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Adam Smith



¿Qué día cumple años Adam Smith?

Adam Smith cumple los años el 5 de junio.


¿Qué día nació Adam Smith?

Adam Smith nació el día 5 de junio de 1723.


¿Cuántos años tiene Adam Smith?

La edad actual es 301 años. Adam Smith cumplió 301 años el 5 de junio de este año.


¿De qué signo es Adam Smith?

Adam Smith es del signo de Geminis.


¿Dónde nació Adam Smith?

Adam Smith nació en Kirkcaldy.


Adam Smith (Kirkcaldy, 5 de junio de 1723-Edimburgo, 17 de julio de 1790) fue un economista y filósofo escocés, considerado uno de los mayores exponentes de la economía clásica y de la filosofía de la economía.

Es conocido principalmente por su obra La riqueza de las naciones (1776), que es un estudio acerca del proceso de creación y acumulación de la riqueza, temas ya abordados por los mercantilistas y fisiócratas, pero sin el carácter científico de la obra de Smith. Debido a dicho trabajo, que fue el primer estudio completo y sistemático sobre el tema, a Smith se le conoce como el padre de la economía moderna. Fue rector honorífico de la Universidad de Glasgow.

Adam Smith nació en Kirkcaldy (Escocia) el 5 de junio de 1723 y fue el único hijo del segundo matrimonio de Adam Smith, oficial de aduanas, y Margaret Douglas. Poco más se sabe de su infancia, a excepción de que a la edad de 4 años fue raptado por una banda de gitanos, siendo rescatado gracias a la acción de su tío. «Me temo que no hubiera sido un buen gitano», comentó John Rae, su principal biógrafo. Más allá de este incidente, la vida de Smith fue singularmente tranquila, y su historia es esencialmente la de sus estudios y sus libros.[1]

En 1737, a la edad de 14 años, habiendo concluido su curso en la escuela local de Kirkcaldy, Smith ingresó en la Universidad de Glasgow, donde fue influido por «el nunca olvidado» Francis Hutcheson, el famoso profesor de filosofía moral, lo que a la postre le valdría ser incluido en la escuela histórica escocesa. Es en esta asignatura, en la que se dedicaba una parte a la moral práctica, en la cual Smith basaría gran parte de La riqueza de las naciones. Después de su graduación en 1740, Smith obtuvo una beca para Oxford, donde estudió por seis años en Balliol College, una universidad en decadencia, como sostendría en su obra La riqueza de las naciones.

De vuelta a la casa de su madre en 1746, Smith se dedicó a buscar un empleo adecuado a la vez que continuaba sus estudios. Entre 1748 y 1751, fue profesor ayudante de las cátedras de retórica y literatura en Edimburgo, bajo el mecenazgo de Lord Kames, quién también le empleó como conferenciante sobre las mismas materias.[1]​ Durante este período estableció una estrecha amistad con el filósofo David Hume, amistad que influyó mucho sobre las teorías económicas y éticas de Smith.

En 1751, fue llamado por la Universidad de Glasgow para ocupar primeramente la cátedra de lógica y, al año siguiente, la de filosofía moral. Este último cargo lo ejerció por 12 años, período que luego describiría como «el más útil y por tanto el más feliz y honorable de mi vida». Su curso de filosofía moral estaba dividido en cuatro partes: teología natural, ética, jurisprudencia, y economía política. En 1759 publicó su primer libro, Teoría de los sentimientos morales, que incorporaba la segunda parte de su curso, y que casi inmediatamente estableció su reputación académica y literaria. Publicó un ensayo sobre La primera formación de los idiomas, que fue incluido como apéndice en posteriores ediciones de Los sentimientos morales (se publicaron seis ediciones durante su vida).[1]

En 1763, el aristócrata Charles Townshend ofreció a Smith una pensión vitalicia a cambio de que sirviera como tutor de su hijastro, el III duque de Buccleuch, durante un viaje de tres años por Suiza y Francia. En este viaje conoció a los fisiócratas franceses (entre ellos, Quesnay y Turgot), que defendían la economía y política basada en la primacía de la ley natural, la riqueza y el orden, y se encontró con su viejo amigo David Hume. También conoció a otros pensadores ilustrados, como Voltaire, Benjamin Franklin, Diderot, D'Alembert y Necker.[2]​ En 1766 la repentina enfermedad y muerte de Hew Scott, el hermano del duque, puso fin al viaje, forzando un repentino retorno a Gran Bretaña.

