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Antitumoral



La quimioterapia es una técnica terapéutica que consiste en la administración de sustancias químicas para el tratamiento de distintas afecciones, siendo comúnmente asociada a la terapia contra el cáncer.

En la actualidad es uno de los métodos terapéuticos más empleados, usando para ello una amplia variedad de fármacos antineoplásicos.[1][2]​ Por lo general, actúan impidiendo que las células cancerosas crezcan, se dividan y produzcan más células. Debido a que las células cancerosas generalmente crecen y se dividen más rápido que las células normales, la quimioterapia tiene más efecto sobre las células cancerosas. Sin embargo, los medicamentos que se usan para la quimioterapia son poderosos y pueden causar daño a las células sanas. Este daño causa los efectos secundarios relacionados con la quimioterapia.[3]

La quimioterapia se administra de forma que el equipo de atención médica pueda administrar quimioterapia en la clínica, el consultorio del médico o el hospital. Algunos tipos de quimioterapia se administran por vía oral, y se pueden tomar en el hogar.

El término quimioterapia se refiere de forma general al tratamiento del cáncer aunque su significado histórico es más amplio. En un sentido más simple, la quimioterapia hace referencia al uso de fármacos antineoplásicos o medicamentos quimioterapéuticos para combatir el cáncer.[4]​ Como tal, el término también ha sido usado para el uso no-oncológico, tal como el uso de antibióticos (quimioterapia antibacteriana). En ese sentido, el primer agente quimioterapéutico moderno fue la arsfenamina, un compuesto de arsénico descubierto en 1909 y usado para tratar la sífilis. Más tarde, le siguieron las sulfamidas y la penicilina. Otros usos que han sido denominados quimioterapia son el tratamiento de las enfermedades autoinmunes, tales como la esclerosis múltiple, dermatomiositis, polimiositis, lupus, artritis reumatoide y la supresión de rechazo de trasplantes (véase inmunosupresión).

La quimioterapia específica para el cáncer se inició en la década de 1940, con los primeros usos del gas mostaza y drogas antagónicas al ácido fólico como agentes antineoplásicos.

Los fármacos empleados en la quimioterapia antineoplásica por lo general, actúan impidiendo que las células cancerosas crezcan, se dividan y produzcan más células. Los principales medicamentos se conocen como citostáticos o citotóxicos. La quimioterapia se usa de distintas maneras en diferentes momentos. Esto incluye lo siguiente:

La quimioterapia no suele ser el único tratamiento del cáncer, ya que se suele combinar con cirugía y radioterapia, modalidad que se llama tratamiento combinado o multidisciplinar.

Según la finalidad y la combinación farmacológica, se distinguen los siguientes tipos de quimioterapia:[2]

Tanto en la mono como en la poliquimioterapia, y de acuerdo tanto con las guías de manejo como de las condiciones clínicas del paciente, puede administrarse, de manera concomitante con los antineoplásicos, medicamentos para el manejo de los síntomas secundarios, como son el ondansetrón (antiemético), la amifostina (nefroprotección), el dexrazoxano (cardioprotección), la mesna (usado para reducir la irritación vesical) o la dexametasona.

El objetivo esencial de la quimioterapia es destruir las células del tumor, con el fin de lograr la desaparición, detención o reducción de la enfermedad. Los fármacos empleados en este tipo de tratamiento son denominados antineoplásicos o quimioterápicos.

El proceso de división de las células sanas está estrictamente regulado por unos mecanismos de control, que le indican a la célula cuándo dividirse. Los tumores malignos se caracterizan precisamente por lo contrario, ya que están formados por células alteradas capaces de multiplicarse descontroladamente e incluso de invadir y afectar a órganos colindantes o a distancia, lo que se denomina metástasis. Así, la quimioterapia actúa en la fase de división de la célula tumoral, impidiendo su multiplicación y eventualmente destruyéndolas. Con el tiempo, si la quimioterapia funciona, se conseguirá una disminución o desaparición del tumor maligno.

