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Arado romano



El arado romano es una importante herramienta agrícola utilizada desde los tiempos prehistóricos.[1]

Se conoce con el nombre de arado romano el utensilio tirado por fuerza animal que se ha venido usando para labrar la tierra desde la época romana hasta nuestros días. Su cese, a mediados del siglo XX, coincide con la sustitución de los animales de tiro por máquinas, y con el abandono general de los terrenos de labor en que no fuera rentable la utilización de maquinaria.

El arado romano, o tradicional, estaba compuesto por una parte delantera que era de la que tiraba del animal, llamada timón, pieza que estaba enlazada con la cameta, y ésta se unía con la base del arado (la reja) mediante una telera por aproximadamente la mitad de la cameta y por la punta con el dental. La reja era la parte que servía para arar, hundiéndose dentro la tierra, aunque no sería de hierro hasta el siglo IX, que lo haría con difusión por toda Europa Occidental, y a partir de entonces se mejoraría la técnica.

En la época del Bajo Imperio, se comenzaría a utilizar la vertedera, que la podríamos comparar como una «pequeña reja lateral», que ayudaría a remover mejor la tierra ahorrando el número de labradas necesarias para prepararla. Finalmente, la esteva servía al campesino para dominar el arado, teniendo que hacer fuerza para hundir la reja.

El arado normando, de hierro y con ruedas, sustituyó al arado deslizante o romano. Este arado permitía hacer surcos más profundos, aireando mejor la tierra y mejorando la retención de humedad.

Por ser un utensilio cotidiano en la vida de los labradores, el recuento sistemático de sus piezas comparándolas con objetos más abstractos, para mejor entenderlos, dio origen a una serie de composiciones musicales populares, que en principio acompasaban el propio trabajo de la arada, es decir eran canciones de laboreo,[2]​ y más tarde derivaron en canciones amorosas o incluso religiosas dentro de los ciclos de Navidad, en forma de villancicos, pero sobre todo en el ciclo de la Semana Santa.[3]

El arado, como composición popular propia de la Semana Santa, va comparando las distintas piezas mencionadas arriba con los distintos momentos de la Pasión de Cristo, tal como indica su primera estrofa.

El arado cantaré

de piezas le iré formando

y de la Pasión de Cristo

misterios iré explicando.



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