Smith se inspiró en esencia en las ideas de Quesnay y Turgot para construir su propia teoría, que establecería diferencias respecto a la de estos autores.

Durante los siguientes siete años Smith vivió con su madre en Kirkcaldy, dedicando la mayor parte de su tiempo a su siguiente libro, La riqueza de las naciones. Este período también lo describió como feliz: «Quizá nunca estuve (tan feliz) en toda mi vida».[1]

En 1779 viajó a Londres, llevándose su manuscrito consigo, y durante cinco años vivió allí, donde su círculo de amigos incluía a Edward Gibbon y Edmund Burke. En esa época murió su amigo David Hume, motivo que llevó a Adam a publicar la Carta a William Strahan a modo de obituario. Debido a sus libros especialmente críticos a la religión, los elogios a Hume provocaban grandes protestas en todo el Reino Unido. Smith habría de anotar después: «Una simple e inofensiva hoja de papel... me causó diez veces más vituperios que el violento ataque que realicé en contra de todo el sistema comercial de la Gran Bretaña».

Fue nombrado director de Aduana de Edimburgo en 1778, puesto que desempeñó hasta su muerte el 17 de julio de 1790 a causa de una enfermedad, viviendo con su madre y su prima, Janet Douglas, en Edimburgo. En 1787 fue nombrado rector honorífico de la Universidad de Glasgow, cargo que ocupó hasta 1789. Adam Smith murió a la edad de 67 años.[1][3]

Pese a su importancia para la historia de la ciencia económica, es importante recordar que Smith no era únicamente (ni acaso principalmente) un economista; de hecho, en sus tiempos la economía aún no se había desarrollado como disciplina independiente. Su campo de estudios era la filosofía y dentro del mismo la ética, en cuyo marco incluía la economía como un aspecto particular.

La amplitud de sus intereses, que abarcaban no solo economía, ética, filosofía política, y jurisprudencia, sino también literatura (antigua y moderna), lingüística, psicología, y la historia de la ciencia, destaca tanto por su variedad como por su profundidad analítica.

El profesor Julio Harold Cole, de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Francisco Marroquín,[4]​ dice de Adam Smith:

La Teoría de los sentimientos morales de 1759 empieza por la exploración de todas las conductas humanas, en las cuales el egoísmo no parece desempeñar un papel determinante, como aseguraba Hobbes. Sin embargo, sí confiere razón a los postulados de Hobbes en que la primera tendencia del ser humano es la del amor hacia sí mismo. De ahí que se vea obligado a controlar y dominar su egoísmo, elemento fundamental para que la vida en comunidad no se convierta en una guerra de todos contra todos.

Lo que se expone entonces es el proceso de simpatía (o empatía), a través del cual un sujeto es capaz de ponerse en el lugar de otro, aun cuando no obtenga beneficio de ello. Adam Smith lo explica por la influencia de la necesidad de ser aprobado por los demás. Con esto se busca criticar a la concepción utilitarista, como aparece en Hume. El desarrollo de la obra lleva al descubrimiento del «espectador imparcial», la voz interior que dictaría la propiedad o impropiedad de las acciones.

A lo largo de la obra el autor explica el origen y funcionamiento de los sentimientos morales: el resentimiento, la venganza, la virtud, la admiración, la corrupción y la justicia. El resultado es una concepción dinámica e histórica de los sistemas morales, en oposición a visiones más estáticas como las determinadas por las religiones. En términos filosóficos, la naturaleza humana actúa para avanzar fines o causas finales que no necesariamente son conocidos por los sujetos, que se guían por las causas eficientes.[2][5]

En 1776, Smith publicó su obra Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (o simplemente La riqueza de las naciones), después de más de diez años de trabajo,[2]​ por la cual es considerado por muchos especialistas el padre de la economía política. Esta obra representa el intento por diferenciar la economía política de la ciencia política, la ética y la jurisprudencia. Un elemento fundamental para esta diferenciación fue la crítica al mercantilismo, corriente heterogénea que venía desarrollando nociones económicas desde el siglo XV, más vinculada a los imperios coloniales que a la naciente Revolución Industrial.

