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Amin al-Husseini



Muhammad Amin al-Husayni (en árabe, أمين الحسيني, también transcrito como Husseini, Hussaini y otros) (Jerusalén, ca. 1895 - Beirut, 4 de julio de 1974) fue un líder nacionalista árabe palestino y un líder religioso musulmán en su calidad de gran muftí de Jerusalén. Antisemita acérrimo, encabezó numerosos pogromos contra los judíos durante el Mandato Británico de Palestina, además de convertirse en el principal aliado islámico del Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial.[1]

Nació en 1895 en Jerusalén, aunque hay fuentes que sitúan la fecha de su nacimiento en 1893. Fue miembro de una de las familias musulmanas más prominentes de la Ciudad Santa. En 1913 hizo peregrinaje a La Meca, de ahí su tratamiento honorífico de Hajj. Sirvió en el Ejército otomano durante la Primera Guerra Mundial como soldado y como imán encargado de las necesidades espirituales de las tropas; allí luchó contra las fuerzas británicas, pero fue capturado por éstas tras el colapso de la resistencia turca en la primavera de 1918.

En 1921 Palestina se había convertido en un mandato británico, y el Alto Comisario le indultó y le nombró «Gran Mufti de Jerusalén».[2]​ En 1922 fue elegido presidente del Consejo Supremo Musulmán, cargo donde desplegó gran influencia sobre los musulmanes residentes en Palestina. Aunque se vio obligado a aceptar el dominio del Reino Unido, pronto mostró alarma por los proyectos del sionismo, que alentaban una masiva inmigración judía a la región.

En vista de que las autoridades británicas se negaban a prohibir la entrada de los judíos, Al-Husayni fue uno de los líderes de las "revueltas árabes" de 1929 y de 1936, que dieron lugar a sendas masacres contra los judíos,[3]​ entre las que destaca la Matanza de Hebrón. Desempeñó un papel destacado en la formación de las primeras guerrillas árabes que atacaban a los judíos y a los británicos para oponerse al establecimiento de un Estado judío en el Mandato británico de Palestina. Sus actividades se dirigieron también a desafiar la autoridad británica en Palestina, por lo cual pronto tuvo que exilarse en Alemania, esperando hallar allí un régimen aliado gracias a su antisemitismo.[1]

Al estallar la Segunda Guerra Mundial Al-Husayni ya estaba establecido en Berlín y se alió con el Tercer Reich,[1]​ pero su apoyo resultó de poca ayuda en los inicios de la contienda. No obstante, en 1941 las campañas de la Italia fascista contra los británicos en Egipto estimularon a Al-Husayni a asumir funciones más activas; en ese mismo año, tras la exitosa invasión de Yugoslavia por las fuerzas del Eje, Al-Husayni promovió el reclutamiento de musulmanes bosnios y albaneses para las Waffen-SS, ayudando a formar la 13ª División de Montaña SS Handschar.[4]​ Esta división se volvió célebre por las masacres particularmente atroces cometidas contra los partisanos yugoslavos.

Al-Husayni logró entrevistarse con Adolf Hitler en noviembre de 1941[5]​ y, de acuerdo con el profesor Bernard Lewis, allí habría tratado de convencerlo para que ampliase el exterminio de judíos a los territorios que la Francia de Vichy y la Italia fascista controlaban aún en el norte de África, y también propuso que la Luftwaffe bombardeara Tel Aviv,[6]​ ciudad habitada casi en su totalidad por judíos. Sin embargo, en el acta de la reunión consta únicamente el ruego a Hitler de que proclamase el apoyo alemán al movimiento independentista árabe de Palestina, así como la cortés negativa del Führer.[7]​ Permaneció como invitado del Tercer Reich, continuando su colaboración con el nazismo hasta poco antes de la capitulación alemana.[1]​ Trató de escapar a Suiza, pero fue rechazado en la frontera y se vio forzado a entrar en Francia, donde permaneció un año bajo arresto domiciliario.

Al-Husayni ha sido considerado por cierta historiografía judía, al menos desde el punto de vista ideológico, como uno de los "arquitectos del Holocausto". Según la escritora Pamela Geller, durante su estancia en Europa Al-Husayni habría abogado para que el régimen nazi procediera al genocidio de judíos en la mayor cantidad posible, e inclusive habría solicitado a los jerarcas nazis que fueran asesinados 400.000 judíos que los alemanes pensaban deportar a Palestina.[8]

En octubre de 2015, el primer ministro de Israel Benjamin Netanyahu, haciéndose eco de estas tesis, señaló que Al-Husayni tuvo gran responsabilidad en el Holocausto, culpándolo de haber convencido a Hitler de proceder con el genocidio.[9]​ No obstante, esta versión de los hechos ha sido seriamente refutada por diversos políticos e historiadores. Así, como respuesta a las afirmaciones de Netanyahu, la Canciller Alemana Angela Merkel fue tajante en asegurar que el holocausto fue responsabilidad de Alemania y que no ve ninguna razón para cambiar su visión sobre la historia, especialmente, sobre esa cuestión.[10][11]​ Asimismo, el profesor Dan Michman, un renombrado experto y cabeza del Instituto Internacional para Investigaciones del Holocausto, señaló que si bien Al-Husayni en efecto se reunió con Hitler, esto ocurrió cuando la implementación de la solución final ya había empezado. En ese mismo sentido se pronuncia la historiadora israelí Dina Porat señalando que las afirmaciones de Netanyahu son incorrectas: "no se puede decir que fue el Muftí quien dio a Hilter la idea de matar o quemar judíos". "Eso no es verdad. Su reunión ocurrió después de una serie de eventos que llevaron a ello".[12]

Al-Husayni burló la vigilancia francesa en 1946 y llegó a El Cairo, donde pidió asilo político y asumió el mando del recién creado Alto Comité Árabe. El movimiento sionista solicitó al Reino Unido (en aquellos años Egipto era protectorado británico) su extradición para juzgarlo como criminal de guerra. Sin embargo, los Aliados no complacieron el ruego, ya que Al-Husayni gozaba de gran prestigio en el mundo árabe. Yugoslavia, que había padecido sus matanzas, también lo intentó, pero la Liga Árabe y el Gobierno egipcio denegaron una vez más la solicitud de extradición.

Ya en Egipto, Al-Husayni luchó para que los países árabes lanzaran ataques masivos contra el recién creado Estado de Israel en 1948, y se opuso tenazmente a todo armisticio o negociación. Su popularidad, no obstante, le impidió asumir posiciones gubernativas en tanto los líderes políticos árabes se negaran a permitirle mayores ambiciones. Al-Husayni trató en vano de ganar influencia sobre las monarquías de Egipto y Jordania, recibiendo por el contrario rechazos a sus esfuerzos de dirigir un movimiento político significativo, mientras que ningún gobierno árabe lo aceptaba como líder político propio, dejándole apenas la jefatura de la debilitada diáspora palestina. El Gobierno de Toda Palestina (establecido por la Liga Árabe, con dominio únicamente sobre la Franja de Gaza), del cual formaba parte, fue perdiendo paulatinamente importancia hasta que fue disuelto por Gamal Abdel Nasser en 1959. Tras ello, Al-Husayni puso fin a su carrera política y se trasladó al Líbano, donde vivió hasta su muerte.

Murió en Beirut en 1974. No pudo ser enterrado en Jerusalén, como era su deseo, debido a la negativa del Gobierno israelí, que gobernaba toda la ciudad tras su triunfo en la Guerra de los Seis Días de 1967.



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