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Aporía



El término aporía (del griego ἀπορία, dificultad para el paso), a veces escrito como aporima, hace referencia a los razonamientos en los cuales surgen contradicciones o paradojas irresolubles; en tales casos las aporías se presentan como dificultades lógicas casi siempre de índole especulativa.[1]

Debe observarse que muchas especulaciones que en su momento fueron consideradas aporías, es decir, paradojas irresolubles, luego han sido resueltas merced a los avances cognitivos o a los cambios de paradigma, de cosmovisión o de episteme.[n. 1]

La palabra aporía surge del griego ἄπορον con el significado de algo muy difícil de entender o de interpretar, impracticable; la palabra surge con la partícula negativa o privativa "α" y la palabra πόρος (pasaje). Cuando se efectuaba una pregunta que no tenía respuesta los antiguos filósofos griegos (especialmente los academistas) solían expresar: «ἀπορέω»..."no se puede a través de esto", con el significado de "no concibo esto" o "esto no puede ser aclarado". También recibe el nombre de "aporía" la fase de la mayéutica de Sócrates en la cual aparece el "falso saber" para ser develado.

Los sofistas y la Escuela de Megara recurrieron a las aporías. También se nota su uso, por ejemplo, en Platón y en los estoicos.

Si, por ejemplo, se parte de la definición de la materia como extensa se tiende a llegar a la conclusión de que la materia es divisible ad infinitum: por más pequeña que sea la fracción que se obtiene de la división, siendo material es entonces extensa y por esto aún siempre divisible ulteriormente; esta era por ejemplo la tesis de Anaxágoras, quien sostenía la teoría de "semillas" infinitas, partículas originarias divisibles al infinito.
Pero si se presupone que la característica fundamental de la materia es la extensión (presupuesto que puede ser una petición de principio) y por ende su divisibilidad ad infinitum, se preguntaba Demócrito: ¿cómo es posible que existan objetos finitos? (lo que parece ser antiintuitivo). "Las cosas finitas no pueden derivar del infinito", decía él, y de ahí la necesidad que tuvo Demócrito de pensar que la materia está compuesta por partículas indivisibles: los átomos ( "ἄ-τομος" significa precisamente in-divisible).
Aquí, pues, los griegos tenían dos conclusiones: o la infinita divisibilidad de la materia o la no infinita divisibilidad de la materia; esta antinomia parecía oponerse a todo pensamiento racionalmente válido, por lo que la cuestión era entonces una aporía.

A fines de s. XIX e inicios de s. XX se comenzó a encontrar la explicación: los átomos existen, pero están compuestos por partículas subatómicas -por lo que el nombre "átomo" no es tan correcto- que pueden fisionarse, transformándose en cuantos de energía. A lo largo del s. XX, con el desarrollo de la física cuántica, se han venido explicando las antiguas aporías, aunque la propia mecánica cuántica parece hacer surgir nuevas aporías que probablemente se resuelvan con nuevas teorías como las de las cuerdas y las branas en el presente siglo XXI.

Aporía también es llamada una fase de la mayéutica de Sócrates tendiente a liberar al sujeto del "conocimiento" falso; "conocimiento" basado en tener la convicción de ciertas "verdades". El interlocutor de Sócrates, de hecho, frente a la presión del maestro que constantemente le interroga buscando definiciones cada vez más precisas sobre el tema de la discusión, llega al final a la aporía, al callejón sin salida, declarando su incompetencia para dar una respuesta definitiva y precisa. Al final reconoce que su certeza inicial era inexistente.

Friedrich Heinrich Jacobi, a fines del s. XVIII e inicios del s. XIX, critica en un texto denominado Über den transcendentalen idealismus («Sobre el idealismo trascendental») a los postkantianos (entre ellos a Fichte y Schelling), quienes plantearon romanticistamente a toda razón derivada como de un "Yo transcendental", ya que Jacobi considera que el idealismo trascendental propuesto por Kant, pese a ser principalmente consciente, es en esto tan radical que lo fenoménico queda encerrado en la subjetividad, quedando por esto censuradas o desconocidas las heterorreferencias que constituyen a la misma razón que se intenta afirmar, de modo que el idealismo de la razón se trastoca en un fatalismo que anula a la razón misma y, por ser fatalista, anula del mismo modo a la libertad.

Por otra parte, en la primera mitad del s. XX, Karl Jaspers criticó a la fenomenología del "primer" Edmund Husserl, ya que Jaspers la observó encerrada en una aporía debido a que la fenomenología husserliana (en la cual se inspiró bastante Jean-Paul Sartre) se mantiene en el subjetivismo del cogito planteado por Descartes; porque el fenómeno queda dentro de la consciencia y la misma consciencia dentro de un ego (aunque se le denomine "ego transcendental") y el problema notable de tal noción del fenómeno sería que el, o los fenómenos, quedarían encerrados en el dialelo hylético (o sensorial), cuyo trasunto extrasubjetivo sería el de un en sí o (en términos kantianos) un noúmeno inaccesible a la consciencia.

Hoy en día la aporía significa la imposibilidad de resolver un problema si se comienza a partir de ciertas premisas. Si se desea refutar una teoría precisamente se tiende a demostrar que tal teoría es contradictoria o que genera contradicciones insolubles.



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