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Anemoi



En la mitología griega, los Anemoi (en griego antiguo Ἄνεμοι, ‘vientos’) eran dioses del viento, que se correspondían con los puntos cardinales desde los que venían sus respectivos vientos y que estaban relacionados con las distintas estaciones y estados meteorológicos. A veces eran representados como simples ráfagas de viento y otras se les personificaba como hombres alados, e incluso en ocasiones tomaban la forma de caballos encerrados en los establos de su señor y gobernante, Eolo, que reside en isla de Eolia,[1]​ si bien también los demás dioses, especialmente Zeus, ejercen poder sobre ellos.[2]​ Según Hesíodo los vientos beneficiosos —Noto, Bóreas, Argestes y Céfiro— eran hijos de Astreo y Eos, y los destructivos lo eran de Tifón.[3]

Homero nombra los cuatro vientos principales.

Posteriormente los escritores, especialmente los filosóficos, se esforzaron en definir los vientos con mayor precisión, según sus lugares en la brújula. Así Aristóteles,[4]​ además de los cuatro vientos principales (Bóreas o Aparctias, Euro, Noto y Céfiro), menciona tres —Meses, Cecias y Apeliotes— entre Bóreas y Euro, sitúa entre Euro y Noto a Fenicias, entre Noto y Céfiro sólo incluye a Libis, y entre Céfiro y Bóreas sitúa a Argestes (Olimpias o Escirón) y Trascias. Debe también ser observado que según Aristóteles, el Euro no corresponde al este sino al sureste.

Las deidades equivalentes a los Anemoi en la mitología romana eran los Venti (en latín ‘vientos’). Estos dioses tenían nombres diferentes, pero por lo demás eran muy similares a sus equivalentes griegos, tomando prestados sus atributos y siendo frecuentemente mezclados con ellos.

En la Odisea, Eolo proveyó a Odiseo de un odre en el que se encontraban metidos los Anemoi.[5]

Cuando la pira funeraria de Patroclo no pudo ser prendida, Aquiles prometió hacer sacrificios a los vientos y así Iris se apresuró a buscarlos, hallándolos dándose un festín en el palacio de Céfiro en Tracia. Bóreas y Céfiro, a instancias de Iris, cruzaron inmediatamente el mar tracio hasta Asia, haciendo que el fuego ardiera.[6]

Noto (en griego antiguo Νότος Nótos) era el dios del viento del sur. Estaba asociado con el desecador viento caliente de la salida de Sirio tras el solsticio de verano y se creía que traía las tormentas del final del verano y del otoño, por lo que era temido como destructor de las cosechas.

Su equivalente en la mitología romana era Austro, la personificación del siroco, que traía densas nubes y niebla o humedad.

Euro (en griego antiguo Εὖρος Eúros) era la deidad que representaba al funesto viento del este. Se creía que traía calor y lluvia, y su símbolo era una vasija invertida derramando agua.

Su equivalente en la mitología romana era Vulturno (no confundir con Volturno), un dios-río tribal que más tarde pasaría a ser la deidad romana del río Tíber.

Cuatro dioses menores del viento aparecen en unas pocas fuentes antiguas, tales como la Torre de los Vientos en Atenas. Originalmente, como atestiguan las obras de Hesíodo y Homero, estos cuatro dioses menores eran los Anemoi Thuellai (Ἄνεμοι θύελλαι, ‘vientos de tempestad’), demonios malvados y violentos creados por el monstruoso Tifón, equivalentes masculinos de las arpías, a las que también se llamaba thuellai. Estos eran los vientos que Eolo guardaba en sus establos: los otros cuatro Anemoi «celestiales» no permanecían encerrados. Sin embargo, escritores posteriores confundieron y mezclaron ambos grupos, olvidándose la distinción durante mucho tiempo.

Cecias (en griego antiguo Καικίας) era el dios-viento del noreste. Es el encargado de arrojar el granizo. Se le representa como un hombre alado, viejo, con barba, completamente vestido de túnica y descalzo, sostiene entre sus dos manos una cesta, o más propiamente, un escudo lleno de granizo.