Los fármacos anticancerosos llegan prácticamente a todos los tejidos del organismo, sin diferenciar las células malignas de las sanas. Esto provoca en el paciente una serie de efectos secundarios, que en general desaparecen una vez finalizado el tratamiento. Las células sanas que con más frecuencia son dañadas implican las células de la médula ósea, del tracto digestivo y del folículo piloso, lo que da lugar a los efectos secundarios más comunes de la quimioterapia, que son: inmunosupresión, astenia, mucositis y alopecia, entre otros. Tales efectos suelen ser transitorios, aunque si no llegan a ser controlados o tolerados por el paciente pueden producir toxicidad y llevar a suspender, como consecuencia, el tratamiento quimioterápico temporalmente.

Por ello, en un intento de mitigar los efectos secundarios, en los últimos años se han diseñado medicamentos contra el cáncer que actúan directamente contra las proteínas anormales de las células cancerosas, lo que se denomina terapia dirigida, comúnmente conocida como inmunoterapia.

Existen más de cien fármacos antineoplásicos, que se suelen clasificar en los siguientes grupos:

Algunos de los principios activos citostáticos son los siguientes:

La quimioterapia se administra por ciclos, alternando períodos de tratamiento con periodos de descanso. Esto es fundamental para proporcionar a las células sanas del organismo el tiempo necesario para recuperarse, de tal forma que sean capaces de tolerar un nuevo ciclo de tratamiento, con una toxicidad menor.

Dependiendo del tipo de cáncer, de su estadio, del estado del paciente y de los fármacos, la quimioterapia puede administrarse por vía intravenosa u vía oral.

Es la vía de administración más empleada. A veces, para evitar pinchar repetidamente una vena fina o en tratamientos prolongados, se emplea un catéter, evitando así la flebitis.

Para la infusión de los medicamentos se utilizan bombas de infusión, que controlan el paso de la quimioterapia al interior del organismo.

Esta vía únicamente es posible para los fármacos que se pueden absorber por el estómago o intestino.

La preparación de la quimioterapia, previa autorización del oncólogo, se realiza generalmente en el servicio de farmacia del hospital, ya que se requieren unas medidas de seguridad importantes.

Los enfermeros expertos en la administración de quimioterapia son los encargados de colocar la vía y el sistema de infusión. La vía más utilizada es la de las venas subcutáneas o superficiales, del miembro superior.

El tratamiento se suele administrar en un hospital de día.

En determinadas circunstancias, dependiendo del tipo de fármacos o como consecuencia de la toxicidad, es necesario ingreso hospitalario de varios días.

En primer lugar, la quimioterapia, al ser inespecífica, afecta a los tejidos sanos, dando lugar a efectos secundarios que si bien son transitorios pueden llegar a convertirse en crónicos. Esto puede debilitar extremadamente al paciente, sobre todo si la quimioterapia se administra por largos y continuos períodos de tiempo. Por otra parte, a medida que va progresando el tumor, las células pueden desarrollar resistencia a la quimioterapia, favoreciendo al desarrollo de la enfermedad. Por ello, es frecuente que el mismo fármaco se emplee en el tratamiento de distintos tumores, variando las dosis o combinándolo con otros fármacos distintos.

El tratamiento quimioterápico puede deteriorar a los pacientes con cáncer, ya que destruyen también las células normales, sobre todo las que se dividen más rápidamente. Estos efectos, si bien suelen ser transitorios, pueden llegar a convertirse en crónicos, lo que puede debilitar extremadamente al paciente, sobre todo si se administra por largos y continuos períodos de tiempo. En algunos casos, cuando los efectos secundarios son muy intensos, se produce toxicidad, lo que puede llevar al cese temporal del tratamiento antineoplásico. Los efectos secundarios dependen del agente quimioterápico y los más importantes son:

Es la forma de administración local (regional) de quimioterapia antineoplásica. El objetivo de la misma es conseguir concentraciones elevadas de un fármaco antineoplásico en la región tumoral con la menor toxicidad sistémica posible. Por ejemplo, la quimioterapia intracavitaria, bien sea intravesical, intraperitoneal, intrapleural, intradural, y la quimioterapia intraarterial. Dentro de este último grupo, está la perfusión regional aislada, la infusión intraarterial, y diferentes técnicas intermedias con un mayor o menor aislamiento de la circulación sanguínea regional a tratar. Otros ejemplos de quimioterapia intracavitaria: la instilación de mitomicina-c intravesical como tratamiento adyuvante del cáncer de vejiga, y la quimioterapia intraperitoneal como tratamiento adyuvante del cáncer de ovario.



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