, para tal fin fundadas, dirigidas por laicos.

En Alemania la cuestión religiosa aparece vinculada a las luchas por la unidad nacional. Tras la revolución de 1848 y al tiempo que la Dieta de Fráncfort trata de dar una constitución común a los territorios alemanes, se reúne en Maguncia un congreso de asociaciones católicas, de cuyo impulso nace el movimiento católico en Alemania, al margen de rivalidades políticas, dirigido a la defensa de la Iglesia y a la restauración del orden religioso.[1]​ De este movimiento surgirá la organización de las jornadas de los católicos (Katholikentag) y la resistencia frente a la opresión del gobierno prusiano del canciller Bismarck durante la década de 1870 (Kulturkampf).

En Bélgica se organiza el Congreso de Malinas en 1863, del que nace la Asociación Católica belga frente a la política anticlerical de los gobiernos liberales de los años sesenta.[2]

En España el movimiento del asociacionismo católico entra en acción para responder a lo que se percibían como ataques anticlericales del sexenio revolucionario (1868-1874),[2]​ sin que ni entonces ni durante la Restauración las asociaciones católicas asumieran objetivos comunes, pese a las peticiones en tal sentido del papa León XIII (encíclica Cum multa, de 8 de diciembre de 1882).

En Francia se organizan los primeros comités católicos en los días de la Comuna de París (1871). En 1876 Albert de Mun funda la Asociación Católica de la Juventud Francesa, de cuya matriz nacerán a partir de 1926 los movimientos juveniles especializados de Acción Católica.[3]

Por influjo del mismo Congreso de Malinas se crea en Italia en 1865 la primera asociación católica de ámbito «nacional» (aún sin haber completado la unificación), denominada Asociación Católica para la Libertad de la Iglesia.[4]​ En 1867 se funda la Sociedad de la Juventud Católica, bajo cuya inspiración surge a partir de 1874 la Obra de los Congresos. El enfrentamiento de la Iglesia católica con el Estado italiano liberal por la cuestión romana y la política anticlerical y la prohibición papal de que los católicos participaran en las elecciones como electores o candidatos limitaron la participación de los católicos al ámbito asociativo.[5]

Pío X dispuso una reorganización del movimiento católico italiano en su encíclica Il fermo propósito (11 de junio de 1905), en la cual se establecían las bases de la constitución de la Acción Católica como actividad organizada de los laicos católicos en orden a «unificar sus fuerzas para situar de nuevo a Jesucristo en la familia, en la escuela en la sociedad». En la concepción de Pío X sin embargo no existía apenas margen para una actividad autónoma de los laicos en el campo propiamente secular, quienes de este modo se convertían en meros ejecutores bajo el control de los obispos, estrechamente sometidos por su parte a las directrices de Roma.[6]

Con Benedicto XV se comenzó a delinear la articulación de la Acción Católica Italiana tal como la conocemos actualmente, ya que este pontífice suprimió la dirección general de la misma y la sustituyó por la junta directiva de la Acción Católica.[7]

Fue el papa Pío XI quien dio forma definitiva a la Acción Católica en diciembre de 1931, como respuesta a la disolución de sus asociaciones deportivas, universitarias y de sus Juventudes en Italia, decretada por Mussolini. Para evitar la aniquilación del apostolado seglar por el régimen fascista,[8]​ se definió la Acción Católica como «participación de los laicos en el apostolado jerárquico»,[9]​ concibiéndola como una fuerza activa que agrupara a los fieles bajo la autoridad episcopal para lograr una recristianización de las costumbres y de la vida pública. La Acción Católica aparecía así como una herramienta fundamental en la tarea de instaurar el reino de Cristo en la sociedad y de combatir la influencia del laicismo.[10]​ Al identificar la Acción Católica con la jerarquía no se buscaba únicamente el control de la iniciativa de los laicos, sino también proteger esta actividad apostólica de los ataques de los regímenes totalitarios que trataban de impedir cualquier movimiento juvenil distinto de los encuadrados en los partidos únicos; de ahí el empeño de Pío XI de incluir garantías para el funcionamiento de la Acción Católica en los concordatos suscritos bajo su pontificado.

En 1924 surgió en Bélgica, por iniciativa del sacerdote Joseph Cardijn y a partir de un grupo de jóvenes trabajadores, el primer movimiento de la Acción Católica especializada, es decir, que tenía como objetivo de su actividad un ambiente determinado, un ámbito de vida, concretamente el mundo del trabajo. Nace así la Juventud Obrera Cristiana (JOC), que posteriormente se extendió a Francia y a otros países. Esta idea de que los propios trabajadores se organizaran en un movimiento especializado para ser apóstoles de sus compañeros se enfrentó a no pocos detractores, que acusaban a Cardjin de querer introducir la lucha de clases en el seno de la Iglesia,[11]​ pero contó con el apoyo decidido de Pío XI, quien llegó a declarar que la Juventud Obrera Cristiana representaba la forma perfecta de la Acción Católica.[12]​ A partir de la JOC surgirán en Francia y en otros países movimientos especializados de estudiantes y jóvenes del mundo rural, y más tarde los movimientos especializados de adultos.[11]​ Los diversos movimientos gozaban de amplia autonomía unos de otros, y en cada país se fue desarrollando un modelo propio de Acción Católica. En unos casos marcada más por la especialización de los movimientos de ambientes y en otros por la fórmula de la organización unitaria, dividida en cuatro ramas: varones, mujeres y jóvenes de uno y otro sexo, con una estructura que va de la parroquia a la diócesis y a la agrupación nacional.[13]

El Concilio Vaticano II trató expresamente de la Acción Católica en el número 20 del decreto sobre el apostolado de los laicos, Apostolicam Actuositatem, donde se enumeran cuatro rasgos distintivos cuya concurrencia identifica a la Acción Católica:

La Acción Católica en España se encuentra articulada en una Federación de Movimientos de Acción Católica Española, en la que están representados los movimientos (asociaciones públicas de fieles) que conforman las dos modalidades de la Acción Católica en España: la general y la especializada. La Acción Católica General toma principalmente el ámbito de la parroquia como plataforma de evangelización, mientras que los movimientos especializados desarrollan su labor en los ambientes (mundo de la salud, mundo de los estudiantes y de la cultura, mundo obrero y mundo rural).

Los movimientos de Acción Católica Española en la actualidad son:

Azione Cattolica Italiana

Movimientos internos a la Acción Católica

Movimientos externos ligados a la Acción Católica

La Acción Católica Chile (A.C.C) está compuesta por:

La Acción Católica Argentina (A.C.A.) está organizada fundamentalmente sobre la base de tres Áreas:

Además cuenta con dos áreas complementarias

Si bien dentro de la estructura anterior, existen (al igual que en España) sectores especializados que, si bien se encuentran previstas en el orden nacional, no así en todas las diócesis tales como: sector rural, sector pólítica (la ACA cuenta en este campo incluso con un Instituto de Formación Política).

En Nicaragua se destacó en la Acción Católica la Sierva de Dios Madre Albertina Ramírez, la cual fundó primeramente una Asociación de Damas, que siguiendo la inspiración de Dios se transformó en la Congregación de Siervas Misioneras de Cristo Rey de Derecho Diocesano;[14]​ escuelas y otras obras sociales siguiendo la filosofía de la Acción Católica.[15]



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