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Arqueomalacología



La arqueomalacología es la rama de la arqueozoología encargada del estudio de los restos de moluscos en yacimientos arqueológicos. La presencia de moluscos puede ser de forma aislada o en acumulaciones denominadas concheros.[1]

El estudio de los moluscos de yacimientos arqueológicos permite obtener información de aspectos muy variados sobre la vida de antiguos pobladores y su entorno, tales como dieta, captación de recursos, aprovechamiento del mar u otros espacios acuáticos, estacionalidad, temperaturas de agua, clima, comercio, etc.

Los estudios arqueomalacológicos se inician en el siglo XIX en diferentes lugares de Europa. En el norte de Europa, destacan los estudios en Dinamarca, con los conocidos "kjoekkenmoeddings" (cuya traducción literal es "restos de cocina"). En estos primeros estudios comienza a observarse la potencialidad de los moluscos como fuente de información sobre diversos aspectos de las sociedades del pasado.

En la península ibérica destacan los yacimientos portugueses del valle del Muge y los yacimientos asturienses del valle del Sella (Asturias, España), donde comienza a estudiarse los concheros. En el caso de los concheros de Muge, son descubiertos por Carlos Ribeiro en 1863[2]​ con los yacimientos de Cabeço da Arruda y Moita do Sebastiao, que serán excavados a finales del siglo XIX.

Los concheros del Sella se descubren en 1877 por Justo del Castillo, Cartailhac, Obermaier y Breuil. Los estudios realizados por el Conde de la Vega del Sella en 1914, le llevan a definir la denominada "Cultura Asturiense", matizada por Obermaier en 1916 en su obra "El hombre fósil", y asociando los concheros con industria lítica (picos asturienses). Dentro del análisis arqueomalacológico, identifican la existencia de un óptimo climático por la sustitución de Littorina littorea por Monodonta lineata.[3]

Tras estos inicios, los estudios de malacofaunas en la península ibérica tendrán otro foco en Galicia, asociados inicialmente al denominado "Camposanquiense" (Cultura identificada erróneamente con una fase más antigua del Asturiense). Pero poco después se asocian los concheros con la cultura castreña y la romanización, dando lugar a estudios interesantes a cargo de autores como López Cuevillas y Bouza Brey (1926), entre otros.[3]

En Europa, continúa la investigación en la zona norte, y aparecen nuevas escuelas de investigación arqueomalacológica, principalmente en California.

Durante la década de los 90, se producen importantes contribuciones metodológicas en todo el mundo, que permiten avanzar en el estudio de este tipo de depósitos. La aplicación de técnicas de cuantificación de arqueozoología, sumado a la mejora en las técnicas de excavación, muestreo y análisis, permiten obtener unos resultados muy positivos. De este modo, la arqueomalacología se convierte en un campo muy importante de la arqueozoología, que ofrece una gran cantidad de información.[4]

El año 2010 supone un nuevo impulso a los estudios arqueomalacológicos, con la celebración de la I Reunión Científica de Arqueomalacología de la Península Ibérica, en León durante el mes de mayo. Se trata de una reunión de los principales arqueomalacólogos españoles, portugueses y franceses, con objeto de unificar criterios metodológicos, presentar nuevos descubrimientos y fomentar un foro de debate. La reunión fue todo un éxito y se prevé su continuidad con una segunda reunión en Barcelona para el 2011.

El primer paso del análisis es la recuperación de los restos, lo que hace necesaria la aplicación de técnicas de excavación arqueológica y muestreo.[5]

El siguiente paso, consiste en cribar la muestra y triar (separar) los diferentes restos, agrupándolos por especies, lo que conlleva una labor de identificación taxonómica de las especies.

Por último, se procedería a la toma de datos biométricos y cuantificación, que nos permitirá obtener los datos a partir de los cuales realizar la interpretación del yacimiento.

La información obtenida a través de los estudios arqueomalacológicos es muy variada. En primer lugar, destaca la información alimenticia (dieta, especies consumidas, relación con otros alimentos,...). Relacionado con la dieta, tenemos el modo de recolección, la época del año en que se recolecta, las zonas de marisqueo, las estrategias de recolección.[6]

Por otro lado, obtenemos una información paleoclimática, a través de la desaparición de especies, del estudio isotópico del oxígeno presente en las conchas (O16-O18),...

También permite realizar dataciones de C14 sobre las conchas, y en algunas ocasiones, se pueden abordar cuestiones como el adorno, la cocina, el comercio.[6]

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