La archidiócesis de Zaragoza es una sede episcopal que se corresponde principalmente con la provincia de Zaragoza, en España. La diócesis fue creada en época romana; el papa Juan XXII la elevó a archidiócesis en 1318. Su sede es la Catedral del Salvador en Zaragoza.
Como archidiócesis, es cabeza de las diócesis de Teruel y Albarracín, Barbastro-Monzón, Huesca y Tarazona.
La diócesis es una de las más antiguas de España, puesto que según la tradición su origen se remonta a la llegada del apóstol Santiago - hecho que no se había puesto en duda hasta los escritos de Caesar Baronius, que influido por una historia fabulosa de García de Loaisa, la puso en duda. El papa Urbano VIII ordenó que la antigua historia sobre el asunto fuera reintroducida en el Breviario.
Hacia el año 256 aparece como obispo de la diócesis Felix Caesaraugustanus, que defiende la verdadera disciplina en el caso de Basilides y Marcial, obispos respectivamente de las diócesis de Astorga y Mérida.
San Valero, que asistió al Concilio de Elvira, fue obispo de 290 a 315 y, junto con su discípulo y diácono San Vicente, sufrieron el martirio durante la persecución de Daciano. San Vicente fue llevado a Valencia, donde sufrió un largo y terrible martirio. San Valero fue exiliado a un lugar llamado Enate, cerca de Barbastro, donde murió. Sus reliquias fueron trasladadas inicialmente a Roda de Isábena, pero el brazo y la cabeza fueron trasladados a Zaragoza tras la reconquista de la ciudad.
Se cree que hubo mártires en anteriores persecuciones en Zaragoza, tal como lo parece indicar Prudencio; pero no existen noticias claras anteriores a Valero, cuando también aparecen Santa Engracia y los Santos Innumerables. Se cuenta que Daciano, para detectar y destruir a los fieles de Zaragoza, ordenó que se prometiera libertad de culto con la condición de que todos saliesen de la ciudad en un momento determinado y por una puerta designada. En cuanto hubieron pasado la puerta, fueron muertos por la espada y sus cuerpos quemados. Sus cenizas fueron mezcladas con las de criminales, de forma que no pudieran venerarse. Pero una lluvia separó las cenizas, juntando las de los mártires en masas blancas, que son las conocidas como Santas Masas. Las Santas Masas fueron depositadas en la cripta de la iglesia de Santa Engracia, donde aún se conservan.
Antes de la invasión musulmana, se realizaron tres concilios de nivel nacional en Zaragoza. El Primer Concilio de Zaragoza se realizó en el 380 durante el obispado de Valerio II. Este concilio, anterior a los concilios de Toledo, trató sobre la erradicación del priscilianismo.
En 542, durante el asedio de los francos, los zaragozanos entregaron una parte de la estola teñida de sangre de San Vicente como precio por la retirada de las tropas.
De 592 a 619 el obispo fue Máximo, que asistió a los concilios de Barcelona y de Egara. Durante su episcopado se realizó en 592 el Segundo Concilio de Zaragoza contra el arrianismo. El nombre de Máximo en conjunto con el del monje Marco han sido empleados para formar Marco Máximo, el apócrifo heredero de Flavio Dextro.
La sede de Zaragoza fue ocupada durante la época goda por dos obispos ilustres: San Braulio (631-651), que asistió al Cuarto, Quinto y Sexto Concilio de Toledo; y Tajón (651-664), famoso por sus escritos y por haber descubierto en Roma la tercera parte de las «Morales» de San Gregorio.
El Tercer Concilio de Zaragoza fue realizado en 691 bajo el obispo Valderedo. En él se decidió que las reinas, una vez enviudadas, debían retirarse a un monasterio para su seguridad y para mantener el decoro.
Durante la ocupación islámica el culto católico no desapareció de la ciudad; las iglesias de la Virgen y de Santa Engracia se mantuvieron, mientras que la catedral fue convertida en mezquita.
De los obispos de esta época se conservan los nombres de Senior, que visitó a San Eulogio en Córdoba (849), y el de Eleca, que en 890 fue expulsado por los musulmanes y se refugió en Oviedo. Paternus fue enviado por el rey Sancho Garcés III de Navarra a Cluny, para introducir la reforma cluniaciense en España, en los monasterios de San Juan de la Peña y San Salvador de Leyre, y más tarde fue nombrado obispo de Zaragoza (1040-1077).
El rey Alfonso I el Batallador, rey de Aragón liberó la ciudad el 18 de diciembre de 1118 y nombró obispo Pedro de Librana, cuyo nombramiento fue confirmado por el papa Gelasio II. López, en su Historia de Zaragoza, dice que Pedro de Librana primero tuvo su sede en la Iglesia del Pilar y el 6 de enero de 1119 purificó la gran mezquita, que dedicó al Salvador, para convertirla en su sede. De ahí la controversia que comenzó en 1135, durante el obispado de García Guerra de Majones, entre los canónigos del Pilar y de la Seo por la titularidad de la catedral.
En 1318 la Seo de Zaragoza fue elevada a sede metropolitana por una bula del papa Juan XXII del 14 de junio, siendo obispo Pedro López de Luna.
En las disputas que siguieron a la muerte del rey Martín I de Aragón, el arzobispo García Fernández de Heredia (1383-1411) fue asesinado en 1411 por Antonio de Luna, partidario del conde Jaime II de Urgel.
Durante más de un siglo (1458-1577) príncipes de sangre real ocuparon la sede:
El 15 de septiembre de 1485, Pedro Arbués, canónigo de la catedral de Zaragoza y el Inquisidor Mayor de Aragón, fue atacado en la catedral posiblemente por conversos. En respuesta al asesinato, cientos de conversos fueron arrestados y entre cien y doscientos fueron ajusticiados, incluyendo los asaltantes.
Zaragoza tenía dos seminarios: el de los santos Valero y Braulio, fundado por el arzobispo Agustín de Lezo y Palomeque en 1788, fue destruido por una explosión y reconstruido en 1824 por el arzobispo Bernardo Francés Caballero; el de san Carlos Borromeo, antiguamente un colegio de jesuitas, se convirtió en seminario por decisión del rey Carlos III.
En la actualidad ocupa la sede cesaraugustana Mons. Carlos Manuel Escribano Subías. Mons. Vicente Jiménez Zamora y Mons. Monseñor Manuel Ureña Pastor, son arzobispos eméritos.
Según el Anuario Pontificio de 2015, la diócesis zaragozana contaba con:
Además, según cifras oficiales, durante el curso 2017-18, 21 seminaristas cursaban estudios en el Seminario Mayor diocesano.
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