Él mismo consideraba esta serie de volúmenes como una exposición parcial de una obra más amplia sobre Los principios generales de la ley y del gobierno, y de las diferentes revoluciones que en estas se han producido en las diferentes épocas y periodos de la sociedad, obra que deseaba escribir pero que nunca llegó a completar. Incluso en La riqueza de las naciones, para Smith la ciencia económica era mucho más que la teoría de precios, producción y distribución, moneda y banca, finanzas públicas, comercio internacional, y crecimiento económico, campos que hoy en día se consideran como especialidades en sí mismos. Todos estos temas se discuten en el libro, pero también incluye detalladas discusiones sobre temas tan diversos como historia eclesiástica, demografía, política educacional, ciencias militares, agricultura, y asuntos coloniales.[1]

Según la tesis central de La riqueza de las naciones, la clave del bienestar social está en el crecimiento económico, que se potencia a través de la división del trabajo y la libre competencia. Según esta tesis, la división del trabajo, a su vez, se profundiza a medida que se amplía la extensión de los mercados y por ende la especialización. Por su parte, Adam Smith considera la libre competencia como el medio más idóneo de la economía, afirmando que las contradicciones engendradas por las leyes del mercado serían corregidas por lo que él denominó la «mano invisible» del sistema.[2]

Una particularidad de la obra es el planteamiento de que, el interés propio de cada individuo conduce al bienestar general, lo que se conoce como el mecanismo de la mano invisible o doctrina de la mano invisible de Adam Smith.[6]​ Al respecto, Adam Smith afirmaba que «el hombre necesita casi constantemente la ayuda de sus semejantes, y es inútil pensar que lo atenderían solamente por benevolencia (...) No es la benevolencia del carnicero o del panadero la que los lleva a procurarnos nuestra comida, sino el cuidado que prestan a sus intereses».[2]

Esto es y ha sido en ocasiones interpretado de forma errónea, como que simplemente el egoísmo, el interés propio lleva al bienestar general. Sin embargo, pasajes tanto de esta obra como de Los sentimientos morales dejan claro que en un sistema económico el interés personal no es la única motivación, ya que si así fuera, toda negociación resultaría imposible. Adam Smith pretendía transmitir que, el interés propio de cada persona en la consecución y satisfacción de sus necesidades, en un sistema económico libre acabaría favoreciendo al resto de personas también. El ser humano es capaz también de comprender el interés personal de su compañero y de llegar a un intercambio mutuamente beneficioso.[2]​ La empatía con el egoísmo del otro (donde acentúa la siguiente frase: «dame lo que necesito y tendrás lo que deseas») y el reconocimiento de sus necesidades es la mejor forma de satisfacer las necesidades propias. El pensador y economista escocés subraya que la mayor parte de estas necesidades humanas se satisfacen por intercambio y por compra.[2]

La obra incluye una filosofía de la historia, donde la «propensión a intercambiar» exclusiva del hombre se convierte en el motor del desarrollo humano, porque permite la suficiente creación de riqueza y generación y acumulación de capital para poner en práctica la división del trabajo. Debido por tanto a la empatía y la división del trabajo se potencia el crecimiento económico, clave del bienestar social.[2]

Esta obra constituye también una guía para el diseño de la política económica de un gobierno. Los beneficios de la «mano invisible» del mercado solo se obtendrán en una «sociedad bien gobernada».

Entre sus aportes más importantes se destacan:

Contrariamente a lo que le achacan algunos críticos debido a los extremos a los que el Liberalismo lleva sus ideas, Adam Smith conocía los peligros que conllevaba su ecuación económica.

Estaba convencido de que un hombre que pasa toda su vida para completar unas pocas operaciones simples cuyos efectos son siempre los mismos, no tiene tiempo para desarrollar su inteligencia ni para poner en práctica su imaginación. El resultado es la pérdida del hábito de ejercer sus facultades y la alienación del individuo. Por ello afirmó que el Estado debería «impulsar e incluso imponer» la educación pública[7][8]​ de las clases trabajadoras.[2]

De hecho, criticó las vidas miserables que sufrían muchos de sus compatriotas y advirtió que «ninguna sociedad puede ser próspera ni feliz si la mayor parte de sus miembros son pobres y miserables».[9]

