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Alamillo (Ciudad Real)



Alamillo es un municipio español de la provincia de Ciudad Real, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha. Tiene una área de 67,29 km² con una población de 486 habitantes (INE 2019) y una densidad de 7,22 hab/km².

En 1785 contaba con 104 vecinos. En 1857 con 231 vecinos. En 1887 con 351 vecinos y 1.337 habitantes.

Si algo destaca de este particular pueblo es su antiguo origen, puesto que existe documentación histórica sobre el mismo que se remonta al Calcolítico, período histórico éste que, para el suroeste de la península ibérica se sitúa entre el III milenio a. C. y la Edad del Bronce. En concreto, las fechas que se han tomado para dicho período van desde un 1800 a. C. hasta el siglo VIII a. C. Son los yacimientos arqueológicos de esos períodos y la pintura rupestre esquemática que se localizan en toda esta zona sur occidental ciudadrealeña, lo que han llevado a afirmar esos orígenes. Respecto a los yacimientos pictóricos la tipología de dichas estaciones son variadas, encontramos pequeñas covachuelas de unos metros de largo, yacimientos al aire libre o lugares con cierta protección; todos ellos de fácil acceso. En cuanto a los motivos representados tenemos antropomorfos, soliformes, pectiformes, ramiformes, zoomorfos, figuras de brazos en asa y cruciformes; aparecen, bien de forma individual o formando composiciones, la mayoría en buen estado de conservación.

En la fase del Bronce Final escasea el número de yacimientos, el Horizonte Cogotas I ocupa gran parte de la Meseta llegando sus influjos hasta otras regiones como la sudoeste y la Alta Andalucía; su cronología es bastante amplia, desde el siglo XIII-XII hasta el siglo VIII a. C. Fruto de los influjos o contactos llegados desde el área andaluza habría que situar las cinco estelas de tipo extremeño, como las halladas en Alamillo, Guadalmez Aldea del Rey y La Bienvenida, cuya cronología atendiendo a los elementos representados en ella, se sitúan entre finales del S.IX a. C. y comienzos del VIII a. C., es decir, a caballo entre el Bronce Final y la Edad del Hierro. La Estela de Alamillo se descubrió en la orilla sur del río Alcudia la tarde del día el 5 de abril de 1980.

Por lo que respecta a la etapa siguiente la conocida como Edad del Hierro, encontramos un gran vacío en cuanto a evidencias directas, lo que no nos puede hacer pensar que no las haya. Dentro del término de Alamillo, se encuentran restos de probables Castillejos de épocas prerromanas. La llamada Senda de la Plata, que discurre por su límite occidental, no parece seguro que sea una vía romana, sino un camino posterior para el transporte del azogue al puerto de Sevilla.

Cuando se inicia la romanización de Hispania, esta comarca quedaba incluida en la Oretania para el mundo hispanorromano; además de la riqueza minera, este espacio tuvo enorme importancia como encrucijada viaria. Hay que recordar que nos encontramos en la Región Sisaponensis, restos de dicha ciudad se han encontrado recientemente en La Bienvenida, asentamiento relacionado con la explotación directa de yacimientos metalíferos.

Respecto del periodo Medieval (s. IX), un destacado personaje de la cultura musulmana (Omar) aparece como reyezuelo de este territorio, conocido como La Balatita o “Llano de las Bellotas”. Las referencias de los escritores árabes (Il Idrisi) destacan el carácter belicoso de los ocupantes de estas tierras. Toda la época histórica correspondiente a la dominación musulmana estuvo marcada por la dificultad y, al mismo tiempo, por la necesidad de comunicación entre Toledo y Córdoba. Fueron siglos de guerras frecuentes en los que desempeñaron un papel importante las fortalezas árabes: así, el Castillo de Santa Eufemia (Santa Eufemia - Córdoba), la fortaleza de la Virgen del Castillo (Chillón), el Castillo de Vioque (en las proximidades de Alamillo pero ya en Andalucía) o el Castillo de Aznarón, ubicado en un cerro próximo del río Valdeazogues.

