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Adviento



El Adviento (en latín: adventus Redemptoris‘venida del Redentor’)? es el primer período del año litúrgico cristiano, y consiste en un tiempo de preparación espiritual para la celebración del nacimiento de Cristo. Su duración suele ser de 22 a 28 días, dado que lo integran necesariamente los cuatro domingos más próximos a la festividad de la Natividad (celebración litúrgica de la Navidad), el primer domingo de Adviento marca el inicio de la temporada Navideña oscilando entre el 27 de noviembre y el 3 de diciembre, el segundo domingo de Adviento oscila entre el 4 de diciembre y el 10 de diciembre, el tercer domingo de Adviento, también conocido como Gaudete oscila entre el 11 de diciembre y el 17 de diciembre y el cuarto domingo de Adviento oscila entre el 17 de diciembre siendo la semana más larga y el 24 de diciembre siendo la más corta, pero en el caso de la Iglesia ortodoxa el Adviento se extiende por 40 días, desde el 28 de noviembre hasta el 6 de enero.

Los fieles cristianos consideran al Adviento como un tiempo de oración y de reflexión caracterizado por la espera vigilante —es decir, tiempo de esperanza y de vigilia—, de arrepentimiento, de perdón y de alegría. En la Iglesia ortodoxa, el Adviento incluye como nota particular una abstinencia estricta de ciertos alimentos, que torna en un ayuno estricto conocido como el ayuno de la Natividad en el caso de la Iglesia ortodoxa copta.

Con particularidades litúrgicas propias, prácticamente todas las Iglesias cristianas históricas celebran este tiempo: la Iglesia católica, la Comunión anglicana, la Iglesia ortodoxa, las Iglesias protestantes (luterana, presbiteriana, metodista, morava, etc.), la Iglesia copta, entre otras.

Durante el Adviento, se coloca en las iglesias y también en algunos hogares una corona de ramas de pino, llamada corona de Adviento, con cuatro velas, una por cada domingo de Adviento. Hay una pequeña tradición de Adviento: a cada una de esas cuatro velas se le asigna una virtud que hay que mejorar en esa semana, por ejemplo: la primera, el amor; la segunda, la paz; la tercera, la tolerancia y la cuarta, la fe.

Los domingos de Adviento, la familia o la comunidad se reúne en torno a la corona de Adviento. Luego, se lee la Biblia y se hace alguna meditación. La corona se puede llevar al templo para ser bendecida por el sacerdote.

El Adviento es el tiempo con el cual se inicia el año litúrgico cristiano. Consiste en un período de preparación espiritual para la solemnidad de la Natividad, nombre litúrgico de la Navidad, en la cual se celebra el nacimiento de Jesús.

En el catolicismo, el primer domingo de Adviento es aquel que marca el comienzo del año litúrgico, tiene lugar en el domingo siguiente al de la solemnidad de Cristo Rey, último domingo del año litúrgico anterior. La duración del Adviento varía entre veintidós y veintiocho días, dado que abarca los cuatro domingos previos a la solemnidad de la Navidad acompañados por un número variable de días de semana. En consecuencia, el primer domingo de Adviento se ubica entre el 27 de noviembre y el 3 de diciembre.

Si bien el Adviento precede inmediatamente al tiempo de Navidad, desde el punto de vista espiritual tiene por finalidad la preparación del creyente para la segunda venida de Cristo y el encuentro definitivo con Dios (ver escatología cristiana).

El color litúrgico de estos días es el morado.

La liturgia del Adviento cristiano comenzó a moldearse en Galia e Hispania ya a fines del siglo IV y durante el siglo V, como preparación ascética para la celebración de la Navidad.[1]​ Aquel preludio de la celebración del nacimiento de Cristo tenía una duración de tres semanas, que se unían a la preparación de los bautismos, por entonces administrados en la festividad de la Epifanía. De hecho, el canon 4 del Primer Concilio de Zaragoza (año 380) señalaba:[2]

Existen noticias de que en la Galia, el doctor de la Iglesia Hilario de Poitiers (siglo IV) invitó a los fieles a prepararse al Adviento del Señor con tres semanas de prácticas ascéticas y penitenciales.[2][Nota 1]​ Ya en el siglo V se practicó como tiempo de preparación para la Navidad la cuaresma de San Martín, así llamada por iniciarse el 11 de noviembre, en la festividad de san Martín de Tours (Patrología Latina 71: 566).[2]​ En el mismo siglo aparece la asociación del tiempo de preparación para la Navidad con notas de índole social, vinculando este período con la práctica del amor al prójimo, con énfasis en los peregrinos, viudas y pobres:[2]

