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Agroquímica



La agroquímica o química agrícola es la parte de la ciencia química y bioquímica que estudia las causas y efectos de las reacciones bioquímicas que afectan al crecimiento tanto animal como vegetal.[1]

Es una rama de la agricultura que estudia la producción de bienes a varias producciones de plantas a, la transformación de productos crudos en alimentos y bebidas, y la vigilancia del medio ambiente y la remediación. Estos estudios hacen hincapié en las relaciones entre plantas, animales y bacterias y su entorno. La ciencia de la composición química y los cambios que intervienen en la producción, la protección y el uso de cultivos y ganado. Como ciencia básica, que abarca, además de la química del tubo de ensayo, todos los procesos de la vida a través de la cual los humanos obtener alimentos y fibras para sí mismos y alimentar a sus animales. Como la ciencia o la tecnología aplicada, que se dirige hacia el control de los procesos para aumentar los rendimientos, mejorar la calidad y reducir los costos.

Cada disciplina científica que contribuya al progreso de la agricultura depende de alguna manera en la química. De ahí que la química agrícola no es una disciplina distinta, pero un hilo común que une la genética, la fisiología, la microbiología, entomología, y numerosas otras ciencias que inciden en la agricultura.

En esta rama se incluyen tanto los diferentes abonos o fertilizantes, fitohormonas o fitoreguladores (reguladores de crecimiento vegetal) o incluso sustancias fitosanitarias como herbicidas, insecticidas o fungicidas (pesticidas en general). También se incluyen en este apartado sustancias como las fitohormonas o reguladores de crecimiento. Actualmente se ve completada por la biotecnología (tecnología genética) que en algunos casos intenta conseguir especies más resistentes a las plagas creando organismos modificados genéticamente.

La química agrícola a menudo tiene por objeto preservar o aumentar la fertilidad del suelo, mantener o mejorar el rendimiento agrícola, y mejorar la calidad de la cosecha.

El comienzo de la agroquímica data de mediados del siglo XIX cuando debido al agotamiento de los suelos en Europa sucedieron diversas hambrunas con miles de muertes que forzaron a gran número de personas a emigrar. En este ambiente se intentó averiguar cómo se podía mejorar la producción agraria.

Un químico que destacó especialmente en este labor era Justus Liebig. Analizando las cenizas de las plantas concluyó qué elementos eran necesarios para su crecimiento aparte del dióxido de carbono absorbido del aire y el agua de riego. Basado en estos datos elaboró el primer abono artificial aunque la primera receta no tenía mucho éxito y casi le lleva al borde de la quiebra. Sólo al descubrir que además de los elementos no volátiles había que incluir también el nitrógeno como elemento esencial se consiguió recuperar la producción agraria.[2][3]

La obtención de compuestos nitrogenados seguía siendo un problema ya que no existían procesos industriales de fijación de nitrógeno. En un primer momento se utilizaron los yacimientos de nitratos recientemente encontrados en Chile y los depósitos de excrementos de aves, el guano, hallados en algunas islas del Océano Pacífico.

A finales del siglo XIX se introdujo un método de obtención de ácido nítrico por la reacción de oxígeno con nitrógeno para dar óxidos nitrosos en un arco eléctrico. El método tenía como inconveniente un elevadísimo consumo energético.

Unos años más tarde Fritz Haber y Carl Bosch introdujeron un método más económico fijando el nitrógeno en forma de amoníaco. Este proceso está en uso aún hoy en día.[4]

A lo largo del siglo XX se desarrollaron diferentes plaguicidas. Algunos de ellos han alcanzado una fama dudosa como el insecticida DDT que resultó ser muy persistente en el medio ambiente.

Por una parte la agroquímica ha permitido grandes avances en la productividad de la agricultura. Por otra parte algunas de las sustancias que se introducen en el medio ambiente pueden resultar perjudiciales. Por estas razones en los últimos años se han creado dos corrientes contrapuestas - una intentando recuperar formas más tradicionales prescindiendo de los productos químicos peligrosos y otra que intenta aumentar la producción por una intensificación aún mayor aplicando los productos más avanzados e introduciendo organismos genéticamente modificados.




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