Su equivalente en la mitología romana es el dios-viento Caecius.

Apeliotes es el dios-viento del sureste. Es el encargando de hace soplar el viento que hace madurar las frutas y el trigo, por ende a veces se le llama "El viento del Otoño". De él se decía que tenía su hogar cerca del palacio de Helios, el dios-Sol, hacía el Oriente, y por ende, a Apeliotes se le llama a veces ‘El viento cruzado’ pues es el que se encarga de ir guiando los rayos del Sol. Se representa en el Arte como un hombre alado, joven, sin barba, completamente vestido de túnica, y calzando coturnos, llevando entre sus manos parte de un manto que lo envuelve parcialmente y sobre el cual, sostiene entre sus manos, una gran cantidad de frutas y granos.

En la mitología, a veces hay confusiones frecuentes entre el dios-viento Apeliotes y el dios-viento Euro, algunos le atribuyen a Apeliotes no la dirección del Este de la rosa náutica como es lo común, sino la dirección del Noreste, quedando entonces, la dirección Este al dios Euro.

En la mitología romana el equivalente a Apeliotes es el dios-viento Argestes.

Coro (en griego antiguo Skirion) es el dios-viento del noroeste. Por ser un viento frío y seco, se le asocia directamente con el inicio del invierno. Iconográficamente se le representa como un hombre alado, viejo y barbudo, con el cabello desordenado, completamente vestido en túnica, y calzando coturnos, llevando entre sus brazos una vasija de bronce de la cual esparce ardientes cenizas.

Su equivalente en la mitología romana es el dios-viento Caurus o Corus.

Libis era el dios-viento del suroeste. Tiene en su poder la popa de un barco como en actitud de andar dirigiendo uno él mismo. Se representa como un hombre alado, muy joven, sin barba, vestido con túnica y descalzo, sosteniendo entre sus manos el timón de una nave. Su función dentro de la mitología griega no está muy definida.

En la mitología romana su equivalente es el dios-viento Afer ventus ("viento africano") o Africus. En la actualidad, se le identifica con el viento Áfrico o Ábrego.

Se sacrificaban corderos negros a los vientos destructivos y blancos a los favorables.[7]​ Bóreas tenía un templo en el río Iliso en el Ática,[8]​ entre Titane y Sición había un altar de los vientos, en el que un sacerdote ofrecía un sacrificio a los vientos una vez al año.[9]​ Céfiro tenía un altar en el camino sagrado a Eleusis.[10]

Los vientos fueron representados por poetas y artistas de diversas formas. Estos últimos solían mostrarlos como seres con alas en sus cabezas y hombros.[11]​ En el cofre de Cipselo, Bóreas aparece en el momento de raptar a Oritía, representado con serpientes en lugar de piernas.[12]​ El monumento más importante representando a los vientos es la torre octogonal de Andrónico de Cirro en Atenas. Cada uno de los ocho lados del monumento representa uno de los ocho vientos principales en actitud voladora. Un Tritón móvil en el centro de la cúpula señalaba con su vara al viento que soplaba en cada momento. Todas estas ocho figuras tenían alas en los hombros, iban vestidas e indicaban las peculiaridades de los vientos en sus cuerpos y en diversos atributos.[13]

En el Museo Pío-Clementino hay un monumento de mármol en el que los vientos se describen con sus nombre griegos y latinos: Septentrio (Aparctias), Eurus (Euro o sureste) y entre estos Aquilo (Bóreas), Vulturnus (Cecias) y Solanus (Apeliotes). Entre Euro y Notus (Noto) sólo hay uno, el Euroauster (Euronoto), entre Noto y Favonius (Céfiro) están señalado Austro-Africus (Libonoto) y Africus (Libis), y entre Favonio y Septentrio se encuentran Chrus (Yápix) y Circius (Tracio).



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