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Alexandra Domínguez



Alexandra Domínguez (Concepción, Chile, en 1956), pintora, poetisa y grabadora española y chilena.

Alexandra Domínguez nació el 30 de septiembre de 1956 en Concepción, Chile. Su vocación artística fue temprana y estuvo influida por su entorno familiar. Su padre, vecino, compañero de estudios y amigo de Violeta y Nicanor Parra, y su madre, con quien aprendió a modelar arcilla en un taller de su ciudad natal, la iniciaron en la poesía y en las artes plásticas, respectivamente.

Realizó sus estudios primarios en el Colegio Inglés St. John’s y los secundarios en el Liceo Francés Charles de Gaulle. Su temprana exposición a la literatura francesa e inglesa influirá en toda su carrera. En 1974 viajó a Madrid para estudiar en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid y en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Dos años más tarde se trasladó a Barcelona en donde prosiguió sus estudios en Ciencias de la Información, obteniendo la licenciatura en Periodismo. Asimismo, continuó sus estudios en la Real Academia de Bellas Artes de Sant Jordi en Barcelona.

En 1982 regresó a Concepción en donde realizó su primera exposición individual de pintura, ejerciendo a la vez el periodismo en radio y televisión, actividad profesional que abandonó para dedicarse por completo al arte. En 1989 obtuvo el Gran Premio Nacional Salón Sur de Pintura por su díptico “El mar de la utopía”. Ese mismo año regresó a España, ciudad donde reside desde entonces. Ha realizado exposiciones individuales y colectivas en Chile, Ecuador, Argentina, Estados Unidos, España, Francia, Noruega, Finlandia, Alemania e Italia obteniendo varias distinciones y siendo su obra gráfica catalogada en numerosos certámenes internacionales.

En el campo de la poesía, en 1996 obtuvo el Premio de Poesía Bilakaeta, País Vasco, por su poema “El loro de Flaubert dice este no es un poema de Keats”. El año 2000 recibió el Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez por su libro “La conquista del aire”. El año 2006 obtuvo el XIV Premio de Poesía Rincón de la Victoria por su libro “Poemas para llevar en el bolsillo”.

“No existe mayor razón que justifique la ética del presente que su multiplicación en las estéticas del porvenir. He asumido el desconocer, el de ignorar ciertos discursos de saber como resistencia a la voluntad objetiva del conocimiento artístico. Mi acercamiento es la visión, el desafío de lo real desde la construcción de otro imaginario del mundo. Mi necesidad, en términos de desafío a la carencia, sigue siendo como desde un principio, lo desconocido, el deseo de lo desconocido, la mirada capaz de inventar un mapa espiritual para aquellos que en el aire, aún vagan sin tener la casa de sus revelaciones, la dignidad de sus conjuros, la aplazada deuda de su felicidad, sobre la Tierra.

El color, he pensado alguna vez, es la ilusión de un recolector de mitos. En cierta forma puede que no sea más que el oficio del mar el oficio del azul, ni otro que el rojo el oficio de las manzanas, como no es el negro sino para la unánime dimensión de la muerte. Lo trágico no es el ocre amarillo que perdura desde los ritos del hombre de las cavernas iluminando a las civilizaciones del arco iris. Lo trágico es la ausencia de la luz y la penumbra de las épocas de sus sucesores. Pongo color donde está lo sagrado, pigmento donde resucitará la ceniza. Tengo la misma fe en el verde que en los árboles, semejante alianza con la vibración mágica de la obsidiana y el negro. Manías elegidas en el cultivo de la contemplación. Semillas que echan sus raíces en el sueño.”[1]

De ella ha escrito Gonzalo Rojas: “Alexandra Domínguez apuesta a ver y ve, como difícilmente. Allí está ese texto estremecedor: El poeta es un asunto allí en lo invisible. Palabra necesaria, lo que se llama necesaria. Pego el oído fino y oigo tierra de Dios. Loado sea cuanto escribe”.[2]

De su libro “Poemas para llevar en el bolsillo” Pablo García Baena ha dicho: “Es un libro sorprendente en todos los sentidos, donde se funda su diálogo irremplazable y una tensión siempre dramática entre la cotidianidad y lo extraordinario, la relación maravillosa entre los sucesos de la vida y el mundo de la imaginación como una inmersión en lo desconocido”.[3]



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