Hay evidencias de que en la liturgia de la Iglesia de Roma existía a mediados del siglo VI un tiempo preparativo similar, pero este preludio de la Navidad carecía de elementos ascéticos, tales como el ayuno, y se centraba mucho más en la alegre espera de la celebración del nacimiento de Jesucristo como anticipo de la «vuelta del Señor glorioso» al fin de los tiempos.[1]​ Se supone que el papa Siricio pudo instaurar el Adviento.[2]​ La expresión latina adventus Domini («venida del Señor») se encuentra en el Sacramentario gelasiano (Sacramentarium Gelasianum),[Nota 2]​ que hace referencia al Adviento como un tiempo de seis semanas preparatorio de la Navidad.[1]​ Las seis semanas de duración todavía perduran en el rito ambrosiano. Posteriormente se observaron algunas oscilaciones (cinco semanas) hasta que el papa Gregorio Magno propuso para el Adviento una extensión de cuatro semanas, duración que finalmente prevaleció.[2]

En la liturgia del Adviento de todas las Iglesias cristianas sobresalen las figuras del profeta Isaías, de Juan el Bautista, de María, madre de Jesús, y de José de Nazaret.[4]

Se trata en todos los casos de modelos de creyentes que la Iglesia ofrece a los fieles para preparar la celebración de la venida de Jesucristo.

La corona de Adviento constituye una tradición cristiana que simboliza los cuatro domingos que integran el Adviento en el calendario litúrgico de la Iglesia de Occidente.[Nota 3]​ La corona de Adviento es una práctica de origen luterano, aunque por su nivel de aceptación se extendió a muchas otras denominaciones cristianas, incluyendo la Iglesia católica.[5][6]

Se trata de un conjunto de ramas verdes, de preferencia de especies perennifolias y en cualquier caso sin flores debido a la austeridad propia del Adviento, dispuestas o trenzadas en círculo, a las que se suman cuatro cirios ubicados en la periferia. El primer cirio se enciende en el primer domingo de Adviento, junto con la lectura de un pasaje bíblico o la realización de plegarias. Sucesivamente se encienden los restantes cirios, uno nuevo en cada uno de los siguientes domingos, hasta que en el domingo previo a la Navidad se encienden los cuatro cirios. A menudo, se coloca en el centro un quinto cirio de color blanco, que se enciende en Nochebuena o en Navidad.[7]​ La costumbre se observa tanto en reuniones familiares como en servicios litúrgicos públicos.

El simbolismo de cada elemento constitutivo de la corona preexistía al mismo cristianismo. El círculo es un símbolo del ciclo eterno de las estaciones, mientras que las especies perennifolias en general simbolizan la inmortalidad, y la luz se identifica con el espíritu y la fuerza de la vida que persiste, aún en medio de los días cortos y del frío que gobierna usualmente el Hemisferio Norte en el tiempo de Adviento. En la simbología cristiana, la luz significa Cristo, a partir del Evangelio de Juan que lo presenta como la «luz del mundo» (Juan 8:12).

Con algunas variaciones, las Iglesias cristianas suelen presentar en la liturgia del Adviento lecturas bíblicas veterotestamentarias descriptivas de la esperanza profética puesta en la llegada del Mesías, como también lecturas neotestamentarias relativas al tiempo previo al nacimiento de Jesús, o al tiempo previo al inicio de su ministerio público, entre otras. A partir del Concilio Vaticano II, se produjo una variación notable de la liturgia de la Iglesia católica tendiente a enriquecer el tiempo del Adviento con textos bíblicos diferentes en distintos años calendario. Se señalan a continuación las lecturas utilizadas antes y después del Concilio, a modo de ejemplo.

Cabe señalar que la Comunión anglicana y numerosas Iglesias protestantes siguen en la liturgia un esquema de lecturas bíblicas muy similar al de la Iglesia católica postconciliar, ya que el actual Revised Common Lectionary (primera edición de 1992)[8]​ es el resultado de una serie de obras litúrgicas previas inspiradas en el Ordo Lectionum Missae (1969), fruto del Concilio Vaticano II. Las diferencias suelen ser menores y propias de las Iglesias particulares, tales como la de la Iglesia de Inglaterra en su Common Worship Lectionary.[9]

Se trata de las lecturas utilizadas hasta la entrada en curso de la reforma resultante del Concilio Vaticano II.

Se trata de las lecturas que se integraron a la liturgia a partir del llamado Misal de Pablo VI o Misal del Vaticano II.



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