La angiostrongiliasis es una zoonosis emergente, de difícil diagnóstico y prevención, producida por un nemátodo del género Angiostrongylus. La fase infectiva para el ser humano es la tercera fase larvaria (L3) que se desarrolla en gasterópodos terrestres. La transmisión al hombre es por su consumo crudo, por contaminación de agua o alimentos con ellos o sus mucosidades o por manipulación de los moluscos o de vegetales.
La fase de transmisión para el humano en ambas especies A. cantonensis y A. costaricensis es a través de la ingesta o manipulación de moluscos terrestres crudos. El ceviche de caracol (que puede llevar Helix, Pila, Pomacea, Achatina, etc) es una buena vía, puede ser transmisión accidental (las babosas de la familia Veronicellidae son muy pequeñas y no se visualizan en ensaladas), agua sin tratar, ingesta de vegetales contaminados con las secreciones mucosas de los moluscos, manipulación de flores y frutas de países endémicos y también por la ingestión de hospedadores paraténicos crudos, incluida la carne de mamíferos. En Latinoamérica los niños que juegan con caracoles, o viven en ambientes contaminados con sus mucus son población de riesgo.
Al ser zoonosis emergentes su distribución geográfica no está aún muy definida:
Se puede presentar en varias formas, pudiendo ser tanto grave como asintomática:
La mayoría de las personas afectadas de angiostrongiliasis mejoran con tratamiento sintomático. Se utilizan corticoides si la sintomatología es grave. El aumento de la presión intracraneal puede aliviarse con manitol. Los antihelmínticos (albenzadol, dietilcarbamazina, tiabendazol, etc.) no se recomiendan, incrementan el proceso inflamatorio en el SNC al producirse la muerte y degeneración del parásito. En A. cantonensis puede hacerse cirugía, si es factible. La larva ocular de A. cantonensis se extrae quirúrgicamente.
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