El actual término municipal de Alamillo permaneció bajo poder musulmán hasta 1151, fecha en la que, según las fuentes históricas, Alfonso VII conquistó la comarca a la que pertenece. En cualquier caso ya había pasado al poder castellano antes del otoño de 1155, momento en el que el citado rey conquistó Santa Eufemia. Es bastante probable que en los años siguientes estas tierras estuvieran despobladas (así ocurrió en Santa Eufemia y en otros pueblos del valle de los Pedroches) y que volvieran al dominio musulmán por un período corto de tiempo (casi con toda seguridad desde 1195, tras la batalla de Alarcos). Sea como fuere, el dominio cristiano de esta zona es ya definitivo en 1212, como consecuencia de la batalla de las Navas de Tolosa. En este período (años 1151-1212) cabe destacar que Alfonso VIII en 1168 cedió el territorio en el que se actualmente se ubica Alamillo al conde don Nuño de Lara y al maestre de Calatrava; y ello porque la citada cesión tuvo como objeto el pueblo de Almadén junto con la dehesa de Castilseras, que pasaría así al patrimonio de la Orden de Calatrava. Esta cesión (realmente, una donación) fue posteriormente -ya en el período de dominio definitivo castellano- confirmada por Fernando III en mayo de 1218; y se renovó primeramente por Alfonso X el Sabio en abril de 1251 y años después (en 1285 y 1289) por Sancho IV, quien, además, la aumentó. Aunque se ha afirmado (así, en anteriores versiones de esta Enciclopedia) que "Alamillo en 1189, se nombra como “Mojón de la Mesta” o “Junta de los ríos Valdeazogues y Guadalmez”, próximos al municipio", tal aserto es insostenible, pues el lugar en cuestión -nombrado con ocasión del establecimiento de ciertos límites-, si bien es cercano al pueblo, no se ubica dentro del actual término del mismo y ni siquiera del de Almadén. En concreto, secularmente ha formado parte de Chillón, cuya historia, hasta el siglo pasado, ha estado vinculada, no al Arzobispado de Toledo, sino al Obispado de Córdoba.

Alrededor de 1227, reinando Fernando III, el Valle de Alcudia, que pertenecía a la Orden Militar de Calatrava, se convertiría en la Gran Dehesa Real invernadera de los ganados trashumantes castellanos, y en la suministradora de madera para entibar las minas de azogue de Almadén. Así, junto a la Orden de Calatrava, la Mesta (institución que vigilaba las prerrogativas de los ganaderos y el uso de las cañadas) fue la gran protagonista de la historia del valle de Alcudia, en el que la transhumancia "serrana" (esto es, de tierras del centro y norte castellanos), dejó su impronta (costumbres, lengua, etc.). No sólo la época de invernadero (unos seis meses al año) propició un contacto continuo con estos pastores y ganaderos serranos, que representaban la casi totalidad de la población del valle de Alcudia, sino que los matrimonios entre éstos y las mujeres de Alamillo han sido y siguen siendo frecuentes. Obviamente, y en cuanto que una parte de los pastores que tradicionalmente se han contratado para las labores ganaderas procedían de Extremadura, también, aunque en menor medida, puede atisbarse una ligera influencia extremeña, si bien limitada a ciertos ámbitos muy concretos, como el folclórico y el gastronómico. En ningún caso esta influencia se ha extendido a otros aspectos, como el de la lengua: en Alamillo no hay rastros del tono típico extremeño (que alarga las últimas sílabas de la frase), del uso de los diminutivos acabados en "-ino" o del yeísmo reilante (sí en otros pueblos como Almadén o Chillón); tampoco (como sí ocurre, por ejemplo, en Guadalmez; y ello es también un rasgo del andaluz) se produce la aspiración de la hache inicial, ni se aspira la jota inicial, ni desaparece sistemáticamente toda consonante final ("comé", por comer).

Junto a los vestigios de la trashumancia (plasmados en las cañadas, cordeles y veredas), aparecen desperdigadas por Alcudia las ventas o posadas, muchas de ellas situadas en el camino histórico de Toledo a Córdoba (o Madrid-Sevilla), arteria fundamental de España hasta que fue sustituida en el s. XVIII, reinando Caros III, por la vía que se convertiría en la Carretera Nacional IV. Existentes como tales la mayoría de estas ventas hasta los años cincuenta del pasado siglo, son celebérrimas las citadas por nuestros autores de los s. XVI y XVII. Circunscribiéndonos a Miguel de Cervantes y a su novela ejemplar Rinconete y Cortadillo (no es la única novela ejemplar en la que el autor cita alguna de estas ventas), recordemos que la principia aludiendo a la Venta del Molinillo (posteriormente denominada Venta de la Divina Pastora) y, todavía en el inicio de la obra, a la Venta del Alcalde (luego conocida como Venta de la Inés).