En marzo de 1776 se publicó finalmente La riqueza de las naciones. La obra tuvo un éxito inmediato y duradero: la primera edición se agotó en seis meses, y durante la vida de Smith se publicaron cinco ediciones (1776, 1778, 1784, 1786, y 1789). Además, en cuestión de tres décadas se había traducido, por lo menos, a seis idiomas extranjeros: danés (1779-80), tres versiones francesas (1781, 1790, y 1802), alemán (1776-78), italiano (1780), español (1794) y ruso (1802-1806).[1]

La investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones ha estado sujeta a todo tipo de interpretaciones, entre ellas:

En 1795, los albaceas literarios de Smith, Joseph Black y James Hutton, editaron y publicaron una colección de Ensayos sobre temas filosóficos que incluía un juvenil ensayo sobre la Historia de la astronomía que aparentemente formaba parte del proyecto más amplio de una Historia de las ciencias liberales y artes elegantes. La más conocida edición moderna de estos ensayos es la de J. R. Lindgren (ed.), The Early Writings of Adam Smith (Nueva York. Kelley. 1967), que también incluye su Ensayo sobre la formación de los idiomas.

Antes de su muerte, Smith había ordenado la destrucción de la mayoría de sus otros manuscritos inéditos, entre los cuales probablemente se encontraban sus conferencias sobre religión natural y sobre jurisprudencia, lo mismo que sus lecciones sobre retórica. La mayor parte de este material probablemente se perdió para siempre, aunque ciertas partes han sido recuperadas indirectamente en la forma de apuntes tomados por sus estudiantes en los años 1762-64.

En efecto, en 1895 Edwin Cannan, de la Escuela de Economía de Londres, se enteró de la existencia, en manos de un abogado de Edimburgo, de un manuscrito que identificó como los apuntes de clase, tomados por un estudiante, de un curso sobre jurisprudencia dictado por Smith poco antes de su viaje a Francia. (Posteriormente se logró establecer que estas conferencias fueron efectivamente dictadas durante la porción del ciclo académico de 1763-64 que precedió su partida). Cannan editó estos apuntes y los publicó bajo el título de Lectures on Justice, Police, Revenue and Arms, delivered in the University of Glasgow by Adam Smith (Oxford. Clarendon Press, 1896).

En 1929, la Biblioteca Clements de la Universidad de Míchigan adquirió una colección de documentos que habían pertenecido a Alexander Wedderburn (lord canciller del Reino Unido entre 1793 y 1801), entre los cuales se encontraba un manuscrito que el Prof. G. H. Guttridge identificó como un memorando sobre El problema americano escrito por Adam Smith en 1778. Este manuscrito fue editado por Guttridge y publicado en la American Historical Review, n.º 38 (1933), pp. 714-20.

Finalmente, dos juegos adicionales de apuntes de clase fueron descubiertos por John M. Lothian en 1958. Uno de estos correspondía a un curso de retórica y letras, dictado por Smith en Glasgow en la sesión 1762-63. Estos apuntes fueron editados por Lothian y publicados bajo el título Lectures on Rhetoric and Belles Lettres (Londres. Nelson, 1963). El segundo juego de apuntes, correspondiente al curso de jurisprudencia dictado durante la misma sesión, no fue publicado sino hasta 1978, como parte de la Glasgow Edition of the Works and Correspondence of Adam Smith (Oxford University Press, 1976-83).[1]

La teoría clásica del comercio internacional tiene sus raíces en la obra de Adam Smith que plantea la interacción entre comercio y crecimiento económico. Conocida comúnmente, como teoría de la ventaja absoluta, ya que Adam Smith tomó los costes de producción en términos absolutos. Según los principios establecidos en sus obras, los distintos bienes deberán producirse en aquel país en que sea más bajo su coste de producción y desde allí, exportarse al resto de las naciones. Por tanto, define la denominada «ventaja absoluta» como la que tiene aquel país que es capaz de producir un bien utilizando menos factores productivos que otros, es decir, con un coste de producción menor. Defiende además el comercio internacional libre y sin trabas, para alcanzar y dinamizar el proceso de crecimiento económico, y este comercio estaría basado en el principio de la ventaja absoluta. Así mismo aboga por favorecer la movilidad internacional de los factores de producción.



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