Es común entre los autores considerar que la primera mención documental de Alamillo procede del Fuero de Población de Almadén del 22 de marzo de 1417, dado por el maestre Don Luis de Guzmán; y en el que en una de sus cláusulas se dice: “Si el Concejo... vendiere las yerbas de sus términos del Saladillo o del Alamillo...”. De este texto se desprende que en esta época no existía población en dicho sitio, ya que eran solamente términos baldíos cedidos por el Maestre al Concejo para su aprovechamiento.

El pueblo, mientras fue aldea de Almadén, participó en las vicisitudes históricas de éste. Pero, ¿cuándo hubo un asentamiento humano de cierta importancia? Ateniéndonos a las fuentes conocidas, puede conjeturarse que con toda probabilidad había población al menos en los inicios del s. XVI, pues son las Relaciones Topográficas de Felipe II (remitidas al rey en julio de 1578) el primer documento en el que consta la existencia de Alamillo como población, constando a la sazón en ese año con 13 vecinos (unas 50 personas). Con toda seguridad este primer asentamiento se ubicaba, no en el actual casco urbano del pueblo, sino en la zona húmeda del Valle de Alcudia, hoy conocido por antiguas “Huertas de Feliciano”, “Fontarrón” o “Alamillo Alto”. Paralelo a este primer asentamiento, aunque un tiempo después, apareció otro núcleo de población conocido como “Alamillo” pero situado junto al arroyo Grande de Alcudia. Así hallamos “Alamillo Alto”, del que han quedado algunas ruinas, y “Alamillo Bajo”. Fue este último el que concentró de manera exclusiva toda la población. Por lo demás, es totalmente falsa la creencia de que este asentamiento definitivo se llevó a cabo sobre unos terrenos pertenecientes a un tal Conde Chicharro, quien supuestamente los donaría a los pobladores de Alamillo Alto: no ha existido nunca tal conde. Ni siquiera, aunque se admitiera la existencia de un personaje real apellidado "Chicharro" (que a buen seguro existió, pues en el pueblo hay una vía pública denominada "Callejón de Chicharro"), podría atribuírsele al mismo el citado asentamiento, y ello sencillamente (entre otras razones) porque indudablemente existiría documentación al respecto.

A principios del S. XVII, Felipe IV autoriza a varios vecinos de los Alamillos Altos y Bajos para construir una iglesia en su aldea, y así no tener que ir caminando dos leguas a Almadén y vadear dos ríos con el consiguiente peligro.

Es en 1780 cuando ninguna parte del término dependía de la Orden de Calatrava; y a mediados del S. XIX, se erige como municipio independiente por Real Orden de Isabel II del Partido Judicial de Almadén: “ La reina su majestad autoriza la segregación de esta aldea para que en lo sucesivo forme ayuntamiento propio e independiente....”.

Alamillo (el otrora Alamillo Bajo, según se desprende de lo dicho antes) está situado sobre una loma, al oeste del valle de Alcudia, a 445 m sobre el nivel del mar (en concreto, esa es la altitud a la que se encuentra el Ayuntamiento, en el centro del pueblo). En la parte baja, el casco urbano (al final de la calle denominada "El Portugal") está delimitado por el arroyo Grande, al que se une unos cien metros antes el arroyo Chico. Curso abajo, el arroyo toma el nombre de El Saladillo y desemboca en el río Guadalmez.

La tradición popular más importante de Alamillo, la quema de muñecas y manteo de Judas, es una tradición que une lo pagano con lo religioso, siendo un ritual agrario que simboliza el final del invierno y el resurgir de la vida en primavera. La unión con lo religioso es por el pelele llamado Judas y la forma de su destrucción, al hacerse coincidir con el sábado de gloría.



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